Tú eres el camino


Cuenca de Campos, 18 de marzo de 2018

Camino de Madrid. Etapa Santervas de Campos – Cuenca de Campos.

Desde nada más salir de Santervás de Campos el mar se tendió ante nosotros como una colcha de ocres y verdes que hubieran puesto a buen recaudo las olas, pero que conservaran la inconfundible uniformidad de un mar tranquilo sobre el que se posaba el frío sol de la mañana. ¿Y el camino? El camino un lanza que corría por los campos derecha como un rayo hacia el punto de fuga de un horizonte hasta allá donde la tierra se curva. La gran monotonía de moverse por la calma chicha de este mar a veces verde, otras de pálido arena, las más adornadas con un tropilla de chopos adocenados unos junto a otros como si su sentido gregario no les permitiera despegarse del rebaño.

Y el paso regular, uniforme, el ruido y sobre la grava de nuestras botas, la sensación de no avanzar en aquel inmenso llano.

Al cabo de unas horas, mientras Victoria renqueaba por el inoportuno dolor de una pierna que le hacia parar cada poco rato, en un cruce dimos con esa flecha amarilla en la que alguien había pintado ese: “Tú eres el camino” que encabeza hoy este post. Lo que quiera decir eso de tú eres el camino no está muy claro, pero la frase tiene garra, invita a la autoafirmación, algo así como sé tú mismo, exactamente el mismo mensaje que transmite el título del libro que terminé ayer de Alan Watts: Conviértete en lo que eres. Suenan muy bien estas cosas en un mundo como el nuestro en donde la estandarización amenaza por meternos a todos en unos pocos cajones en donde los medios y los imperios del Google y Facebook pueden llegar a robarnos nuestra capacidad de autodeterminación. Las cosas suceden de tal modo y nos encontramos tan sobrecargados por la presión del medio que, cuando uno ve sobre una flecha amarilla ese signo tan entrañablemente cercano que guía nuestros pasos, un lema así, “tú eres el camino”, le dan ganas de conocer al sujeto que la pintó para tomarse unas cañas con él y compartir la confraternidad de ese hallazgo: sé tu mismo, coño, y no permitas que nadie, y menos los especialistas del marketing, hagan de ti un consumidor ciego, un adepto a un partido, un fanático de un líder, en fin un feligrés sin criterio propio de cualquiera de las feligresías en boga.

Y parece como si hubiera mañanas en que una idea se convirtiera en leit motiv para el resto de la jornada, porque un momento después de fotografiar la flecha amarilla un pitido me dice que en mi bandeja de entrada del correo hay un mail, y lo abro y es el comentario de un anónimo a mi post de ayer que dice: “Caminar es una apertura al mundo. Restituye en el hombre el feliz sentimiento de su existencia”. Y lo leo y me quedo un momento pensando y trato de constatar la veracidad de esta afirmación. Echo cuentas, llevo más de un mes caminando y ahora trato de averiguar, busco en los rincones de mi cuerpo, en la memoria de días pasados ratos que me hagan confirmar ese aserto de que caminar restituye en el hombre el feliz sentimiento de su existencia. Ya días atrás he dado testimonio en más de una ocasión de esos pequeños riachos de felicidad que recorrían el alma del caminante cuando de madrugada, sumergido en la inacabable lluvia de los caminos de Galicia, sentía cantar en mí la delicada nana de la felicidad. Y me digo que no era otra cosa ese sentimiento de la propia existencia, sentimiento de tu cuerpo, de tu calor humano, de la plenitud de ser yo pero ser también lluvia, viento, barro del camino, las siluetas oscuras de los árboles desnudos cuando se recortaban contra un gris amanecer, ese ruiseñor que me acompañaba tantas mañanas. Mi existencia fusionada con la existencia del Todo. El agua de lo caminos, las largas jornadas de pisar la tierra y de acompañar a lo bosques y al fragor del mar por fuerza producen en el caminante alguna clase de transformación. Y el silencio, la capacidad del silencio para sembrar de delicada esencia nuestra propia existencia.

