La hucha de barro, sí, aquella del cerdito


A dos kilómetros de Burguete, 2 de agosto de 2020

Collado de Urkiaga – Burguete.

 

Después de caminar un largo día entre la niebla bajo la lluvia, el acto de tumbarse en el colchón en la tienda con cada cosa en su sitio al alcance de la mano, se convierte en un pequeño placer. Esa sensación de bienestar que llega a ti de la mano del cansancio, de los pies mojados y del cuerpo sudado que sólo puede ser recogida al final de una larga jornada de esfuerzo justifica más que de sobra este afán de caminar y caminar aunque en casi toda la jornada no hayas visto más que las puntas de tus botas. Esas cosas “raras” que muchos acumulamos dentro de nosotros para más tarde, como quien saca sus ahorros del banco, poder saborearlo en largas jornadas de hacer nada frente al atardecer. He pensado muchas veces en esa boba obsesión que viven tantos de acumular pasta a tutiplén, me refiero, claro, a toda aquella que jamás tendrás tiempo para gastar, y la verdad es que siempre me ha parecido una pobre gente que equivocó su vida por completo.

Muchas veces se me ha escapado en este escribir y escribir a diario aquí o allí esta idea que siempre me parece fundamental para orientar la vida. Recetas para vivir haylas a montones por todos los lados. Yo no leí más que un libro de autoayuda en una ocasión, y tan sólo por curiosidad, y allí no encontré por ningún lado esta idea que a mí me cautiva, la de invertir, invertir en vida, en esfuerzo, en contacto asiduo con la naturaleza, invertir en horas bajo el sol, que a parte del asunto de las endorfinas es salud, la lluvia o las estrellas. Para todo eso que vas recolectando lo primero que tienes que hacer es comprarte una gran hucha de esas de barro en forma de cerdito que usábamos de niños. Una hucha que se irá llenando y llenando con grandes bocanadas de aire fresco, con bellos amaneceres, con chirimiris, con vivacs bajo las estrellas, pero sobre todo con grandes dosis de esfuerzo. Después, en invierno o en momentos de gracia y de ejercitar la memoria para comprobar si verdaderamente has vivido lo único que tienes que hacer es tomar un cuchillo de cocina, sentarte en el lugar preferido de casa y dando la vuelta al cerdito ir metiendo el cuchillo por la ranura, seguro que todos los que tenéis muchos años sabéis de qué hablo, y sacando poco a poco los resultados de la inversión pasada. Hay quien cazará un reluciente duro y le vendrá a la mente una excursión al pico del Alba desde Vallibierna, otro podría pillar hasta una moneda de veinticinco pesetas, que equivaldría a cierto invierno de una Alta Ruta de Gredos o una subida invernal a los Biseberris, eso sí es que no te encuentras recordando aquella escalada que hiciste a la Cima Grande de Lavaredo, o acaso el espolón de la Brenva con aquel amigo ocasional, Piero se llamaba, y entonces empiezas a reproducir en tu mente aquel rapel a la una de la madrugada desde un refugio cercano a La Tour Ronde del que olvidaste el nombre.

Joder, y es que tener un cerdito de barro lleno de vida, vidas, donde igual te puedes encontrar una bella ascensión con un fantástico viaje al Ártico y a Alaska o una travesía por el Karakorum en las cercanías del Nanga Parbat tiene su historia. Como que quien se ha pasado la vida haciendo buenas inversiones va a tener atisbo de aburrimiento. Cualquiera que sepa contar con los dedos de las manos, y dos dedos de frente por añadidura, se puede dedicar a comparar los distintos tipos de inversión que se pueden hacer en la vida. No es difícil sacar conclusiones. En Internet hay mogollón de webs que te comparan precios de cualquier producto… pura bobada de niños. Apuesto a que todavía no hay bloguero o internauta al que se le haya ocurrido cotejar, comparar, medir estos tipos de inversión que a mí me parecen tan fundamentales.



