“Free solo”: la intimidad convertida en espectáculo.





El Chorrillo, 22 de mayo de 2019. 


Anoche, viendo escalar a Tommy Candwell y a Kelvin Jorgeson en Down Wall, me asaltaba parecida pregunta de hace dos días cuando contemplábamos en casa a Alex Honnold escalar en free solo la pared de El Capitán en Yosemite. Duda, porque a la vez que me creo agraciado por presenciar la ascensión siento en el mismo momento que hay una enorme incongruencia entre la vida personal e íntima de quien asume una aventura de tales dimensiones y el espectáculo ofrecido al mundo, a lo medios, a la expectación de la curiosidad pública. Desde este último punto de vista la situación me parece casi obscena dadas las altas posibilidades de que suceda una catástrofe. De parecida manera que no puedo imaginar a nadie haciendo un documental en el cuarto de baño o en relaciones íntimas con su pareja, me parece descabellado, aunque agradezca, y mucho, que haya quien nos ofrezca estos films, algo así me sucede con estos documentales donde entiendo que se fragua una lucha tan íntima y personal y a la vez tan cercana a la muerte, que sólo uno mismo o su compañero tendrían derecho a traspasar esa intimidad. Hablo de Free solo. 

El ejercicio de convertir en espectáculo estos retos tan extremadamente personales se me antoja como una impudicia que adquiere su máxima expresión en el caso de la ascensión de Alex Hannold donde el más insignificante fallo puede suponer su muerte. 

Entiendo que hay cosas y actos en la vida que tienen una calidad tan íntima, tan personal, y ese enfrentarse a dificultades tan extremas en donde la vida pende de un hilo y en que el individuo se encuentra a sí mismo en una  desnudez vital imposible de superar me parece lo más íntimo que uno puede vivir, que compartirla frente a  una cámara lo siento como un sacrilegio y una lamentable disolución de las vivencias del individuo en el fatuo mundo de la mass media. ¿Será alguien capaz de imaginar las experiencias místicas, los momentos de arrobo, aquellas situaciones en la vida en que nos hemos visto rozados por la plenitud, servidos vía televisión al ocioso mundo de los espectadores? 

Estos documentales me ponen nervioso, los miro con fruición, agradezco esa posibilidad que se me ofrece de vivir de cerca estas extremas aventuras, pero creo que hay algo importante que falla en el acto de su escenificación. Como si hubiera hechos en nuestra vida que son intocables en el momento de producirse, tan nuestros que sólo nuestro relato posterior, tratando de revivir sentimientos y sensaciones para comunicarlos a los otros sería posible. 

En el documental Free solo se plantea en algún momento esta tensión cuando Alex charla con un escalador, también de élite, que confiesa que nunca admitiría una cámara grabándole en una aventura que es exclusivamente personal. Alex no parece tenerlo claro, pero no tiene tiempo, o acaso está ya demasiado comprometido, para sopesarlo. Entiendo que las relaciones que mantiene uno con la montaña son tan intensas, de un ámbito tan entrañablemente íntimo, que huelga añadir cualquier pero que permita la intromisión de espectadores que contaminen la pureza del encuentro del individuo con su propio reto, so pena que subestimemos y banalicemos nuestras vivencias personales más íntimas.

A diferencia de otros deportes o espectáculos, los ingredientes de la aventura que se viven en la montaña, que considero contienen un infinito mundo de intensas vivencias y sensaciones, son tan complejos y emocionalmente gratificantes que el hecho de convertirlo en espectáculo convierte la aventura en otra cosa. Creo. Quizás la notoriedad, la satisfacción por el reconocimiento de los otros tenga sus compensaciones, también la pasta que se gana en ello, acaso, pero en cualquier modo estaremos convirtiendo la montaña, la aventura, el contacto con la naturaleza en algo que entra más en conexión con los cánones de nuestra sociedad de consumo que con el espíritu que hace de nuestra relación con la montaña una pasión íntima y amorosa. 

El mundo cambia y no siempre los cambios mejoran nuestra relación con nosotros mismos y con la naturaleza. Por una parte está la banalización de la aventura. Días atrás leí una noticia que todavía tengo por dudosa: en una jornada se habían juntado más de trescientas personas en la cumbre del Everest, decía la nota de prensa. En otra alguien pretendía hacer los catorce ocho miles en medio año. Un helicóptero lo transportaba de un campamento base a otro. Por otra parte está la competitividad que arruina cierto espíritu, acaso romántico, en que la relación con la montaña, los bosques, el riesgo o el cansancio era algo fundamental que acompañaba a todo aquel que practicaba la montaña, convirtiendo el alpinismo o la escalada en una carrera de marica el último, y por otra la aparición en el ambiente alpino o la escalada de los medios que convierten esta actividad en alimento de masas ansiosas de actividades extremas, cosas que no haya hecho nadie hasta ahora. Una sociedad que tanto se alimentan del morbo de la muerte de un niño en un pozo como de la posibilidad de que un escalador que sube la pared de El Capitán sin cuerda ni seguro alguno, se mate. Actividades que mueve el dinero, porque la audiencia da para ello, y que amantes de la montaña y la escalada asumen, imagino, porque ello les permite practicar una actividad que les apasiona, pero que a su vez limita esa relación íntima que la montaña les proporcionaba. 

Añadir que encuentro una diferencia notable en base a estos argumentos entre Free solo  y Down Wall. Mientras que en el primero me parece inoportuno, entre otras cosas porque se está escenificando la posibilidad de que el único actor del documental muera en la filmación, en el segundo se trata de una reconstrucción posterior que goza de una seguridad de que está exenta la escalada de Honnold. Por supuesto todas estas consideraciones no merman en nada la admiración por este hombre joven cuya filosofía de la vida y arrojo resultan tan admirables. Quizás esta concesión al gran público a través de la mass media, le esté facilitando hacer lo que más desea en la vida: escalar. 













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