Se acabó


Al fin el mar después de mes y medio


LLança – Madrid, 15 de septiembre de 2020  – 

Els Vilars – Vilamaniscle – Llança – Madrid 


Después de mes y medio el primer encuentro con la cháchara del televisor en el restaurante me suena a música de un tiempo que no me gusta, oigo a la locutora a mis espaldas como desde otro mundo, una voz histriónica y mareante que imprime a todo lo que dice una suerte de relevancia insignificante. Atentos, dice la voz intentando convencernos de que la realidad es esa y no otra. Los reiterados correveidiles que las vecinas se intercambiaban en las colas del mercado son ahora la cháchara nacional. ¿Será esto realmente la vida del país? Desde que he pisado la tierra de la civilización lo único que llega a mis oídos es la voz de la televisión, la misma voz envolvente, la voz de Yahvé en el Sinaí diciendo al espectador, quiera oírlo o no, yo soy el único Dios. 

Medio litro de vino y una cerveza no deberían ser razón para traerme el atontamiento que tengo tras la comida. Tanto tiempo de no probar el vino tiene la facultad de dejarme fuera de juego y desear caer lo más pronto posible en el sueño de la siesta. Pese al pequeño ventilador que he anclado en un lado de la cama el calor es agobiante. Mi estado etílico y este calor pegajoso me sumen en una situación de somnolencia en la que me nuevo dulcemente mareado como flotando en un sueño. 

A la mañana siguiente mientras en la tele se dice lo de siempre miro por la ventana del bar un pedacito de luna a la que acompaña, creo, como un hermano menor el lucero del alba. Del cielo han desaparecido todas las estrellas y ellas dos, la Luna y Venus, se demoran todavía un poco sobre el perfil de unas lomas próximas. En el local la tele sigue parloteando

Apenas saliendo de Figueres la niebla invade el campo al filo del amanecer. Podría estar viajando por alguna otra parte de mundo, por ejemplo en cierta ocasión en que un tren abarrotado de pasajeros cubría el trayecto Baranasi – Calcuta, una mañana de espesa  niebla al final de una noche de intentar pegar ojo sentado en el pasillo del tren sobre el macuto con un niño que recostaba su cabeza sobre mis piernas. Era una mañana mágica para un solitario viajero que cumplía el sueño largamente demorado de recorrer la India. Los bancos de niebla se abrían de tanto en tanto a un paisaje húmedo donde algún campesino encorvado y con el agua hasta la rodilla y un manojo de plántulas de arroz en la mano iba enterrándolas en el légamo. También allí como aquí de tanto el tanto la niebla se disolvía y aparecía un sol gordo como un dios que se levantaba rojo y perezoso sobre la jungla dispuesto a abrazar al mundo con su calor.

Probablemente soy el único pasajero del tren que ve en el despertar del día esta maravilla de sol abriéndose paso en la niebla que como entonces en India da al planeta Tierra la oportunidad de mostrar esa belleza que conmueve hasta lo más profundo. La rutina del hábito necesita de un pequeño empujón para percibir la belleza que puede rodearnos y que nuestros sentidos, insensibilizados por la reiteración de la costumbre no son capaces de observar. 

La última jornada de mi recorrido, quitando esa hora nocturna en que comencé a caminar previendo el calor que me esperaba, ese andar bajo las estrellas que uso cuando en invierno elijo uno de los caminos de Santiago para mis correrías, resultó una de esas jornadas sin chicha ni limoná que son necesarias igualmente para cumplir un proyecto. El proyecto de caminar desde un mar a otro mar que también llevaba en su cabeza Íñigo, con quien me encontré mientras tomaba un tentempié junto a la fuente de Vilamaniscle, el último lugar habitado antes de llegar al mar. Antes me había cruzado con dos ingleses de edad madura cuyo objetivo era Andorra, pero Íñigo, natural de Hondarribia, pese a lo tardío de la estación estaba dispuesto a llegar hasta a su mismísimo pueblo de un tirón. Qué gusto encontrarse con gente con la vitalidad y el entusiasmo de Íñigo. Casi veinte kilos a la espalda, despreocupado de si habrá o no refugios cerrados en su camino, una preciosa autonomía consigo y sobre todo un humor y un entusiasmo contagiosos. Y yo, que llevo cuarenta y siete o cuarenta y ocho días desde que comencé esta aventura miro para  atrás y me parece ahora una enormidad, los miles y miles de metros de desnivel superados, las lluvias, las tormentas, los días enteros de caminar envuelto en la niebla, la soledad de tantos parajes, las dudas, todo el recorrido me parece sobredimensionado cuando sólo estoy a un par de horas del Mediterráneo. 

