Erotismo, religión, filosofía… esa clase de asuntos



Cercanías de Isaba, 5 de agosto de 2020

Cercanías de Hiriberri - Isaba


Bebe mucha agua, decía el otro día la amiga María del Navi. En realidad si tardé a última hora en decidirme a emprender esta travesía entre dos mares la culpa la tuvo el agua, mis problemas de riñón me obligarían a ingerir a menudo una cantidad desacostumbrada y no me veía con las fuerzas de añadir a mi impedimento habitual, ya pesado de por sí, los tres kilos de rigor que suponían tener a mis riñones y a todo lo demás contentos. Hoy cumplo una semana bajo este peso y bueno, no sé si lograré llegar al final, pero si de hecho llego estoy convencido de que no podré aligerar la cosa del agua.

“Vivir en el campo y dormir con la certidumbre de que me rodean muchas millas de bosques, constituye para mí una de las mayores delicias que pueda encontrar en esta vida”. La cita es de 6 cuentos góticos, de Isak Dinensen. Hacía ya tiempo que mi cuerpo me pedía un descanso, así que aproveché esta observación para detenerme y tomar nota. Estaba a mitad de ladera en el descenso hacia Isaba. A los días de niebla y lluvia, como cabía esperar, había de suceder esto, ese calor que cuando llega el mediodía se cobra el doble de las energías que en los días cubiertos. Quizás a partir de Zuriza, donde las montañas dan un respingo considerable hacia lo alto sea algo distinto.



Falta el día de ayer en este diario de caminante. Hay días en que todo parece tan plano y prosaico que no merece la pena esforzarse en buscar un hilo conductor. Quizás sí, dos mozas que me encontré por las alturas de Ochagavía con las que me paré un rato a hablar. Ya se sabe que en tratándose de mozas, esos seres bonitos que pueblan el planeta, al vagabundo siempre le sale alguna reflexión. El día anterior había comenzado un libro de Foucault titulado Erotismo, y ello añadía una motivación más a mi sensibilidad para disfrutar mientras nos alejábamos, ellas para poniente, yo para levante, para que me diera por recalar en ese misterio que es pensar con tanta frecuencia en las mujeres. Para Steven Pinker y Darwin probablemente esto no sería en absoluto ningún enigma. Los hombres estamos hechos así, dirían, las especies en su obsesión por reproducirse inventaron toda clase de tretas, ya se tratara de un vegetal, una medusa o un sapiens. Ya, pero como somos hijos de la complejidad, ya se encargó también nuestro cerebro con el tiempo de torcer y aprovechar las tretas de la naturaleza para crear mundos paralelos, haciendo de la materia primera de los impulsos naturales novedosas modificaciones que enriquecieron a rabiar esa primera disposición de la especie a reproducirse sin más.

Para Bataille el erotismo es un problema filosófico fundamental, en la medida en que, sin dejar de ser una actividad estrictamente humana, nos enfrenta sin cesar a nuestra naturaleza animal. Para Foucault la vinculación del erotismo con algunas religiones orientales eleva a aquellas a una dimensión tal que hace suponer que el nexo que existe entre el hecho de que al caminante la cosa de la feminidad, que obviamente tanto tiene que ver con el erotismo, se le venga con tanta frecuencia a la mente debe de tener hondas razones relacionadas con la filosofía y la religión, amén de con la psicología, de la que Foucault dice expresamente que sin el erotismo y la religión, la psicología no es más que un saco vacío. Expresado en otras palabras, si la esencia del erotismo tiene que ver con aspectos fundamentales de la filosofía, la religión y la psicología es de cajón que lo que le sucede al vagabundo éste con el asunto de las mujeres no no sólo no es algo extraño, es algo sobre lo que debo escribir una y otra vez para no aparecer ante mí mismo como un raro. Ya he dicho muchas veces que todo esto que escribo en mis diarios online son cosa de intentar aclararme.

Así que durante un buen rato mientras bajaba hacia Ochagavía algo de estos razonamientos se venían encima pensando en aquellas dos mozas. Ni idea de lo que las féminas cavilan sobre estas cosas, independientemente de que la naturaleza les haya dado a ellas un papel diferentes al de los hombres, pero me temo que el asunto sea un pajarito que esté con mayor o menor fuerza rondando la cabeza de los sapiens de ambos géneros.

En resumidas, que yo, que iba pensando en si llegaría o no a comer a Ochagavía, cambié de inmediato de película y me sumí en el vaporoso ensueño de pensarlas, de desvestirlas o en imaginar esa atracción erótica como parte del rito de alguna religión que yo relacionaba con mi devoción a la Virgen en mi infancia escolar de los Salesianos. ¡Eh…!, que no voy de coña, que si el hombre inventó la música, la poesía o la religión para dar respuesta a sus inquietudes interiores, no menos acierto tuvo cuando inventó el erotismo, esa sofisticada manera de elevar la simplicidad del acto de la reproducción a arte, a místico encuentro, y si se quiere, a salvaje fragor de aguas.



Bueno, yo creo que ya vale. Cambiemos de asunto. El amigo Antonio comentaba, en uno de los últimos post, que si estaba haciendo de bróker proponiendo inversiones aunque fuera a la pequeña escala de una hucha de barro, cuando sugería la bondad de determinados tipos de vida. Si lee esto igual me insinúa lo mismo.

Ayer amaneció lloviendo como los dos días anteriores, pero sólo tuve que esperar un rato hasta que la lluvia fue un suave tac tac sobre la tela de la tienda. Hoy, durmiendo en un prado sobre Ochagavía, al despertar me encontré con un cielo sin nubes. Una luna casi llena se alzaba en el firmamento antes del amanecer. Hoy será la última etapa, de momento, de esas montañas que llamábamos de vacas. Los altos picos de La Mesa de lo Tres Reyes y sus alrededores aparecieron al fondo en la curva del camino. Me hubiera gustado seguir la Alta Ruta Pirenaica, pero al final el asunto del agua me hizo cambiar de idea. Creo que voy a andar un poco. Estoy camino de Zuriza. Sería ideal dormir al lado del río. 

 









 

 

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