Te ha pillado contento, ¿eh?, dirá alguno. Bueno, digamos que satisfecho de mi caminata de hoy. Y es que sucede que según me voy haciendo mayor, cada vez más, no hay manera de dar marcha atrás al tiempo, ya se ve con las cuestas, los riñones y el saco de medicamentos que cargo por si le da por aparecer otro cólico nefrítico, sucede que cada vez lo tengo más claro. Asomarse al mundo y comprobar la cantidad de taraos que circulan por él, toda esa gentecilla obsesionada por acumular números de muchas cifras en las cuentas corrientes de los bancos, casi siempre deshonestamente por añadidura, los buitres, los que se enriquecen pagando sueldos de miseria o especulando en la bolsa, todos esos pobres imbéciles, aparte de indignación no pueden producir otra cosa que desprecio. Joder, tíos, compraros una hucha de barro e invertir de verdad en algo sano. Y no digo yo que les vaya a aconsejar caminar de punta a punta el Pirineo, pero hombre, si os vais a hacer mayores, no hay otra elección, ¿por qué no invertir en algo que más tarde te vaya a producir placer? ¿No veis el placer que está recolectando gente como Rato y similares? ¿O ese gilipollas al que llaman rey emérito, más imbécil ninguno, robando toda su vida para llegar a la vejez lleno de mierda? ¿No le habría valido mejor ahorrar en esa hucha de barro de que estoy hablando todo el rato? Un tío al que le gusta el mar, en vez comportarse como un soberano, nunca mejor dicho, soberano gilipollas, se lo podría haber hecho comprado un barquito de unos pocos metros de eslora y haber probado a dar la vuelta al mundo en él. Seguro que en este momento sería la persona más feliz de su entorno. Pero no, el tío, en vez de invertir en vida en su huchita de barro prefirió dedicarse a robar. Más tontos no puede haber.

Y es que el deseo de acumulación de pasta es un peligro letal, ya lo dijo, sí, San Agustín “Virtus in medio stat”, que por cierto era un golfo y estaba tan bien en la golfería que cuando se convirtió todavía le pedía a Dios que le dejara golfear un poco más, eso leí una vez, creo, en José Antonio Marina, que es un tío muy listo.



Joder, si ya llevo más de las canónicas mil palabras. Seguro que alguno de mis habituales ya estará empezando a decir aquello de cómo se enrolla éste… Pues sí. Y es que uno cuando está de pm, que decía de jovencito mi hijo Guille, le da por hablar de sus descubrimientos en la vida, y como me ha sucedido a veces, cuando empecé a correr maratones me empeñaba en que toda la familia los corriera e igual me sucedía cuando leía un libro interesante que parecía que todo aquel que conocía tuviera que abandonar el libro que estuviera leyendo para leer el que yo le sugería; como me ha sucedido otras veces pues eso…

Los ojos me están empezando a hacer chiribitas con la pantalla del teléfono y no voy a ser capaz de identificar las piezas de ajedrez de la partida diaria, así que termino rapidito con un resumen de la jornada. Amaneció lloviendo. Tiré para arriba. Y ah, sí, la idea de este post surgió precisamente cuando, bajo la lluvia, me abría paso  entre la niebla. Un momento en que pensé que me sentía vivo, muy vivo. En el bosque se abría la primera claridad del alba. Anduve todo el día metido en una nube. El bosque antes de llegar a Sorogain era una preciosidad, salvaje como pocos rincones del Pirineo. Desayuné en Sorogain y después me volví al monte. Me perdí un par de veces. Al final se fue un poco la niebla y terminé llegando a Burguete antes de que cerraran el restaurante. Vivaqueo en un hayedo a un par de kilómetros del pueblo. Tengo mucha ropa mojada, así que jodido pero contento. Estoy feliz dentro de mi pequeña casa de tela.

 








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