Y es que me llamó la atención la cita a la que me refiero más arriba y me fui a la red a interesarme por este autor que no conozco y casualmente tropiezo con uno de sus libros que lleva por título un concepto que me es caro, Silencio, y que es el gran compañero de mis correrías por los caminos de medio mundo. El silencio es un sentimiento, afirma un comentarista y pone de relieve la notable diferencia que se da entre dos diferentes clases de personas. Mientras unos experimentan ante el silencio una sensación de recogimiento, de serena felicidad, otros se asustan y buscan en el ruido o la palabra una forma de ahuyentar el miedo. Pareciera que hubiera autores cuyas preocupaciones y sensibilidad estuvieran en una frecuencia cercana a la tuya; que es lo que saco en conclusión cuando echo una ojeada a los libros de este autor. No he localizado su libro Silencio en mi biblioteca, pero voy a probar con un título que si que tengo Antropología del cuerpo y modernidad. Mi intuición me dice que este tipo de hallazgos hay que explotarlos. Un estudioso del silencio que concede al caminar tan alto estatus merece entrar en la lista de espera de mis lecturas.

Decía que se concitaban a veces los asuntos. Y es que llegamos a Cuenca de Campos y nos acercamos al Rincón del Peregrino donde pensábamos comer y resulta que está cerrado hasta el verano, pero sale Carmina, amiga entrañable de los peregrinos, y pegamos la hebra y se ofrece a prepararnos la cena para esta noche y nos cuenta que ayer hubo fiesta en su bar y que está rota por el ruido y el bullicio y de pronto se pone hablar del silencio, de su amor por el silencio y la necesidad de estar sola con sus pensamientos y sus cosas. Y nos acabamos de conocer hace unos minutos y nos quitamos la palabra de la boca y yo le cuento de cuando estoy todo el día con gente y al llegar la noche lo mucho que me echo de menos porque tengo la sensación de que no me he visto a mí mismo en todo el día. Y me cuenta de sus ratos de lectura y escritura, y los tiempos que dedica al dibujo y a la pintura o a sus plantas que le regalan paz cuando ella les ofrece su silencio.

“La modernidad trae consigo el ruido. En el mundo retumban sin cesar instrumentos técnicos cuyo uso acompaña nuestra vida personal y colectiva, la de los medios de comunicación de masas, la de los teléfonos, los portátiles, etc. Una palabra que prolifera, que no calla nunca y que se arriesga ya a no ser escuchada” ("El silencio, aproximaciones" de David Le Breton).

Va siendo hora. Nuestra anfitriona, la amable señora Carmina nos espera. Su local está cerrado a cal y canto, pero se ha ofrecido gentilmente a hacernos la cena. Da gusto encontrar esta hospitalidad en el Camino.


Pero la jornada no había terminado. Nos fuimos a cenar a casa de Carmina, pero fue tan agradable y sorpresiva la velada que tuvimos que siento necesidad de dejar constancia de ello en este diario del peregrino. Carmina se mostró como una persona apasionada por la vida, amante de la pintura, poeta ella misma, pintora de cuadros y murales con un corte personal tan original que ningún aficionado a estas artes podría dejar de apreciar; pero sobre todo mujer con una exquisita sensibilidad. Nuestra jornada de caminantes de mañana nos impidió continuar la velada hasta donde hubiéramos deseado. Fuego y estufa de leña había como para emular aquellos viejos tiempos de historias junto al calor del hogar. No fue posible  Carmina desde aquí nuestro agradecimiento.

Recojo más abajo dos trabajos de su mano. Lamento que el que más me gustaba haya salido mal; se titulaba El Cristo caído.


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albertodelamadrid.es


Lienzo original de Carmina Herrero Aparicio

"Mi dolor" de Carmina Herrero Aparicio














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