El clave bien temperado del Comamala

 

 

Barranco de Comamala, 24 de agosto de 2020

Altos de Beret - Noguera Pallaresa – barranco de Comamala


Me quito el cansancio de la jornada a la sombra de un fresno junto al cantarín sonsonete del arroyo de Comamala. He descendido el curso del Noguera Pallaresa durante todo el día desde los Altos de Beret, pasando por el refugio Juli Arnalot hasta algo más abajo del refugio de Fornet. Después de comer emprendí la subida hacia el col de la Cornella por el barranco de Comamala a la búsqueda de un sitio donde acampar y pasar el resto de la tarde. Tenía además que encontrar un prado soleado para poner a secar todo el equipo. No había ajustado bien la bolsa de agua, siempre sospechosa de que se pueda producir una inundación dentro de mi macuto, y sucedió lo que tenía que suceder. Opté por buscar también la música del arroyo como compañía.

Me había propuesto dar un avance al libro de Paul Preston, Un pueblo traicionado, que llevaba tiempo aparcado en torno a la primavera de 1936 y así este dramático periodo de la historia de España quedó anexado al recorrido del Noguera Pallaresa. Nada que comentar. Nuestra guerra era el lamentable y triste colofón de una historia en donde los sinvergüenzas e hijos de la gran puta consolidaron sus posiciones de poder a costa, entre otros factores, de la incompetencia de muchos de los políticos de la época y de la hipocresía de Francia y Reino Unido.

Da pena asomarse a la historia de nuestro país tan rico en hombres valiosos y en cultura pero donde los intereses particulares terminan por arruinar la lógica de la construcción de una comunidad justa que contemple la posibilidad de una convivencia respetuosa con las discrepancias de los otros. El ahondamiento que produjo la guerra civil entre los españoles, junto al posterior adoctrinamiento por parte del franquismo, sigue sumiendo a España en una confrontación de la que por ahora parece imposible salir mientras la derecha no asuma la responsabilidad que le cabe como consecuencia de la destrucción del orden constitucional y la posterior masacre producida tras la guerra por Franco y sus secuaces. España sigue en la actualidad anclada en un retraso de normalización democrática debido al acaparamiento del poder real por parte de aquel otro económico, judicial y religioso.

Son cosas del otro mundo que acaso no me incomodarían si siempre fuera a vivir en éste en que ahora me muevo, el mundo de los bosques y las montañas, pero mi faceta de sapiens con dos nacionalidades, la que me otorga la vivencia en la naturaleza un día tras otro y, la otra, en la que estoy cuando bajo de los montes, me obligan a este deber cívico de conocer la historia de mi país y a sufrir como consecuencia el dolor que de ella se desprende.

En el sendero había caminantes y ciclistas, el refugio Fornet estaba lleno, pero ha bastado que me saliera de una ruta frecuentada media hora para encontrarme de nuevo una apacible soledad. Es una gracia que, creo, durará todavía muchos años pese a la masificación que se produce en todos los ámbitos. En este caso, un mes que llevo caminando por el Pirineo, es cierto que he tropezado en muchos lugares con una concurrencia que da miedo, pero se trata de espacios contados. En la etapa última, por ejemplo, hasta Fos, en día y medio sólo me crucé con un caminante y un ganadero. Llegará un día sí, en que cuando pases por París no puedas contemplar la Gioconda, por ejemplo, o subir a Peñalara o al Almanzor sea de hecho imposible si no quieres ir en fila india, pero quedará en cualquier modo la inmensidad de montañas lejanas, quedarán rincones menos accesibles donde encontrar esa pequeña parcela de soledad que solos o acompañados el hombre necesita para seguir recordando que pertenecemos en una medida muy importante a la Naturaleza de la que procedemos.

De vez en cuando me levanto y voy a dar la vuelta a la ropa que está al sol, especialmente al saco de dormir que recibió una buena ración de agua. El arroyo canta a mi lado inmune a mi presencia, ensimismado en su discurrir, allá arriba pega un salto y forma una pequeña cascada, después sortea unos abedules, se sumerge bajo unos pedruscos y brota de nuevo a los pies de una gran roca empenachada con una gruesa capa de musgo. Nuestras vidas son los ríos… El alma del río, su laborioso discurrir desde allá donde la nieve todavía resiste el verano o cuando mana espontáneamente bajo una roca, ah, si pudiera contarnos su historia, su fluir del alba a la noche o de la noche hasta las primeras luces del día, siempre envuelto su camino en la música que sale de su roce con las rocas, la tierra o las raíces de árboles, avellanos, abedules, pinos, robles, tonalidades que de la brusquedad de un salto de agua pasan al paseo de los pequeños meandros cuando la ladera se toma un respiro y discurre sobre un prado horizontal tranquila y sosegada buscando en un ir y venir haciendo culebrillas la salida hacia el valle que se adivina más abajo. Música como ese Clave bien temperado de Bach que Glenn Gould tararea mientras sus dedos recorren las teclas del piano, hecha de ritmos que más parecen salir de fibras del ánimo que de la propias cuerdas, las rocas o el lecho pedregoso del cauce.

Dentro de unos minutos la montaña que tengo delante me robará el sol. Una pena, podría hacer como aquel viejo del cuento taoísta, tomar un pico y una pala y echar abajo parte del picacho para así poder seguir disfrutando del sol de este final de tarde, pero… Me parece que tengo que moverme y recoger todas mis cosas esparcidas por el prado y preparar mi casa de tela para pasar la noche.


  

No hay comentarios: