Día 72. Caminando bajo la lluvia


Refugio Rinberto, 46,66177100°N, 12,45712996°E, 28 de agosto de 2025

Llueve tras los cristales, llueve y llueve. Fuera la niebla hace de los abetos grises espectros, sombras chinescas en el lienzo del final de la tarde.

Llovió toda la noche, remitió brevemente al amanecer y ya monte arriba no paró durante todo el día. Me hice enseguida a la situación. Cuando estás en la comodidad de tu casa pensarte bajo la lluvia durante todo el día no es nada agradable. Sin embargo cuando estás metido en faena, las cosas son muy diferentes. Quizás lo he contado ya. Haciendo el Camino Portugués y el de Invierno un mes de febrero, pillé dos semanas en que no dejó de llover un minuto. Mis hábitos en los Caminos de Santiago comenzaban entonces dejando el albergue a las seis de la mañana. No tengo que recordar que las seis de la mañana en invierno es todo plena oscuridad hasta bien avanzado el día. Eso lloviera o granizara. Pues la lluvia no alteraba esa costumbre, ni siquiera cuando ésta era más bien torrencial. ¿Quién puede creer que en aquella situación lograba vivir momentos de una exaltada felicidad? La luz del frontal atenta al sendero, a los charcos se agua que lo convertían con frecuencia en un río. Incluso en una ocasión, también de noche, tener que vadear un arroyo muy crecido así por las buenas. Y con las botas como una bañera llena de agua sentirme el hombre más feliz del mundo. Dos semanas. Los placeres se pescan en ocasiones en muy raras circunstancias, extravagantes circunstancias, diría alguno. Algo así sucedió esta mañana.


Primero fue una subida por un bosque que chorreaba agua por todos los lados tras la noche de lluvia, quizás cuatrocientos metros de desnivel, Sendero de los Alpinos, se llamaba, un estrecho sendero empinadísimo y embarrado que terminó suavizándose sobre los prados de un complejo turístico, alimentado de clientes por un funivía, pero que esta mañana yacía solitario y como abandonado a su suerte. ¿Qué hacer para entretener a los turistas que subían hasta allí?, debieron de preguntarse los promotores. Pues eso, prepararles juguetes de todo tipo, grandes cartelones exaltando la montaña y sus bondades y luego todo un disparatado complejo diversional para papás y nenes, incluido una especie de túnel de la bruja y senderitos aquí y allá que llevaban a rincones donde se había organizado algo curioso, algunos trastos para jugar. Pasando por todo aquello tenía la impresión de que los promotores estaban tratando a los turistas como niños de teta. La banalización de cualquier valor, la montaña y la aventura entre ellos, parece ser el objetivo de cualquier cosa que pueda proporcionar dinero y diversión para los clientes. 

Tuve suerte. Con aquella lluvia era inevitable mirar con cierta reticencia lo que tendría por delante. Senderos de sube y baja, una larga subida más y el resto paseo por pistas que se abrían paso en la niebla. Embutido en mi equipo de agua era como mirar desde dentro cómo transcurría la mañana. El hecho de no encontrarme con nadie hizo que me preocupara; pensaba, ¿y si el refugio está cerrado? De hecho saliendo de las Dolomitas había sondeado el trayecto de algunos días por delante y el último refugio que encontré fue el de hoy, el Rinberto, algo que me va a obligar a hacer raros equilibrios o acaso cambiar de ruta si no encuentro manduca por el camino. Lo lugares poco frecuentados siempre plantean la incertidumbre del aprovisionamiento. 


Sí, el refugio estaba abierto, pero solitario y como abandonado a su suerte allá a la vuelta de una curva. Los únicos clientes en todo el día, una pareja de moteros alemanes, ella una mujer menuda con la que pude charlar un rato y él un hombre maduro algo circunspecto de larga melena rubia que sólo hablaba alemán. Hacían un largo viaje que pasaba por Dolomitas, Austria y Eslovenia. Me interesé por la lluvia cuando viajaban y parece que les sucedía como a mí. Llevaban un buen equipo de agua, me dijo. Eran moteros tranquilos que buscaban rutas apartadas del turismo corriente. Cuando caminas por Dolomitas es fácil saber si te acercas a un paso. En sus cercanías siempre se oye el estruendo de las motos. A veces son decenas y decenas las que en unos minutos atraviesan o se paran en un paso. 

El refugio lo atiende Olga, Carlos, un joven de origen peruano, y otra señora. Olga se convirtió enseguida en mi ángel tutelar. Le expuse mis dudas sobre el aprovisionamiento y ya tuve de ella toda la información que necesitaba. Después de comer vino con un mapa de 25000 de la zona y sondeamos juntos parte del recorrido. No había refugios pero sí malgas en las que podría aprovisionarme, no como en un restaurante, algo más rústico, dijo, pero suficiente. Con el teléfono y su mapa me fui aclarando lo suficiente para continuar de momento por el Sendero Italia. Como Olga tenia que bajar al pueblo, se ofreció a comprarme los mapas de la zona. 

La tarde transcurre apaciblemente tranquila tras la ducha y una larga conversación con Carlos, naturalmente sobre Perú y especialmente sobre Huarás y la zona del Huascarán. Bendito Huarás, le dije, y le conté la historia de un día que casi la palmo después de una carrera en esa ciudad andina. Victoria había ido a comprar no sé qué y yo me quedé a esperarla en cierto lugar. Con un macuto a mi lado y el otro sirviéndome de respaldo, me embebí en la lectura. Debí de sentir algo a mi lado, o quizás una chica que estaba enfrente me hizo una seña, el caso es que cuando me volví un tío salía con uno de los macutos y se metía en un coche. Corrí como una flecha hacia el coche, pero el coche arrancó y salió pitando, y yo tras él con la esperanza de que el tráfico le obligara a parar. Corrí que me moría. No recuerdo a la altura que está Huarás, pero imagino que por encima de cuatro mil metros, no recuerdo bien. El caso es que cuando me di por vencido viendo desaparecer el coche a lo lejos, creí que la palmaba, mi corazón se salía de entre las costillas. Corriendo así de repente a esa altura podía haberme costado caro. 

Y sigue lloviendo. Ahora con el acompañamiento de rayos y truenos. Veremos qué sucede mañana. 








No hay comentarios: