Día 42. Desde un bosque de cuento

 


45,99387711°N, 08,76639828°E, 29 de julio de 2025 

El lugar, un oscurísimo bosque de cuento en donde canta una curruca capirotada. Escribo al día siguiente, un tiempo sin tiempo en donde el paisaje ha cambiado y se ha convertido, de momento, en un transitar por bosques y praderas de ese trozo de Suiza que entra en Italia, por el lago Como, tal un puñal que hendiera sobre las tierras del norte de la vieja Italia. Escribo antes de que el día se diluya en la tierra vaporosa que es mi memoria.

Ayer. Alcancé temprano el collado (interrupción. Un ruido de bicho grande ha de ser. Una ardilla oscura sorprendida por la presencia inesperada de un sapiens ha dado un respingo y de inmediato ha trepado por el tronco del árbol que tengo enfrente y velozmente hasta la última rama. Allí ya está a salvo. Me mira desde arriba como diciendo, toma, aquí ya no me coges. Y enseguida me recuerda a un alumno que tuve que se llamaba Jacobo cuya afición primera era subirse a los árboles y a los tejados. Del tejado de su casa se cayó en una ocasión. Sólo se rompió un brazo, pero se podía haber matado. Era un tipo muy particular. Una vez llevé a mis alumnos a Mallorca y en ocasiones le tenía que llevar de la mano porque el tío cuando cruzábamos una calle no se molestaba en mirar si venían coches o no. Me encantaba Jacobo). Y, ¡eureka!, allí estaba el Monte Rosa, hoy, espléndido, sin una nube que velara la grandiosidad de ese enorme complejo pétreo helado que es esta montaña. El Cervino quedaba oculto por tanta mole, tanta montaña.


Más abajo de nuevo con quien me encontré fue con una de esas sapiens del linaje de las solitarias. Nos intercambiamos un simple y sonriente buon giorno. Llegué a fin de etapa a las once de la mañana. Final de la GTA. Vueltas y más vueltas y más vueltas había dado a la continuación a partir de ahora. Días atrás hablaba de los Alpes Orobicos, un gran conjunto de montañas que corre de oeste a este junto al Macizo del Bernina, ambas separadas por la gran hendidura que es la Valtellina. Esas montañas, lo comenté días atrás, las había atravesado en el 2003 y fue una magnífica y dura experiencia por la carencia de refugios o cosa que se le pareciera. Me llevé una sorpresa días atrás cuando escrutando el recorrido del Sendero Italia vi que tenía una variante por allí. Me extrañó, y lo que me encontré es que desde el 2003 el Club Alpino Italiano se ha dedicado a construir una buena cantidad de ellos en esa cordillera. Así que hacia allí me dirijo, pero para llegar allí y salvar el Parque Nacional de Val Grande me las tengo que apañar.


Bien, era pronto y decidí bajar a Forno por un sendero que acompañaba al río. Un par de horas. Había consultado y tendría allí una pizzeria, un restaurante y un albergue donde daban comida. Después me encontraría que los tres establecimientos estaban cerrados. Un papelón. Estaba charlando con un hombre que me estaba confirmando el cierre (voy a tener que aplazar esto porque me están comiendo los mosquitos), cuando se asomó por una balaustrada por encima de nuestras cabezas una señora que se dirigió a mí diciéndome si quería comer. Erminio y Ariadna estaban a mitad de su comida cobijados a la sombra de porche de su casa. Gente amable donde la haya. En media hora charlamos por los codos mientras dábamos cuenta de la comida. En cierto momento apareció el hombre con el que había estado hablando un momento antes para decirme que el único autobús que había salía a las dos y media. No me lo tuve que pensar dos veces. Había entrado en el mundo del asfalto y no había modo de evitarlo, así que a las dos y cuarto me despedí de Ariadna y Erminio. Una hora después estaba en Omegna, enseguida en Verbania, al rato cogía un barco para atravesar el lago Mayor. Se me hizo de noche poniendo la tienda por encima de Luino. 





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