Refugio Schneneealpenhaus,
2 de julio de 2023
Cercanías refugio Lurgbauerhütte - Refugio Schneneealpenhaus
Quizás esta experiencia de pasar largo tiempo en la montaña de
un lado para otro, incluida esta afición que le cogió a uno por sorpresa al
final de la adolescencia, contenga como regalo añadido la posibilidad gratuita
de poder bucear en tantas cuestiones esenciales que siempre parecen reservadas
a especiales circunstancias de recogimiento. El título se me ocurrió esta
mañana mientras hacía ganas de levantarme, que si por mí hubiera sido, allí me
habría quedado como un San Antonio en su cueva esperando a que alguna que otra
tentación me viniera a lo largo del día. Pero como ya se sabe que no sólo de
eso vive el hombre, no tuve más remedio que incorporarme. Busqué en la bolsa de
la comida pero a estas alturas los típicos desayunos habían volado. Poco
quedaba en el talego que me sirve de despensa. Me conformé con masticar
pacientemente cinco barritas energéticas. Después fue salir del saco y
comprobar que la humedad se había metido por todos los rincones aunque mojado mojado
y después de tanta lluvia no había nada. Para que me vengan a mí con las
tiendas de lujo de algunos cientos de euros. 120€ me costó ésta y ha resistido
ya más lluvias (y tormentas) que el arca de Noé. Más no se puede pedir por setecientos
gramos de tienda. Había comprado otra a última hora más amplia, pero con los
palos pesaba medio kilo más que la anterior, así que primó la ligereza.
La verdad es que pese a cierta estrechez de la tienda yo en el
caso de San Antonio bien me abría quedado allí a recibir a cuantas bellezas
quisieran visitarme. El caso es que sí abrí la cremallera de la tienda a ver,
no fuera a ser que se produjera el milagro. Pero no, no cayó esa breva, que si
la hubiera habido no la habría visto porque la niebla que había fuera era de
las que se mascaban.
Hay Dios santo, hablando de gps, a ver qué iba a hacer yo esta
mañana sin ese aparatito. Sales de la tienda y lo único que tienes alrededor es
una nube, ni siquiera el rastro del sendero, que había abandonado un día y
medio atrás para montar la tienda. Dos días, sí, había estado recluido en esa
burbuja de jabón que es mi tienda. Así que recogí y, San Gps, en tus manos
encomiendo mi espíritu. Un caminillo salía efectivamente allá a la izquierda.
Hacia frío pero embutido en mallas largas, pantalón de lluvia y capa, se
caminaba bastante bien.
Me gusta montón caminar en medio de la niebla. A poco de andar
a ciegas en aquel mundo enseguida me acordé de Saint-Exupéry, de quien había
comenzado el día anterior Tierra de los hombres, un título que me
recordó haber visto en el muro de un motero que andaba estos días por Senegal y
que había tenido la gracia de llevarse ese libro en la faldriquera,
precisamente, y por ello me acordé. Nada más empezar la novela allí, en su
primer vuelo, Saint-Exupéry sus mayores temores eran atravesar las nubes del
Pirineo, años 20 del siglo pasado. Como esta mañana, volar, caminar a ciegas,
pero con el peligro, él y su compañero, de estrellarse contra la cumbre del Poset
o el Aneto. Debía de ser realmente jodido volar entre nubes en una zona de montañas.
Bueno, pues que mientras me abría paso entre la niebla por un terreno sin
complicaciones, me dio por pensar en los libros que había leído de este hombre,
todos dignos de ser releídos una y otra vez. Ah, el amigo Álvaro lo que se
pierde no releyendo nada porque lo que él quiere es leerse toda la biblioteca
nacional antes de palmarla. Que sí, hombre, que hay que releer, incluso ese Cuarteto
de Alejandría que estás leyendo ahora, o quien lo lee ¿no sería José Mijares?, lo merecerá dentro de unos años. A
ver si vamos a tener que sacar a cuento aquel cuento sufí del paqué, un
montón de paqués que después cuando tus huesos no sean otra cosa que
harina (sí, el gran César Vallejo cuando hablaba con su madre muerta) dónde
estarán tantos libros leídos. Que paqué probar con el peñazo de la
Didion, y menos todavía con ese tu ser adorable, Javier Marías; mejor releer,
cogerte por enésima vez El Principito, por cierto el libro más publicado
en el mundo después de la Biblia; o Vuelo nocturno o Ciudadela.
Y si me apuras volver a Platón y a la sabiduría de Diotima.
El refugio siguiente no estaba lejos, al menos eso me decía mi
entrañable amigo el gps, pero es que con las digresiones literarias casi sin
darme cuenta me tropecé contra él. Aparecía entre la niebla como uno de esos viejos
caserones que pinta la Bronte en Cumbres borrascosas. Subido sobre una
prominencia y con aquel ambiente bien habría servido para albergar a los
ocupantes de aquel kafkiano relato de El Castillo. Pero no, no había
cuidado, que allí en medio de la nada iba a ser acogido primero por Yamah, un
simpático marroquí que fue todo amabilidad y comprensión para un servidor que
llegaba chorreando de agua por todos los lados, y al que nada le faltó para
llevarme de inmediato junto a la estufa de leña e invitarme a colgar allí toda
mi indumentaria húmeda. Y segundo por Sara, una joven austriaca hispanoparlante
que iba a solucionarme absolutamente todos los asuntos que le propusiera.
Hacer de salvaje está bien, pero también lo está llegar a un
refugio y encontrarte con gente amable, con una estufa en que secar todo, con
un buen vaso de leche, con el cálido ambiente que siempre se respira en los
refugios de altura.
Estaba preocupado con el tiempo. Después de poner a secar mi
indumentaria fue lo primero que me fui a ver. Lluvias y tormentas hasta el
sábado. Tan oscuro veía el panorama que después de comer tras indagar todas las
posibilidades pensé que quizás mientras el tiempo se aclaraba podría irme unos
días a Graz o a Viena a hacer turismo, dos horas de viaje en ambos casos desde
el pueblo que me pillaba más cerca. Así que a Booking. Lo más barato cien euros
la noche, así que cinco noches quinientos euros más el precio de los
desplazamientos. En ello estaba cuando pasó por allí Sara, con quien ya había
hecho algunas migas, y le planteé el asunto. Fue como frotar la lámpara
maravillosa de Aladino. Si compraba cierta tarjeta (60€) la estancia en todos
los refugios de Austria (tarjeta a usar en todos los refugios de Europa con el
correspondiente descuento) el precio de la noche se quedaba en 15€. No lo dudé.
Así que de momento soy huésped de refugio hasta que el tiempo aclare un poco.
El próximo refugio me queda a un día y medio o dos, si hay una pequeña ventana de
tiempo pasable lo mismo puedo seguir ruta un día de estos.
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