Cercanías del refugio La Tourche , 23 de junio de
2017
El encargado del refugio del col
de Demecre, un hombre joven de unos treinta y cinco años, de abundante pelo y
barba de un par de semanas, me había acompañado a un altillo cercano para
mostrarme desde alli el camino que llevaba al refugio de La Tourche. Un hombre
tranquilo y servicial que se había empeñado en facilitarme las cosas desde que
pisé el refugio y que me mostraba en aquel momento la senda que discurría como
tantas veces atravesando una pared surcada de terrazas verdosas a primera vista
infranqueable. Nos dimos un fuerte apretón de manos de despedida y, cuando
echaba a caminar, me dijo con toda la naturalidad del mundo: “Que Dios te
bendiga”. Confieso que aquello tocó alguna de mis fibras íntimas. Creo que
nunca nadie me dijo semejante cosa.
A mí, que el comportamiento de la Iglesia Católica
y el conocimiento de su historia terminó por conducirme después de la
adolescencia al ateísmo; esa institución en tantas facetas infame que durante
siglos y siglos se pasó el Evangelio por el forro y estuvo siempre de parte de los
poderosos de toda condición, cuando tuve la ocasión de ver al Papa ejerciendo
de sucesor de Cristo en un viaje a Guatemala, lo que me produce son
retortijones de tripas, por eso que, cuando oigo de boca de un católico la
palabra Dios, que está anexada de alguna manera a las bendiciones de Pio XII a
los cañones de Hitler, a las hogueras y quema de brujas, a una mendiga anciana
de rodillas pidiendo limosna a los turistas que visitaban el Vaticano cundo
estuve allí, a la jerarquía eclesial española empleada en hacer crecer de
continuo su patrimonio, pues eso…
Pero no fue, sin embargo, el caso
hoy. Una cosa es la Iglesia
y otra distinta los católicos, o algunos católicos, dirá alguno con mucha
razón. La buena fe de un creyente que te desea esa bendición para que Aquél
guíe tu camino se convirtió esta tarde en una especie de reconciliación con
todos aquellos que de buena fe creen en ese Cristo que la Iglesia Católica
ha convertido en marioneta.
Joder, no sé lo que haces aquí. El
macuto tirando para atrás, las piernas con un tensión muscular que tocaba
techo. Vueltas y más vueltas por una pendiente de rigor. Pasos sumamente
delicados por un estrecho sendero que sortean de continuo algún precipicio. Vaya
gaita que te has montado con esto de venir a sufrir a Suiza, ese país cuya
aportación más notoria al acervo cultural universal es el reloj de cuco. Dos
horas, no podía más. Ha terminado por aparecer una pista, una casa. Me
desayuno. El mundo se ve algo mejor después de almorzar. Pero la cuesta sigue
siendo rigurosa y mis piernas, pese al consabido pasito ese de “paciencia,
tómatelo con calma” están demasiado al límite. Hombre, el paisaje no está nada
mal, sin embargo. Cada vez estoy más cerca del cielo. Si tanto trabajo fuera
una oferta a la virgen ya me habría ganado todas las indulgencias para ir al
cielo, ese curioso invento, sí. Y otros trescientos o cuatrocientos metros y
llego a un prominencia llamada Sex Carrot sin la t y que a mi me suena algo
chusca, sexo y zanahoria; ustedes dirán. Y bueno, esto se pone mejor, pradito
ahora por aquí, pradito por allá y un caminito que zigzaguea por lo que parece
un bucólico lomo de burro. Y qué curioso, tú, que no pidas una parada ahora que
la cosa llanea.
El camino ha dejado de ser ese cuestón
inacabable. Esto está mejor, sí, señor. Jo, tan ocupado he estado que casi no
he visto lo que tenía alrededor. Espera, no te pares, allí, allí arriba. Y allí
arriba, bueno ya están allí al fondo otra vez los grandes señores, un poco
envueltos en nubes, pero bueno, espléndidos de todas maneras. Y a la derecha no
menos magnífico el macizo del Midi que atravesé ayer mismo. Dos fotos para
testimoniarlo.
Un hora más tarde estaba en
el refugio del col de Demecre. Y tras la
siesta, un sol que se agradecía después del calorazo de ayer, había descendido
al llano de Martigny a 400
metro sobre el nivel del mar, sigo las indicaciones de
Mauro, el amable guardés del refugio. Aquí tengo que decir que el ejercicio de
intensa atención que me he propuesto mantener mientras camine solo por los
Alpes me está dando buen resultado hasta ahora. Hoy cumplo una semana de
travesía y ni un tropezón ni resbalón he tenido en toda la semana. Los
despeñaderos que tenía que atravesar para llegar al refugio de la Tourche me iban a exigir
una todavía mayor dosis de atención. En casi todo momento a la izquierda de un
sendero no más ancho de dos palmos la caída era impresionante. En medía hora
estaba frente a los farallones. ¿Y ahora qué? Después de un recodo me encuentro
con una pared vertical:?. Estos suizos, aunque nada más hayan inventado el
reloj de cuco son realmente minuciosos y competentes. En la semana que llevo
caminando no he pasado por un solo sitio que teniendo algo de dificultad o
peligro no me haya encontrado una cadena o una escalera. En el recorrido de hoy
encontré muchas a modo de pasamanos cuando la cosa se ponía algo jodida.
Antes de llegar al refugio he
encontrado un balcón sobre los macizos del Mont Blanc y de Midi y aquí me he
quedado disfrutando del último sol de la tarde. La eficiencia suiza de nuevo ha
colocado aquí una mesa de piedra, dos bancos y una fuente en forma de pozo
artesano. Ideal para el final de mi jornada.
Ahora el sol ha desaparecido y se
está poniendo el tiempo más que frío. Me voy a la tienda. En la próxima
excursión me voy a tener que traer un nivel. Llevo unos días en que o pongo la
tienda de manera que estoy con la cabeza más baja que los pies o tengo que
colocarme en diagonal para no rodar para un lado.
4 comentarios:
Buenas fotos y mejor camino, sigue con tus cronicas y la reflexiones sobre cualquier tema.
Bajaté una aplicación para el movil que se llama nivel de burbuja, te ayudará a buscar el plano y tu espalda te lo agradecerá .
Preciosas fotos
Bajaté una aplicación para el movil que se llama nivel de burbuja, te ayudará a buscar el plano y tu espalda te lo agradecerá .
Preciosas fotos
Muy buenas. Probaré esa aplicación cuando tenga oportunidad. Un saludo a los dos.
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