Mi nieto Manuel aprende a arar. Hoy estreno tienda






Parterkinchen, 21 de junio de 2018 

Etapa Esterbergalm – Parterkinchen


No llovió esta noche pero el relente dejó todo empapado, incluido mi saco de dormir. La tienda estaba tan empapada por fuera como por dentro. Mientras recogía mi saco mojado volví a pensar en la necesidad de encontrar cuanto antes una tienda de doble techo. Fuera la humedad se mascaba. El sol llegó a mi vivac justo cuando abandonaba el lugar. Las seis y media de la mañana. Cargar el macuto, tomar los bastones y al lío, como dice el amigo Vinches, cada vez que se encarama a uno de esos enormes pedruscos que tienen por el sur. Mi “al lío” esta mañana es un modesto y solitario sendero que trepa pacientemente por un bosque de abetos. Según me voy elevando el bello y agreste macizo de Zugpitze, con sus cumbres cercanas a lo tres mil metros, va ganando en robustez y belleza. 

Hoy mi camino pasa por ascender hasta las cercanías del pico Ameisberg, en cuyas laderas se levanta la estación de esquí de Wank, para descender después hasta la ciudad de Parterkinchen. En el restaurante de Wank había un selfservice con una abundancia tal que comí con la vista mucho más de lo que mi cuerpo necesitaba. Mi instinto de supervivencia me confundió. Me sobró la mitad. El resto, incluida una buena ración de arroz con leche fue a parar a un bolsita hermética que siempre llevo para el caso. 

Como el día anterior no había tenido cobertura, en el descenso Victoria y yo nos desquitamos. Me gusta esta cotidianidad de hablar con ella por teléfono. Conecto el auricular bluetooth y bajo charlando con ella como si estuviéramos en el cuarto de estar de nuestra casa. Victoria estos días está en Valdemanco cuidando a Manuel mientras su madre se ha tomado unos días de vacaciones. Ella y Manuel han subido un rato con las cabras, me dice. Me encanta que me cuente cosas de Manuel. 

Parterkinchen es una bella ciudad de la Alta Baviera. Las típicas casas tirolesas y sus fachadas pintadas con motivos históricos, las flores por todos lados, el buen gusto y sobre todo la evidencia de un alto nivel de vida. El telón de fondo de Zugpitze, levantado como un gran decorado tras las cúpulas de sus iglesias, da un terminado bello a todo el escenario. Tras la comida confiaba en poder secar mi saco de dormir, así que me detuve en un banco público, saqué mis cosas y lo extendí (la tienda ya la había secado antes de mandarla por mensajería a España). No habían pasado cinco minutos cuando un imprevisto trueno sonó en todo el valle y se puso a llover a torrencialmente. Pies para qué os quiero. Arrastré todo mi equipo hasta un garaje que había cruzando la calle. La tormenta no duró más de un cuarto de hora. 

Después de lo que me extendí ayer con lo de la educación de los peques, y especialmente tras la conversación con Victoria, me siento inclinado a hablar de mi nieto, que va a cumplir dos años el próximo verano y en quien yo veo la antítesis de esos modelos de educación infantil que corren hoy por el mundo. Mi nieto Manuel, que algo está saliendo ya a su padre, cabrero de profesión por más que su título universitario podría haberle tenido dando clase, por ejemplo, en un instituto, una profesión, la educación que cuajó más o menos en toda nuestra familia; mi nieto, decía, hoy que le recuerdo detrás de su padre tratando de llevar el arado del que tira el fiel Gitano, un caballo de pelaje gris que tanto se presta para arar los surcos para las patatas como medio de transporte al cabrero, se me antoja hoy como ejemplo de la mejor infancia que puede tener un niño pequeño en nuestros años. Ni mi hijo ni su chica, Ana, estudiaron pedagogía pero visto como van las cosas bien podrían convalidarles con nota el titulo.



Yo siempre he pensado que en mi siguiente reencarnación lo iba a tener crudo porque no me gusta nada el mundo que estamos creando, pero cuando pienso en Manuel, creo que sí, que en sus circunstancias sí daría mi beneplácito a volver a reencarnarme en un niño en sus circunstancias. Por ejemplo, Manuel, cuando su madre tiene el turno de noche, lo levantan a las cinco y media de la mañana y se va con las cabras. Mientras el padre ordeña o atiende a los animales él juega con ellos o tira piedras al arroyo, o si tiene sueño duerme en el todo terreno junto al aprisco, en Valdemanco lo llaman tinao. También me gusta verle en el caballo con su padre de un lado a otro del monte cuando no está en la casa de niños; me gusta como llama a gritos a las cabras o las azuza con un palo. Ese puro aire de niño de campo, como los niños de los libros de Ana Maria Matute o Miguel Delibes, o como yo mismo que pasaba los tres meses de verano acampado junto al río Alberche desde los cinco años haciendo de Hunkkeberry Finn o Tom Sawyer, pescando, fabricando balsas, cazando conejos o construyendo alguna choza. Benditos aquellos años de niñez que yo querría para nuestros pobres niños siempre tan protegidos, tan agarrados a las faldas de su mamá (pausa, el tiempo se está poniendo negro así que mejor dejo esto y monto la tienda. Tienda nueva por cierto, que hoy indagué en Parterkinchen y sí, encontré lo que quería, una de un kilo y medio, 5000 mm de columna de agua y una estructura que me permite estar sentado. Un lujo de tienda aunque un poco cara. Tiene una forma curiosa y dos espacios bajo el doble techo bastante amplios. Espero que funcione. De momento estoy contento. Como sé que hay curiosos que gustan saber de estos materiales… es de tecnología alemana, se trata de una Mira I de la casa Exped).

A tres o cuatro kilómetros de la ciudad, monte arriba ya, encontré acomodo. Junto a mi vivac de hoy pasa un caudaloso riachuelo que me va a servir de sonajero esta noche. De todos modos cuando camino no necesito corderitos ni nanas para dormirme. Caigo sopa en un plis plas. Siempre suelo dormir bien, pero cuando estoy en el monte es una bendición. Este año lo disfruto todavía más porque he decidido no alargar mi jornada de caminante más allá de las cuatro de la tarde y cuando llega la hora de dormir ya llevo cuatro o cinco horas de ocio que empleo en escribir, leer, mirar el agua del arroyo o echar una partida al ajedrez. 

… Y se pone a la llover, y me meto en la tienda, y ah, bendición. Por arriba casi me sobra un palmo sentado. Esto parece un palacio después de la estrechez de los días anteriores. 



NOTA: Ya que estamos aprovecho para hacer propaganda de la quesería carnicería de mi hijo. Los que andéis por La Cabrera o el Mondalindo lo tenéis bien cerca, está en Valdemanco (también trabaja online.


Quesería - Carnicería :El Cancho de las Pilatas Sólo de Ganadería propia en régimen extensivo, manejo tradicional. Producción limitada de calidad a buen precio.



















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