En una chopera junto a Jaca, 6 de septiembre de 2019
Pirineos. En la Senda Camille. Col de Anchar de Alano – Col de Lenito de Abajo - Refugio Gabardito.
Estaba
bajando del Col de Anchar de Alano por medio de un bosquecillo de bojes cuando
me acordé de cierto acto vandálico que la administración del Parque de la
Pedriza cometió años atrás al destruir un cobijo que los homre y la naturaleza
y la pátina del tiempo habían convertido en uno de los rincones más
encantadores de nuestra querida Pedriza. De hecho era uno de los rincones más encantadores del Guadarrama. En primavera y principio del verano manaba junto a él un manantial que daba un agradable frescor a un prado cercano en donde alguien había plantado un almendro. La destrucción de aquel rincón es un hecho que cuando lo recuerdo hace subir a mi cabeza la indignación de mi sangre. No me hubiera estrañado que algún amante de ese rincón encantador, resentido por el vandidaje y usando de la vieja ley del Talión del ojo por ojo por ojo y diente por diente, hubiera hecho con la casa del administrador responsable del vandalismo lo que éste hizo con aquel hermoso cobijo de la Pedriza. Esas cosas que hacen
que haya una parte de este mundo que no me gusta. Empecé a darle vueltas al
asunto y me salían chorreras de párrafos poniendo a parir al administrador del
parque que había utilizado a los forestales como en Fahrenheit 451 se utiliza a
los bomberos para destruir todos los libros de un país. A veces uno se hace
optimista y piensa que el mundo tiene arreglo y entonces pone su inteligencia
en funcionamiento y elabora argumentos y posibilidades que puedan cambiarlo.
Pero es un esfuerzo inútil, en el mundo hay tanto imbécil y tanto payaso que es
imposible cambiar casi nada. Este “pero” último vino al caso cuando yendo a
abandonar el aparcamiento del refugio Gabardito me encontré con un letrero en
donde estaba escrito lo que un guardia civil nos dijo hace años mientras
Victoria y yo nos preparábamos para dormir en la furgoneta, y que yo no acababa
de creer, que en Aragón está prohibido no sólo acampar sino también dormir en
un vehículo. Es decir, que leyendo aquello, fue cuando definitivamente caí en
lo de que este mundo no tiene solución. ¿Contra quiénes pretende ensañarse ese
llamado Gobierno de Aragón, gilipollas de solemnidad que jamás llegarán a
entender qué es eso del respeto a las personas? Con gente así, con gente como
el administrador del Parque Regional de la Pedriza cómo pensar que este país
tiene solución. Total, que algunas notas que tomé para trabajar este post van a
la basura. En este país hay más imbéciles de los que mi tolerancia puede digerir.
Ya dejé de leer los periódicos en el mes de junio con aquello de la tomadura de
pelo de la Investidura, así que la cosa no me pilla de nuevas, sólo me queda
guardar todas las prohibiciones estúpidas que me encuentre por ahí para
utilizarlas de toilet paper. (Repasando este texto al día de siguiente,
poco después de que leyera en el FB de Julio Gosan el tratamiento que está
dando la prensa al asunto de Blanca, se comprenderá las pocas esperanzas que
hay de que este mundo cambie un poco a mejor.)
Ahora, sentado
ya a la sombra de una chopera en las cercanías de Jaca, lamento el tiempo que
dediqué esta mañana mientras atravesaba un bello hayedo camino del collado
Lenito de Abajo, a darle vueltas y más vueltas a este asunto de los
administradores de parques convertidos en vándalos. Lo
lamento de veras porque la mañana era bonita, fría y ventosa, pero como una de
esas mañanas de invierno en que tan agradable es pasear por el Retiro. Podía
haberme entretenido en pensar, por ejemplo, en alguna chica bonita con la que
me había cruzado el día anterior bajando del collado de Linza, o en un poema
que me hubiera gustado escribir titulado Mi credo, unos versos exaltados
de ganas de vivir que podrían haber sido, a la manera de Walt Whitman, llenos
de esa vitalidad y entusiasmo que el poeta norteamericano vertió en todo lo que
escribió. Pero es el caso que la fuente de los versos se me secó al poco tiempo
de romper el idilio que tenía con una antigua amante. Entonces los versos me
salían solos, mi alma y mi cuerpo estaban tan llenos de las bondades y los
horrores del amor que todos los días llenaba un par de páginas de versos.
Versos muy buenos, os lo aseguro :-). Si queréis comprobarlo no tenéis
más que comprar el libro y leerlo. Dejo aquí la referencia por si cae algún
crédulo en la red de su lectura (“aquí”). La
verdad es que añoro escribir versos. Si yo tuviera que pedir algo a Dios,
además de aquello de sólo le pido a Dios / que la vida sea no me sea
indiferente, le pediría que echara alguna pócima en mis venas para que los
versos me salieran corriditos y amorosos como le salen a Miguel Ángel Sánchez
Gárate, que hace poco, además, se acordaba con tanto cariño de Marcel Remy,
escalador a los 96 años, en uno de sus numerosos y excelentes poemas.
Quizás si
lograra escribir esos versos al modo de Whitman ya no me volvería a entrar la
mala leche que me entra cuando me encuentro con legisladores y administradores
idiotas. Es el caso que como uno ya va cumpliendo muchos años, poco a poco va
haciendo una selección de las cosas esenciales de la vida, y a la vez que
selecciona esas esencias va descubriendo a su alrededor que el grado de la
estupidez humana es tan grande, eche el que no lo crea una simple ojeada a los
periódicos en general o en particular lo que éstos hace con sucesos como el de
Blanca, que mejor alejarse unos cientos de metros del cotarro, como decía mi
amigo Paco hace tiempo, y ver la realidad desde una respetable distancia.
El bosque,
grandes hayas, se encuentra salpicado de acebos, bojes y algún que otro pino
que se va imponiendo cuando las hayas desaparecen. En el collado de Lenito de
Abajo el viento vuelve a soplar con mucha fuerza. Aquí, la carlina acaulis, que
hasta ahora había adornado aisladamente algún que otro prado, ha hecho del
lugar su hábitat y todo el prado se encuentra cuajado de sus grandes y bellas
flores. Por cierto, que me comenta José Luís Moreno en una entrada anterior,
que esta flor, que en vasco recibe el nombre de eguzkilore,
según la mitología vasca, al que contempla y respeta está flor se le deparan
muchos años de felicidad. Que así sea.
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