Un año de caminar por España




Con los materiales de este año del blog fabriqué estos días un volumen que recoge ese largo itinerario que comencé el pasado invierno en Valencia y que me llevó a través de la GR-10 hasta Aldea del Obispo en el límite con Portugal; que prosiguió después a través de la GR-14 por los Arribes del Duero, atravesó Portugal y Orense y, desde Vigo, costeó las rías Bajas hasta Finisterre, reemprendiendo desde allí el camino de Santiago "al revés" hasta llegar Burgos. El trabajo está disponible en PDF en este vínculo.
Incluyo aquí la introducción que encabeza el libro:


Introducción

Hoy es día de lluvia, el agua repica en la cubierta de mi cabaña como otros inviernos. Tenía que limpiar la rampa pero el tiempo me exonera de tal obligación y en su lugar ordeno mis papeles. Entre ellos esta enorme cantidad de anotaciones que el camino me fue sugiriendo durante este año. Y qué gracias tengo que dar a esto de poder organizar las cosas metiéndolo a poquitos en algún blog... porque si fueran otros tiempos seguro que aquello no lo ordenaba nadie; papeles por aquí y por allá sin orden ni concierto, amontonados en cualquier lugar, pequeñas anotaciones en las que luego tocaba Dios y ayuda encontrar el hilo conductor. Igual las fotografías que uno va sacando de aquí y de allí y que aunque sólo sea por el gusto de verlas sobre el monitor también encuentran su acomodo en las páginas de Internet. Ahora el Google es el mejor armario que conozco para muchos de mis papeles.


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Día de lluvia, decía, casi final de año; tiempo para abrir el cajón de los recuerdos y constatar aquello de Neruda de que he vivido. Es asombrosa la cantidad de impresiones que puede ir acumulando el organismo. La escritura ayuda a conservar la memoria, especialmente en aquellos que la tienen algo debilitada como un servidor; especialmente útil cuando el tiempo empieza a tener una clase de identidad escurridiza, pero a la vez fértil, que se deja vagar a lo largo y a lo ancho, en lo profundo como el mar, en lo alto como en el aire de las montañas. El tiempo se deja vagar mucho últimamente; basta que me despiste un poco para que me encuentre recorriéndolo sentado frente al campo de mi cabaña; largos paseos por los senderos de la memoria que me traen no sólo la dicha del camino sino también aquella otra de las palabras, las que fueron cuajando en un frío mes de marzo que me eché al campo a recorrer España con idea de atravesarla de mar a mar, un día allá por tierras valencianas. Porque las palabras son dicha para aquel que juega con ellas, de la misma manera que es dicha una mañana fría en que la niebla levantaba de la corriente del Tajo con un libro de Santa Teresa en los oídos, de modo parecido en que es dicha el calor sofocante de la estepa castellana, allá cuando meses después volví a retomar los senderos, ahora camino de Galicia; o es dicha recordar cómo el mar se mecía a mis pies bajo el crepúsculo cuando después de más de un millar de kilómetros caminados veía el atardecer desde el cabo Finisterre. Dicha la de dormir al raso, frente al mar, en medio del océano castellano, entre los sembrados preñados de verde intenso de la provincia de Guadalajara, en las laderas heladas del Javalambre, en las estribaciones de Gredos.
Dicha, en fin, la de la memoria en donde todo esto vuelve a suceder en estos días mientras ordeno y doy forma a este libro que va a recoger el grueso de mi aventura andariega de este año. Hubiera incluido con gusto mi deambular por Guadarrama, Lanzarote y Fuerteventura, pero de aquellos recorridos, tan emotivos, no quedó ningún rastro de escritura.

2 comentarios:

la granota dijo...

Por esas casualidades de internet, encuentro tu blog y me gusta. Volveré.

Alberto de la Madrid dijo...

Cuando gustes, serás bien recibida.