Hoy elegí ayunar

 
  
Lac de Trecolpas, 22 de agosto de 2017


Estoy desganado, no sé si voy a ser capaz de hilar algo hoy, algo por lo menos que acompañe a las fotos y me sirvan de recuerdo de la jornada.

Llegué al Lac de Trecolpas, un lugar excepcionalmente bonito rodeado de montañas y que me recordaban alguna parte del Pirineo, y allí, junto al lago, me acomodé y no tardé en quedarme dormido al sol. Soñé que los niños, numerosísimos, de un colegio venido de China visitaban el colegio en donde había estudiado de niño y en el que yo debía de ejercer la función de fámulo y de fotógrafo en especiales circunstancias. Era un brillo fenomenal, había críos por todos los lados, tenía la sensación de alguien que se hubiera revolcado en un termitero y no fuera capaz de quitarse las termitas de encima. En el sueño había una chica mayor de ojos rasgados con cara de porcelana que tenía cierto parecido con las huchas que usábamos en colegio para recoger dinero para el Domund. Cuando los alumnos chinos habían abandonado casi en su totalidad el colegio en una larguísima procesión, vino a despedirse el profesor chino responsable del grupo acompañado por la chica con cara de hucha. Me miró fugazmente de un modo inquisitivo, como quien lo hace a escondidas. Me desperté cuando todavía me duraba el interrogante de aquella mirada. La sombra de un cerrito cercano se acercaba rápidamente a donde estaba tumbado. Puse rápidamente la tienda y transporté todas mis cosas a cien metros más arriba, donde todavía tendría media hora de sol.


Miro en el mapa lo que he caminado hoy y me parece haber recorrido medio mundo, ascensión al col de Merciere, un larguísimo sendero hasta el col de Salése donde me ventilé varios capítulos del libro de Carrére, y un descenso también largo hasta el Lac de Boreon donde me surgió una duda. En mi mapa aparecían dos refugios en la línea del GR-52 que ahora seguía y que habría de llevarme hasta el mar. El primero era un gite d’etape cerrado a cal y canto y el segundo un refugio privado, eso decía. A dos grupos que pregunté ninguno lo conocía. Los siguientes eran un matrimonio finlandés con su hija mayor. Miraron en una tablet para contrastar datos. Allí tampoco aparecía. Ellos iban a un refugio a tres horas de allí pero fuera de mi ruta. Podría usarlo pero suponía desviarme una hora cuesta arriba para volver a bajar mañana, esas cosas que tanto me gusta hacer a mí J. En mi macuto sólo había un muy escueto bocadillo. La cuestión: si subía a este refugio cenaría y desayunaría, si seguía adelante ayunaría. Elegí esto último. A las tres de la tarde me encontré un prado junto a un arroyo y allí di cuenta de mi bocadillo antes de comenzar mi ayuno hasta el mediodía de mañana en que pensaba alcanzar el refugio La Madona de Fenestre, al otro lado de los collados Ladres y Fenestre.

Siento que se están acabando las montañas en mi camino hacia el mar y no es cosa que me guste. Entre que no tengo cena y que acabé antes de la cuenta estas líneas me he quedado in albis, sí, precipitada y extrañamente desocupado.










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