El
Chorrillo, 11 de febrero de 2018
Es de uso
común que los peregrinos escribidores cronistas de su propio deambular por el
mundo, algo que se puede decir igualmente de los viajeros y caminantes dados a
emborronar cuartillas con sus devaneos sobre los ires y venires gastando las
suelas de sus zapatos por los senderos del mundo; es de uso común, decía, que
tales cronistas empleen mucha de su escritura describiendo el mundo que
atraviesan; sus iglesias, su historia, las anécdotas que han quedado grabadas
en los muros del tiempo, así como todo aquello que pueda contribuir al
entretenimiento y formación del lector, a fin de que cuando éste termine la
lectura pueda decir satisfecho que se acuesta con un puñado de conocimientos a
añadir a su acervo cultural. Pues bien, apañados están los lectores de estas
crónicas que esperen de un servidor tamaño servicio. Porque ha de advertirse a
los susodichos posibles lectores de este peregrinaje a punto de comenzar, y que
Dios mediante ha de tener, en principio, claro está, que después al peregrino
le puede dar en cualquier momento por cambiar de ruta y destino, pongamos por
caso que se encuentra con una buena moza que le cante versos de Lorca o le
enamore con el arrobamiento de una noche oscura del excelso San Juan de la Cruz
y entonces prendado que se fuere le adviniere la necesidad de peregrinar,
arrobado por el atractivo de su nueva compañera de peregrinaje, a Fátima o a la Meca, que
siendo el peregrino tan amante de las mujeres dispuesto estaría a dirigir sus
pasos a la Luna si tal exigencia se le pusiera en el camino; a punto de
comenzar, decía, y que el lector me disculpe esta barroca manera de empezar a
decir y no acabar nunca una idea, los senderos que llevan a Santiago de
Compostela a partir de la capital lusitana; ha de advertirse, repito para no
perderme ni que otros se pierdan por equivocados caminos de lecturas, que el
menda no tiene en absoluto la intención de sustituir a ninguna guía del Camino
de Santiago, que para esa tarea ya está la Wikipedia, los tracks del Wikiloc o
los muchos que se dedican a dar cuenta pormenorizada de llegado al cerro que
sigue al monasterio tal hay que coger el camino cual, después cruzar
un río, andar x kilómetros, beber agua en la fuente del Cura o pernoctar en
el albergue del padre Blas. Nada de eso, un servidor, caminante de muchas
leguas, viajero y andador de montañas y bosques, pero sobre todo empedernido
lector, lo que en esta ocasión tiene en mente no son precisamente las iglesias,
los monasterios, o el esplendor de la portada del Obradoiro, que de tanto visto
en sus numerosos paseos por los Caminos del Apostol ya se parece mucho al patio
de su casa, por lo familiar, se entiende.
Al peregrino escribidor lo que en esta ocasión le chifla de
verdad es sumergirse en las páginas del muy considerado y pésimo viajero
Fernando Pessoa, al que si por él hubiera sido le hubiera sobrado el noventa y
nueve por ciento del mundo, dado que el destino más largo que hizo en tren el
autor y sus heterónimos fue la ciudad de Porto (y que me rectifique mi amigo
Jorge Túa que últimamente anda de estudioso por la vida de este exquisito
escribidor tan propio de paladares exigentes); Pessoa, Antunes, Saramago, Eça
de Queirós. Yo en vez de ver iglesias y recitar rosarios dedicaré muchas de mis
horas de camino por las tierras lusitanas a ir deshojando la margarita de la
literatura portuguesa, que será lo mismo que recrearme en la historia, el
carácter de sus gentes, sus conflictos, sus emociones, sus vidas; en fin
comunión íntima con el alma de la tierra que el peregrino ha de atravesar,
paso a paso, legua a legua dando de paso cuenta de los personajes y
circunstancias de sus lecturas. Decía Unamuno que un viajero no debería
sobrepasar la velocidad de un hombre que cabalga sobre un rocín. Un servidor es
todavía más exigente, un viajero no debería sobrepasar nunca la velocidad de un
caminante, cuatro kilómetros por hora a lo sumo. Velocidad perfecta, si el
camino no es empeñativo, para contemplar casi crecer la hierba de los caminos,
ver abrirse las amapolas o degustar los olores del hinojo, el tomillo o el
romero; pero sobre todo velocidad ideal para leer. Ah, leer, y todavía se
extrañará algún primerizo que se asome al blog de este peregrino de eso, de que
una de las tareas esenciales del caminante en su trotar por los caminos de
Santiago sea precisamente leer. No lo voy a explicar, el telefonito de las narices
que ahora todo el mundo llevamos encima es capaz de leer y hacer un centenar de
cosas más, incluso darte un capón debajo del pelo cuando te despistes, no veas
la señal amarilla o te salgas del camino. Mi teléfono no lleva sólo a Pessoa y a
los autores portugueses, carga además con más de treinta mil títulos; así que
con él podría dar la vuelta al mundo unas cuantas veces sin que el aparatito
llegara a leerme no más allá de la cuarta parte de los libros que tiene en sus
tripas.
