Le chemin de la liberté



Cabaña de Ansabere, 3 de septiembre de 2019 

Pirineos. En la Senda Camille, más o menos. Más tarde en Camino de la Libertad. Refugio de Arlet – Lago de Acherito – cabañas de Ansabere. 


Anoche, después de la cena, prolongamos la tertulia. Federico habla comedido con una apaciguada tranquilidad de los males de la época, la alienación producida por las nuevas tecnologías y los que se esconden tras ellas. Presenta una visión del mundo pesimista que es difícil de rebatir y del que hace culpable a esa gente que domina el mundo con su dinero y una tecnología que, como tentáculos que llegan a cada rincón del planeta, imponen un modo de vida cada vez más dirigido y en provecho de ese uno por ciento que acapara la riqueza del planeta. ¿Dirigidos a dónde? Sí, al absurdo, a ese círculo vicioso del hombre de dinero que alerta a un pastor que está ricamente tumbado a la sombra de un árbol un día de calor. Oiga, y por qué en vez de estar ahí tumbado no se hace con más ganado y así gana más dinero. ¿Pa qué?, pregunta el pastor. Hombre, si tiene más dinero después puede montar un negocio con el queso y la leche. ¿Y? Pues a continuación sí todo va bien lo mismo puede montarse una empresa a nivel nacional y ganar mucho más? Y el pastor a cada cuestión no pregunta otra cosa: ¿pa qué? Las cuestiones llegan al momento en que el preguntón le ha organizado una multinacional al pastor. Cuando llega aquí el pastor le pregunta ¿y bueno, para qué quiero yo tanto dinero y una multinacional? Pues hombre, para poder al final descansar a la sombra de un árbol y echarse una siesta. ¿Y todo ese trabajo para… llegar a poder hacer lo que estoy haciendo en este momento? El absurdo nos persigue por todos los lados, pero llegamos a la conclusión de que entre paradojas y esas contradicciones entre las que vivimos todos la cosa no tiene arreglo. 

El pa qué y la certeza de que nos moriremos en unos pocos años debería enseñarnos a vivir de otra manera, pero… 



Con estos asuntos andábamos cuando una mujer llamó nuestra atención hacia la ventana, tal que si se estuviera produciendo un milagro fuera: ¡la niebla estaba levantando! Llevábamos todas las horas del día con una visión reducida a unos pocos metros y la novedad nos llevó a todos los que estábamos en el refugio a la ventana como si delante de ella estuviera pasando el Melquiades de Macondo por los aires en su alfombra voladora. Pero la niebla, cabezona ella, no se retiró más allá de la orilla próxima del lago. 

A diferencia de otras veces en refugios fue una noche tranquila. A las siete de la mañana me asomé a la ventana de nuestra habitación: ¡ni una sola nube en el cielo! Fuera, sobre el horizonte, ardía ya el fuego temprano del amanecer. Las botas de todo el mundo estaban mojadas del día anterior pero reinaba pese a ello el buen humor. Las fotografías de las siluetas sobre el horizonte eran especialmente bellas. Todo el mundo en el refugio parecía llevar el mismo camino. Destino: Lescun. Pero a mí bajar mil quinientos metros hasta Lescun para volverlos a subir al día siguiente no me hacía ninguna gracia. El diseño de la Senda Camille, como tantas otras, padece de la necesidad de encontrar en su recorrido refugios en los que pernoctar, lo que obliga a veces a dar rodeos rocambolescos. El de hoy era uno ellos. Ya decidiría más adelante qué haría. De momento había que alcanzar el col de Saoubathou; después ya vería. Pensé que la salida del refugio iba a ser concurrida, una especie de Camino de Santiago, pero no. La gente se demoraba en el refugio y emprendí el camino pensando en que más arriba me alcanzarían los dos o tres grupos que iban a Lascun. A poco de elevarse el sendero, por levante ya se pudo ver la erguida y bella silueta del Midi d’Osseau acompañado a su izquierda de las cumbres de Arriel, el Palas y el Balaitus. Poco a poco el color ámbar que había cubierto las laderas tras las cuales sobresalía ostentosamente la picuda cima del Anie, se fueron aclarando hasta adquirir el tono luminoso de la media mañana. Grandes praderías verdes huían hacia el fondo de un valle todavía adormecido entre las sábanas del amanecer. A mitad de camino del puerto una gran piara de cerdos hacía rato que se daban un festín junto al barro de una cabaña. El pastor hacía aguas frente a la puerta lanzando su chorro de orina un par de metros sobre el alto de una roca. Detalle éste que un prostático como un servidor no podía dejar de admirar casi con la nostalgia con que se recuerdan “las proezas” de otros tiempos de la niñez  Qué lejos aquellos tiempos en que una fila de cuatro o cinco críos jugábamos a ver quien meaba más lejos. Me temo que Passolini debía de admirar también aquella fuerza juvenil que él recreó, me parece, en El Decamerón, o quizás acaso fue en El Satiricón. Passolini no deja de meter nunca en sus películas sus gustos y obsesiones… más o menos como hacen casi todos los que escriben o hacen cine. Gunter Grass quiso recrear alguna de estas “proezas” con personajes femeninos, creo que en La Ratesa, pero la cosa no pasaba de ser una anécdota un tanto forzada. 



