Crónica en verso





Puente Duero, 21 de marzo de 2018 
Camino de Madrid. Etapa Peñaflor de Hornija – Puente Duero.


Y habitar el oscuro rincón de tus muslos
La pura caricia de mis dedos
allá donde el universo
se quiebra en oscuridad y silencio.
Tu cuerpo hecho de miel
y dunas doradas
entre las sábanas de la noche, anhelo,
mujer del camino donde los besos
como trinos de pájaros cantan al alba.
Mujer, encaje de olas subiendo a besar
barullo de pájaros
al amanecer cuando despierto,
hoy que recuerdo
esos oscuros mechones 
guedejas sobre el ópalo de fuego de tus ojos,
chiribitas y cabriolas,
mientras tus palabras juegan a la comba
yo te miro, bella animala,
hembras que recorréis el mundo
llenando la mochila de versos
y trinos de alondra
flores para el final de un invierno,
tu recuerdo.

Peregrino al que el campo
el sol o el viento alentan,
revuelo de hojas,
regazo de mujer
música tu silencio
alma errante que caminas lejos
recolectando canciones
y aromas de hinojo y limoneros.
Mis piernas me alejan de ti
en esta mañana de sol de invierno,
caricia el recuerdo de tus palabras
liviana ternura recogida
en el cuenco de mis manos yo bebo
paisana de los caminos amiga,
ciao! ¡Nos vemos!

Marinero yo de agua dulce,
viajero al corazón de las tinieblas un día,
hoy a la luz de una fría mañana de sol
donde la brisa susurra
cantos de sirenas.


Hace una década y media que no escribo versos. Hoy brotaron porque sí al abrigo de una brizna de ternura. El caminante, que igual que se enamora de jilgueros y ruiseñores madrugadores que del color del cielo, hoy siente en su corazón errante la caricia de unos besos, besos de amiga y caminante, y sueña a medias entre la vigilia y el sueño. La mañana es de un frío hiriente que corta el aliento, pero aún así.

He andado muchos caminos
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares
y atracado en cien puertos.

Y ahora, a cuestas con mis recuerdos, a lomos de mula vieja voy cantando en la mañana mis amores a las cebadas y a los gorriones que muertos de frío pían y juegan o aletean en solitarios árboles como guardias civiles guardando de la mañana el campo yerto.


Estaba claro que la jornada de hoy iba a ser de mujeres y versos. Ya temprano mi teléfono, como concha del camino en donde se recogen brillantes gotas de rocío, me alertó con su trino de pajarillo para que lo tomase y le hiciera caso. ¡Ah, sorpresa!, Carmina, nuestra hospitalaria Carmina, me da los buenos días en verso:

“Para que tengas buen comienzo mañana:

"Vi tu luz, camino...
y te seguí.
Oí tu voz, sendero…
y te escuché.
De perderte tuve miedo...
¡Ay, camino!, qué liviano…
llevo en mi alma tu envés.
Déjame cogerte de la mano...”

Y naturalmente en verso la contesto:
“ Como gotas de rocío
tus palabras adornan
la madrugada”.

La vida es una caricia mientras el camino se llena de viento.


¿Por dónde anduve, además de por Tierra de Campos? Pues por la ignota tierra de los cuerpos, tan cercanos a nosotros y tan incomprendidos. Ellos anhelantes, contradictorios y nosotros sometiéndolos a la leyes tiránicas de las convenciones, encerrados como momias dentro de lo estrechos límites que los doctos maestros de la Iglesia Católica y sus aledaños, perfectos ignorantes ellos en estas cosas, inventaron para oprobio de la naturaleza; encerrados en la pazguata mojigatería, anhelantes ellos de lo otro, el demediado otro de Platón, pero ayunos, pies pa qué os quiero, pajarito entre las manos, no me dejes dulce doncel sola de nuevo en esta madrugada de viento.

Admirado estoy de lo poco que da de sí esto de los versos, 673 palabras tan solo después de bregar un buen rato con ello. Me temo que la rima se me metió en los sesos y esta tarde no habrá manera de curarme del embrujo de los cuerpos. Se le perdone al peregrino porque con paisaje tan llano, apenas unas cebadas, unos arbolillos y las torres de las Iglesias de Wamba, Ciguñuelas y Simancas no hay quien escriba un post de éstos. Y eso que andaba por ahí el Pisuerga y su puente de ojivas de piedra y los anegados álamos nadando a contracorriente en las aguas revueltas del río, que si no, ni eso.


Bueno, pues andaba yo alejándome de las aguas del Duero, no allá donde éste forma su curva de ballesta, que eso es en Soria, al decir de Machado, cuando sonó el teléfono. El Pisuerga, afluente del Duero, habíalo dejado atrás a media hora de camino bajo los arcos de un puente viejo. Sonó el teléfono, y al otro lado del hilo, un decir, sonó la voz de Arturo el hospitalero, que del peregrino éste saber quería el paradero. Arturo, amante de los Caminos del Apóstol y anfitrión de excepción en este mar que atravieso, en donde islas notables como Simancas se presentan al viajero, invitó a éste a comer huevos fritos, gijas y ensalada de tomate con pimientos. Gran Arturo este hombre, que en tierras vallisoletanas atiende a peregrinos y caminantes como en los mejores viejos tiempos. Gracias Arturo, por tan entrañable acogida a este peregrino que más que peregrinar parece un enamorado no sólo de los caminos o la lluvia, que con tantos cariños que va recogiendo en albergues y posadas del sendero, adicto se va a hacer hasta el final de sus días a trajinar por el viento, viento de los caminos donde silba el jilguero y a la mañana fresca el ruiseñor canta a su enamorada desde el tejado y sus aleros.

Así que al acogedor albergue de peregrinos de Puente Duero, fueron a parar mis huesos. Veintisiete kilómetros había hecho pero, como el peregrino está en forma y enamorado, a poco le supieron tantos kilómetros por estas tierras del Duero. Larga gloria dé Dios a estos ángeles, los hospitaleros, que no sólo te invitan a comer y te dan a beber el vino viejo de la comarca, que además te proporcionan la sabiduría que dan los caminos y el aliento de tantos peregrinos de que está el mundo lleno.

Gracias Arturo por tu acogida

Los versos en el teléfono son un patata frita y disculpas he de pedir por ello, porque salen descuadrados y rotos al socaire de un espacio muy estrecho, razón por la cual que, aunque rimando escribo, no se han de ver mis versos como la tradición dicta, ordenados en un rimero en donde los versos tenga su final y su comienzo en una sola línea como cánones y entendidos dictan han de hacerse lo versos.


Y aquí en verso me despido esperando que mañana la rima y su pautado no me visiten más, porque si este ritmo y sonsonete me ha de durar mucho tiempo va a ver muchos que pensarán que de un peregrino de otras épocas estas crónicas son y no de un caminante de nuestro tiempo.

Buenas noches tengan ustedes y que lo angelitos les regalen un tranquilo sueño.

Amén.

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Me llega una copia del cuadro de Carmina que el otro día no pude incluir. Aquí queda esta bella obra: El Cristo caído















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