Rodeiro, 9 de marzo de 2018
Camino de invierno. Etapa Lalín – Rodeiro.
Ayer tuvo tanto éxito, éxito esperado dado el título del
post, aquel “¡Malditas mujeres!” (unas pocas horas después ya
superaba el millar de visitas) que hoy me siento animado a romper una lanza, un
decir, que nadie, y menos las mujeres, necesitan de tal cosa, a platicar sobre el asunto. El caso es que
me alertaron desde casa, ya dije que el cardiólogo me prescribió no aparecer
por las redes sociales ;-), sobre uno de mis contactos que andaba machiruleando
en su perfil a costa del asunto del 8 de marzo, y no resistí la tentación de
darme una vuelta a ver qué se cocía. Podría decir que ni me iba ni me venía lo
que otros puedan opinar sobre esto o cualquier otra cosa, pero después pensé
que, decir a alguien, de esos que siempre tienen a su disposición un coro de
aplaudidores dispuestos a reír “la gracia” de cualquier estupidez, alguna sensatez, no iba a venir mal a ese clima cavernícola en que todavía se
refugian, como hombres del paleolítico con neocortex aún por desarrollar,
los machitos de nuestro tiempo. Ah, esa raza en extinción que como pez fuera
del agua da sus últimos coletazos. Como no quería ser demasiado agresivo con
ese compañero, por otra parte amante de las montañas como yo, y que para más
curiosidad hacía causa propia con lo pensionistas y solicitaba la no exención
fiscal de la Iglesia ,
al final me limité a contestar con unas breves palabras: “Recordad que los machirulos
tienen los días contados. Estamos en el siglo veintiuno y algunos todavía creen
vivir en el Neolítico”.
Un ejemplo típico de cómo alguno lee. La peregrina Alicia Taborda me echa una bronca de padre y señor mío... |
No era caso único. Tengo amigos, y algunos muy cercanos, que
todavía no se han despertado al siglo este definitivo en que por fin hombres y
mujeres tendremos que ser iguales en derechos y obligaciones. La broma fácil y
tópica continúa apareciendo en sus labios por efecto de la inercia de otros
tiempos pero en la actualidad, aunque ellos no lo manifiesten lo cierto es que
sufren un problema de adaptación que todavía les obliga a salir a la calle con
la careta de la muesca machista aunque cada día vayan estando más lejos de su
primer estatus. Ponerse al día y reconocer que uno ha estado décadas haciendo
el indio con la cosa del género no les resulta fácil. Por eso creo que hay que
ser comprensivos con ellos. Lo contrario es que la vida acabe dándoles un
buen papirotazo hasta que terminen de despertar.
Recibí tempranamente carta de mi amiga desconocida que me
contaba que tras un largo vagabundaje por la Valencia había terminado
en la gran manifestación. Volví a casa contenta e inmersa en una borrachera de
alegría, escribía ella. Yo a mi vez le contestaba: “Ayer no me acosté pronto, era difícil despegarse de la
emotividad de la manifestación. Recuerdo que en los tiempos de las últimas
grandes manifestaciones de Madrid hablábamos de la maniterapia, del efecto
terapéutico que ejercía sobre nosotros esa sensación de ser uno entre muchos
con ganas de cambiar el mundo; lo contrario que sucedía en las últimas de estos
años.
Son las
nueve y cuarto de la mañana y las calles de Santiago parecen no haber salido
aún del túnel de la noche. Estoy en un autobús destino a Lalín, el pueblo
donde comienzo mi Camino de Invierno. Lalín - Santiago ya lo hice cuando caminé
la Ruta de la Plata y no me apetecía
repetir caminos.
Me marea
escribir en el autobús. Un abrazo”
Yo soy el camino, mi camino, quiero decir. Envuelto una vez más en el seno de la lluvia, camino por una senda de asfalto vecina a la
carretera encerrado en mi mismo. Después de tomar el autobús en Santiago, ahora
voy alejándome de Lalín envuelto en un clima de intensa borrasca.