No había llegado al puerto del Palo cuando a la izquierda tropecé con un bonito trabajo pictórico sobre azulejo que ilustraba el comienzo de un camino denominado Le chemin de la liberté. Enseguida lo relacioné con alguna de las rutas pirenaicas que siguieron muchos de los españoles que huían de las garras del fascismo que se cernía sobre nuestro país de la mano del dictador Franco. De todos modos, como soy un vagabundo que sigue rutas establecidas sólo cuando le parecen bien y soy dado a prontos según el ánimo del momento, resultó que aquello de Camino de la Libertad me sonó tan bien que decidí abandonar allí mismo la Senda Camille. Mientras tanto llegaron Federico, Daniel y una pareja que también había salido del refugio. Ella, cuando yo dije que cambiaba de camino por etc., enseguida puntualizó que no había caminos de la libertad, que la libertad se llevaba dentro. Tanto me sorprendió esa aseveración filosófica en ese momento que no fui capaz de sacarle punta a su afirmación. Nos despedimos con el “buen camino” de rigor que se usa en otras latitudes. Antes había hecho una toma de la pintura. Creí que el asunto le podía interesar a mi amigo Cive, hombre de relevante cultura interesado en las pesquisas de todo lo relacionado con los pasos fronterizos del Pirineo que sirvieron a los republicanos en su huida hacia Francia.

Resultó después que el camino de marras pasaba precisamente por un ibón, el de Acherito, del que guardaba buenos recuerdos de cuando mis hijos eran pequeños, un tiempo en que por esnobismo o porque llevábamos mucha guarrería encima, nos bañábamos en todos los lagos que encontrábamos, aunque, como éste, estuvieran a dos mil metros, o casi. 



Desde el sendero la vista era espléndida: a la izquierda, sobre el refugio La Mina, el castillo de Acher, más a la izquierda todavía el Basauri; enfrente la Aguja de Ansabere, la Mesa de los Tres Reyes, Petrachema, toda una gran cadena de montañas que cruzan el horizonte. Tuve que descender un buen rato para alcanzar la senda que sube al ibón Acherito. Es un lugar tranquilo y bello. Había alguna gente en sus orillas. Era el tercer día que andaba sin cobertura en el móvil y como mi chica anda pendiente de saber por donde ando decidí pedir a una pareja de maños que acababan de llegar que le mandaran un mensaje para que no estuviera preocupada. Carlos no sólo se ofreció sino que además me pidió que posara para mandarle también una foto mía. 

Necesitaba un buen rato de sol para secar mis cosas y además un lugar con agua. Elegí como destino las cabañas de Ansabere, precisamente un lugar por donde pasa la Senda Camille viniendo de Lescun camino del refugio Linza. Resultó que la cabaña tenía pastor, venta de queso y, además, cerveza. Una choza a cincuenta metros estaba a la libre disposición de los caminantes. Perfecto. 



Llevaba un rato escribiendo esta crónica en una de las literas cuando llegó Christopher, un caminante solitario cercano a mi edad que llevaba camino del refugio de Arlet: una cordial compañía para este final de jornada. 


















2 comentarios:

Cive Pérez dijo...

Como te comento de forma más extensa en un email, este 'chemin de la liberté' se refiere no a los republicanos españoles, sino a los Evadés de France que huían de la ocupación nazi para unirse a las tropas de Leclerc en África.

Alberto de la Madrid dijo...

Todavía estoy de ajetreo, me fui a dar una cuenta por Cotiella. Lo miraré más despacio.