El placer que proporciona el saco
tras una larga tiritona. Hacía frío y un fuerte viento cuando llegué a la
cumbre y entre hacer unas fotos y preparar el vivac me quedé frío, una de esas
tiritonas que te agitan todo el cuerpo y que no hay modo de parar. Quince
minutos más tarde el placer de volver a ser una persona normal. Ahora, tras el
atardecer bonito allá por el norte de
Mi destino era dormir en Los
Campanarios por aquello de las colecciones. Hay quien colecciona sellos o
billetes de banco, yo colecciono noches de vivac en las cumbres de nuestras
montañas. Sobre gustos no hay manera de ponerse de acuerdo. Poco antes de
llegar a la cumbre había una luz muy bonita hacia la sierra del Valle. Me paré
un momento y saboreé brevemente el placer de recordar todo ese espinazo que se
extendía entre
Fue un magnífico descubrimiento que
era posible dormir en nuestras cumbres en invierno. Las primeras semanas del
primer invierno pasé frío, pero sólo hasta que comprendí que para esa época
tenía que renovar todo mi material de vivac. Después ya fue coser y cantar,
cuando tras las primeras experiencias le tomé gusto y descubrí que no había
nada extraordinario en tender el saco sobre la nieve o al resguardo de algunas
rocas y pasar allí la noche. Así fue como comencé eso de las colecciones, algo
que me recordaba mi afición infantil a completar los álbumes de cromos cuando
tenía cinco o seis años. Un gusto volver a la infancia.
Hoy pasaba por completar una cumbre
más, Los Campanarios, pero cuando llegué allí procedente de
Tenía que haberme parado a ponerme
el pluma y los guantes gruesos pero apuré tanto que llegué helado y a la cumbre
en medio de un fuerte viento. Y, claro, cómo no dejar contenta a mi cámara que
viendo el espectáculo que se estaba produciendo por poniente, me estaba
pidiendo a voces que la sacara de su estuche para cumplir su trabajo. Por
levante el largo y agreste espinazo de Los Galayos, que ya se había sumergido
en la sombra; la redonda testuz de Cabezo del Cervunal por el sur, el Circo
todavía con las últimas nieves sobre sus abruptas laderas. Y naturalmente el
rastro de oro y ámbar que cubría las colinas que esta noche servirían al sol
para su merecido sueño nocturno.
Y hago una pausa, me asomo por el periscopio
del saco y resulta que han desaparecido la luna y las estrellas y estoy
sumergido en una nube de smog. Uffff. Confiamos tanto en las previsiones del
tiempo que… Mira que si se pone a llover, o nevar. La previsión de ayer en
Meteoblu para la cima de
Y antes de dormirme naturalmente me
fue imposible no rememorar aquel encuentro con la mujer pequeña, que fue mi
novia de la edad madura, en los peldaños que llevan al torreón de
A las cuatro de la mañana ya estaba
otra vez despierto. Imposibilitado de pegar ojo en algún momento en mi cabeza
bailó alguna cifra enigmática, el 69, asociada a ciertas bonitas
circunstancias que fue imposible desaprovechar.
El saco tenía medio centímetro de
escarcha, la nube que me envolvía se había marchado con viento fresco, la luna
gorda lucía en las alturas, en el saco se estaba confortablemente caliente y la
sensación de soledad y las caricias se me subían como una borrachera a la
cabeza. Me despertó la alarma que anunciaba la salida del sol. Adormilado me
incorporé, admiré el espectáculo, hice un par de fotos al astro rey, una más al
Circo bañado por la luz ambarina de la hora e inmediatamente quedé dormido.
Me desperté a las diez de la mañana
cuando el sol bañaba de lleno mi vivac. Hacía frío, la bolsa del agua como era
de esperar se había convertido en un bloque de hielo. Previéndolo había dejado
el agua para la leche del desayuno preparada en el poto. Era grato desayunar
sentado al sol con el saco hasta la cintura. Era grato no tener prisa y
parsiomoniosamente recoger y descender por la nieve con la vista del Circo siempre
enfrente. Se lo decía a Victoria el otro día bajando de Peña Citores, el
momento de regreso después de pernoctar en las alturas, me resulta uno de los
ratos más agradables de la semana. Lleno el cuerpo de un no sé qué dejarse
llevar por la pendiente, aquí una flor que fotografiar, acá un liviano
pensamiento, el placer de experimentar el cuerpo, los músculos, el instante.
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