Sí, seguro que en mis crónicas necesariamente aparecerá Saramago y su resuelta capacidad para explorar las posibilidades de un mundo mejor; aparecerá el pesimismo de Pessoa y su exasperante capacidad para robarte la ilusión de volver a enamorarte por tercera, cuarta vez; después de matar un tigre, no cabe más aventura, decía el “cretino” ;-); el segundo o el tercero serán mera rutina...
Pero, ay, tengo una bonita sorpresa. Ayer me llegó un mail
de una valiente peregrina de los caminos, que habita por las tierras de nuestro
Levante, que incluía en su correo una cita de un libro cuyo título, Andar, una
filosofía (Fréderic Gros), ya despabiló mi voracidad lectora. Gracias, Nuria,
por la referencia. Hay momentos en la vida en que las expectativas que levanta un
libro tienen algo de parecido a esas que Proust inmortalizara en su A la sombra
de las muchachas en flor. La manera en cómo en Proust las expectativas se
alimentan, crecen y crecen, y digamos que casi estallan, cuando al final asiste
a determinada función del teatro, termina veraneando en su ansiada Balbec o
espera una entrevista con la señora de Guermantes, tiene mucho de parecido con
lo que le sucede al caminante en esta ocasión con los libros que le esperan en
el Camino de Santiago.
Hay peregrinos que dedican enormidad de tiempo a preparar su
equipaje, botas, saco, botiquín, traje de lluvia, etc. Mi impedimenta en esta
ocasión no pasará de siete u ocho kilos, así que no me va a dar más trabajo de
media hora. Sí dediqué mucho tiempo a la selección de mis lecturas de las que
tanto espero. El mundo que se abre delante de mí cada vez que abro un libro es
tan grande y tan apasionante a veces, sólo a veces, y tengo que hacer un inciso para decir
que la mitad de libros que comienzo no los termino, porque claro está que la
vida sólo da para leer aquello que es interesante, cuando no apasionante, y
digamos de paso que vergüenza me da que algunos pierdan el tiempo con estas
crónicas de un pobre y solitario peregrino; es tan grande y apasionante a veces
como para que el hecho merezca el calificativo de milagroso. Cierto que uno no está en
todo momento en esa disposición de gracia, que sería algo así como la
prolongación de un orgasmo tan indebidamente como para que el sistema nervioso
saltara por los aires, pero algo sí está de nuestra parte para ponerse en situación
de tal estado de gracia. Un servidor ha tenido que esperar tres meses para que
fuera iluminado por el deseo de caminar, de leer, de bañar el alma en la estopa
de los caminos.
Ahora sólo queda coger el Alsa y dirigirse a la
desembocadura del Tajo, legendario río donde el entonces caminante ya mojó sus
pies en algunas de las largas jornadas que le llevaron una década atrás a
caminar entre Valencia y la tierra lusitana.
Otras publicaciones del autor:
3 comentarios:
Pues venga, vamos a perder un poco el tiempo siguiendo el camino de este lector viajero, y de paso ampliamos un poco la biblioteca.
Compruebo que ayer no terminó de salir una respuesta a tu comentario que escribí desde las alturas de la Cabrera. Imposible recuperar aquellas palabras. Imagino que el deseo de encontrar unurato en algún momento para recrear el paso reciente y tu trajín de una a otra parte del mundo. La poca cobertura debió de dejar mi mensaje en el limbo. Espero que no te falte lectura para tu desayuno. Espero porque de la continuidad de estas cosas nunca se sabe.
Pasado reciente...
Publicar un comentario