El vagabundo se da un buen porrazo

 


Valle d'Artigue, 27 de agosto de 2020 

Lago Certescan-Valle d'Artigue

 

La magia del cine, la pasada noche la magia de Cassavetes con Gloria, hacía que cuando paraba la película un momento me sorprendiera de lo lejos que me encontraba de Nueva York. Por una hora las montañas habían desaparecido, había desaparecido yo mismo metido en el saco con el teléfono en la mano, por cierto que algún día tendré que inventarme una especie de trípode para ver cine tumbado en mi vivacs, y me centraba de lleno en la huida de la mafia que pretendía apoderarse de un niño de origen hispano y de su libro.

El “en un lugar de la Mancha…” que sirve a Cervantes para situar a su protagonista brevemente en un espacio, lo utiliza Cassavetes con tal lujo de buen cine, una transición desde las acuarelas que sirven de soporte para los títulos de crédito, que va recorriendo el espacio por los cielos de Nueva York, la estatua de la Libertad, un autobús, una agitada joven, una familia que tiene datos de la mafia, el hijo pequeño que pasa a manos de una vecina, Gloria, un tiroteo que mata a toda la familia y, fin de “en un lugar de la Mancha…”. Ahí quedan Gloria, a la que no le gustan los niños, y él un chaval puertorriqueño en una relación de te quiero-no te quiero en un escenario en donde la persecución continuada de los mafiosos son sólo el fondo de esa relación que, como en un idilio amoroso termina en un fraternal abrazo del niño y Gloria.

Una pura pesadilla inventada por Cassavetes, que cuando imponía una tregua en la persecución lo mismo nos sorprende con el “vuelo” silencioso de un taxi amarillo en que de golpe arranca una música de vals como ajena a la trama pero que suena exquisita acompañando un plano en picado a vuelo de halcón que sigue al taxi neoyorquino, o con la repentina aparición de una pistola surgiendo del bolsillo de Gloria que acribilla a los mafiosos y hace volar por los aires su auto. Casi no ha sucedido nada en aquel tiroteo; ella para un taxi; parece que ha habido un accidente, dice el taxista y pasa de largo junto al coche panza arriba con cuatro muertos dentro mientras a lo lejos se oyen las bocinas de la policía. Admirable la capacidad de Cassavetes para unir la suave música de una viola con el estruendo de las metralletas. Y mientras tanto, la historia paralela de la relación con el niño. Voy a buscarme una familia nueva, dice el niño, tú eres un encanto pero no eres para mí. Relación de atracción repulsión como si de una pareja se tratara. El machito de diez u once años hablándole como un hombre. Y se separan y ella va a tomarse una cerveza en un bar, pero como el niño no vuelve sale desesperada en su búsqueda; nada por aquí, por allá tampoco, se la ve inquieta buscándole y entonces en el tráfico de la calle irrumpe el silencio que da paso de inmediato a las cuerdas de una guitarra que llena con la belleza de su elipsis el vacío que la desaparición del niño ha dejado en Gloria. La vida es cine, más cine por favor…

Hoy, sí, me muevo como un viejito achacoso, pisando huevos, tanteando el terreno con los bastones, bajando como si la pierna izquierda fuera de palo, procurando que ningún esfuerzo recaiga sobre mis costillas superiores. Sí, me di un porrazo de órdago. No sé cómo fue pero me vi de golpe de cabeza con la mochila que me tiraba para atrás primero y que caía sobre mí como un mueble que hubieran echado a rodar por la pendiente. No sé, pero mi cuerpo debió de hacer lo correcto protegiéndome lo más sensible, al menos esa es la sensación que tuve. En el suelo ya no reaccioné de inmediato, tuve la impresión de que mi instinto estaba haciendo un inventario relámpago. Mi tórax estaba apoyado sobre una roca que sobresalía, me dolía bastante el pecho, pero no excesivamente; por ahí no hay nada roto, me dije, acaso lo más una costilla. Lo siguiente era el muslo interno de la pierna izquierda, era un dolor intenso pero tan sólo muscular. El dedo pulgar de la mano derecha se había machucado contra una piedra, pero nada más. Me levanté aturdido, aunque con el alivio de que no hubiera nada realmente roto. Lo más así era la contusión muscular de la pierna. El Voltarén haría algo por ella. Me imaginé unos cuantos días caminando como un viejito, pero nada más. Después de esto anduve seis horas por terreno escabroso y grandes pedreras mucho más cuidadoso y despacio que de costumbre pero bueno, consideré que tras caminar durante un mes sin apenas un resbalón tampoco era para mesarse los cabellos. Sí, estaba muy torpe y en algún momento di un pequeño traspiés entre las matas de rododendros que se salvó con un ¡mierda! y un pequeño culazo.