Íñigo

Después de todo leo en el bus el periódico, la Vanguardia; obviamente generalizar sobre ese mundo al que he descendido, descendido porque sus valores tienen menos gradiente, creo, es superfluo, algo facilón para escamotear la complejidad de la realidad. No, no es bueno ir de tener la verdad aunque uno venga del mismo centro de la naturaleza y de los rumores de los vientos. La civilización que hemos construido es producto de muchos trabajos en donde los aciertos y los errores se reparten el protagonismo en todos los tiempos, pero uno no anula a lo otro. Un artículo de La Vanguardia pone en paralelo una carta a los romanos de Pablo de Tirso con las ideas vertidas por Junqueras en un libro recientemente publicado, otro habla de la relación amorosa de una niña de catorce años con un poeta cincuentón y aprovecha para decir cómo Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Guille Deleuze Louis Aragon, Rolando Barth firmaron en su tiempo un manifiesto en favor de la pedofilia. Vanessa Springora escribe el libro de su relación con Gabriel Matzneff. Hubo total consentimiento pero… alimenta el morbo, vende el libro en todo el mundo, nada y guarda la ropa y no se desdice de su larga relación amorosa. Obviamente la sociedad está contra la pedofilia, pero acaso, quien sabe, quizás, la Lolita de Nabokov sigue guiñando el ojo a los lectores intentando contrarrestar la presión social que recae sobre el tema. Y mientras, no sólo no escondes “tu vergüenza” sino que la lanzas a todos los aires del mundo mezclada con los ingredientes propios de la autocompasión. Lo contradictorio del mundo, sus usos, su hipocresía o sus deseos pasionales de amor y confortación sexual comparten con otras pasiones el espectro antagónico de un mundo siempre lleno de paradojas y contradicciones en las que la historia de la humanidad ha vivido siempre a lo largo de los siglos. 

Y ¡ay!, el gusto por las concomitancias que llaman al lector sin que el nexo sea otro que la atracción sublimada de un sustantivo. Un ejemplo. En una estrecha columna a la derecha a toda plana de La novia del pedófilo, este título claramente derivado de la relevancia del artículo principal: Esperando la consumación, que evidentemente se sirve de la proximidad para hablar de algo que nada tiene que ver con el artículo principal y que se refiere a un libro recientemente publicado de Oriol Junqueras y Marta Rovira. También esto es un juego diversión que para en ver en qué termina la consumación y nos lleva desde la pedofilia a la política y de aquí a la religión en donde a través de la parusía, en que la salvación prometida se consumará, se llega subsecuentemente a la prometida independencia de Cataluña en una trayectoria en que Junqueras y San Pablo son los motores uno del cristianismo, otro del independentismo. Helo!, y que no falte la parte versión. Y es que un viaje en autobús da para mucho y estás cosas de tejer y festejar al modo de Penélope con las palabras el paño de la realidad hacen entretenido el trayecto. 

Pocos días antes de llegar al mar pensé desplazarme, tras llegar a LLança, al macizo de Els Ports, para corretear por él y por el Maestrazgo a través del GR8, pero ayer tarde tropecé con tantos impedimentos, entre los cuales contaba el Covid y la necesidad que tenía de hacer algunas compras imprescindibles, más la previsión de un excesivo número de desplazamientos y roces con la gente, que terminé desistiendo. Cuando pasé por Gerona la advertencia era clara, habían impuesto nuevas restricciones en la región debido a numerosos brotes inesperados. Durante este mes y medio me he sentido seguro en la montaña pero no ahora en el batiburrillo ciudadano, pese a que observo en la gente un comportamiento bastante responsable. Cuando empiece a juntar el material que va a salir de este diario tendré que titularlo algo así como Hacer montaña en tiempos de pandemia. Sí, jodido porvenir el que nos espera y en el que tendremos que aprender a convivir con este inseparable monstruito que se ha colado entre nosotros. 





4 comentarios:

José Luis Moreno Moranchel dijo...

He disfrutado cada día de esta bonita travesía casi como si la hubiera hecho yo, aunque de alguna manera así ha sido ya que con tus descripciones de los caminos y fotografías publicadas hacias que se viviera en primera persona.
Gracias por compartirlo y hasta la próxima aventura

Anónimo dijo...

He disfrutado cada día de esta bonita travesía casi como si la hubiera hecho yo, aunque de alguna manera así ha sido ya que con tus descripciones de los caminos y fotografías publicadas hacias que se viviera en primera persona.
Gracias por compartirlo y hasta la próxima aventura

Alberto de la Madrid dijo...

Gracias a ti, Pepe. Dejamos atrás un verano más de esos que nos ha regalado la vida. Esperemos que ésta siga siendo tan generosa en el futuro. Un abrazo.

José Angel dijo...

Un saludo Alberto.

Soy Jose Angel. Coincidimos en la 2ª etapa, a la salida de Elizondo y luego dormimos juntos en el collado, en la borda de cazadores antes de bajar a Les Aludes.

He siguido tu aventura en el blog y recordaba por donde había ido pasando antes, aunque hemos tomado a veces caminos diferentes. Yo acabé en Port Bou el 27 de Agosto, despues de 29 dias. Al cabo de 1 semana volví con mi mujer para hacer la Senda de Camil y la Ruta de las Golondrinas. Estando en la Alta Ruta de los Perdidos, el mal tiempo nos ha devuelto al sur. He vuelto encantado de los Pirineos. Gracias por tu blog.

Jose Angel