Solo la belleza y el arte nos redimirá, oigo bajo el manto
de lluvia a mi lector. Esta mañana En el
enjambre de Byung-Chul Han. Es muy curioso esto de leer abrigado bajo la
lluvia en el entorno de mi equipo. Sensaciones como cálidas gotas de agua
chorreando por mi cuerpo, ocupando mis sentidos, palabras, ideas atravesando por
ósmosis mi cuerpo. Atentos: “La hipercomunicación digital destruye el silencio que necesita el alma para
reflexionar y para ser ella misma. Se percibe sólo ruido, sin sentido, sin
coherencia. Todo ello impide la formación de un contrapoder que pudiera cuestionar
el orden establecido, que adquiere así rasgos totalitarios. Empresas como
Facebook y Google trabajan como servicios secretos que vigilan nuestros
intereses para extraer beneficio de nuestros comportamientos en internet y las
redes sociales”. Atentos, sí. Tras los muchos beneficios que nos aporta Internet
se esconde la tiranía y, ¿quién no se atreverá a decir?, un cierto
totalitarismo con el que nos veremos abocados a no menudas estupideces, a un
tipo de vida totalmente manipulado por la propaganda de estos nuevos amos de la
comunicación, es decir del mundo. Convertidos en masa anónima movida por los
hilos, como si de un teatro de títeres se tratara, de monstruos como Facebook y
Google, ¿en qué esperaremos que pare todo esto?
Encontré una fonda en el camino, posada, fonda y una joven
posadera que me arregló la vida hasta el día siguiente. Sopita caliente y un
enorme cocido suficiente para alimentar a una familia. Luego un cuarto
templado, el calor del edredón, mi ropa puesta a secar en un par de calentadores.
¡La gloria! ¿Cómo sería disfrutar este gran placer sin haberse chupado antes
más de una veintena de kilómetros bajo la lluvia?: imposible.
Sergio, desde su rincón de la costa gallega junto a Baiona,
sentado en su sillón leyendo "El mono del asesino" y escuchando a
Grigory Solokov se interesa por la continuidad de mi camino. Me llega mientras
tanto un guasap de mi amigo Ramón que ha comenzado esta mañana en Oporto, bajo
la lluvia naturalmente, el Camino Portugués de la Costa. Esto me dice: Ya comienzo con ropa de agua al salir del aeropuerto. Me dirijo ya al mar en
busca del camino”. Y yo le contesto: “Bienvenido al Camino, el que cura los
males y alegra el corazón. A la salida de Lalín chirimea. Esto me recuerda
aquellos tiempos en que caminando por la Ruta de la Plata o el Camino del Norte, tú a caballo, yo a
pie, nos encontrábamos, desencontrábamos, caminábamos juntos, comíamos o
cenábamos en posadas y albergues como dos caballeros andantes, tú don Quijote,
señorial sobre tu apuesto Vermell en lugar de Rocinante, yo como humilde
escudero Sancho. Tiempos aquellos que ahora repetimos tú camino de Santiago, yo
alejándome de él camino de Ítaca como Odiseo”.
Ese “libre te quiero” que me encontré ayer sobre una
pancarta en la manifestación, me tiene algo colgado hoy. Fue un día la creación
de un libro pero también el colofón a un largo silencio que se abrió tras el
anunciado naufragio de unos esos amores que tras cinco años de fuego el
tiempo y las circunstancias vienen a convertir en cenizas. Cosas de hace década
y media. De aquellas cenizas brotó como un espasmo un río de versos que después
quedaron plasmados en un libro que considero digno de leer por aquellos que
gustan de los versos. Cuando llega el naufragio, se titulaba. Hoy lo hubiera títulado mejor Versos para después de un naufragio. El libro se puede conseguir
aquí.
Y sucede que de tarde en tarde, en tantas horas de caminar
solitario da para todo, el viento me trae rachas de nostalgia que el caminante
va drenando como puede, unas veces escribiendo, otras
plantándolas a la vera del camino, como haría Khalil Gibran, con el ánimo de
que de ellas nazcan bonitas flores la próxima primavera.
Una borrasca muy profunda amenaza el fin de semana. Veremos
si la tal es capaz de arredrar a este peregrino.
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