Ahora mejor recuerdo la gentileza de las chicas del refugio de Certescán, su abundante desayuno y el ambiente envidiable que se respiraba en su interior donde se quemaba una varita de incienso y sonaba música de Mozart. Y no sólo eso, que además tenían wifi, un lujo que no he podido disfrutar en ningún otro refugio del Pirineo y que después de tres días sin posibilidades de comunicación con el exterior se agradecía montón. Sois el mejor refugio del Pirineo, le dije a una de las chicas que vino a interesarse por mi itinerario.

Les cuento que la última vez que pasé por allí fue hace más de cuarenta años. Ninguna de las dos chicas había nacido entonces. Les hubiera contado la historia de una tremenda tormenta que se nos vino encima cuando estábamos acampados en las cercanías del refugio. Lo he contado ya en este blog, pero vuelvo a ello. Usamos para colocar la tienda un bonito prado sin prestar mucha atención a la posibilidad de la lluvia. Nuestro hijo Guille, el mayor, tenía dos años. Por la noche se desencadenó una tormenta de las que hacen época y el lugar en donde estábamos se convirtió en un lago. Guille estuvo toda la noche flotando en su colchón de aire. La tormenta estaba tan encima que nos obligó a quitar los palos. Aquello por la mañana aparentaban ser los restos de un naufragio. Lo único que quedó seco fue Guille y su ropa. El tío pareció no enterarse en toda la noche de la parafernalia que se había producido. Debíamos de ser entonces una pareja muy hecha a semejantes acontecimientos, porque al día siguiente, además de recoger leña para hacer un fuego donde secar todo me recuerdo continuando con un cuadro al óleo que había comenzado el día anterior. Ni sé cómo era posible tal cosa pero así andábamos. Teníamos entonces un R4 furgoneta y en la parte de atrás iban los lienzos donde poco a poco iban secándose. Todavía conservo en casa el cuadro que pinté durante nuestra estancia junto al lago de Certescán. No me explico cómo nos daba tiempo a subir a las montañas de los alrededores y además a pintar. Realmente las vacaciones de maestro fueron siempre una joya para nuestras aficiones aventureras.

Desde el Certescán el entorno es muy bello, agreste y solitario, en todo el día sólo me crucé con una persona. El lago mayor que se atraviesa es el de estany Romedo de Baix que recoge las aguas de un amplio circo. Después hay que echarle fuerzas para alcanzar el puerto de la Artiga, cuesta por la que desfilaron en mi lectura los últimos años de la vida de ese paranoico que fue Francisco Franco, al que su obsesión por el contubernio judeo masónico comunista debió de robar muchas horas de sueño, lo que no impidió a él y a su cónyuge amasar una fortuna de cerca de 500 millones de euros en la valoración del 2010. En el collado nace el de l'Artigue, un descenso de la friolera de 1800 metros de desnivel.

A las cinco de la tarde, antes de que el valle se volviera a despeñar encontré un lugar para mi tienda. Cuando se ha ido el sol he salido a recoger mis cosas… joder, me había olvidado. Casi tuve que salir a gatas. Esta parada de hora y media y el enfriamiento después de la caminata ha resucitado incluso algún dolor en mis manos que no había notado antes. Pongamos una vela a la virgen para que mañana mi cuerpo no se despierte demasiado dolorido.













  

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