Madrid-Santiago de Compostela, 13 de mayo



El avión se eleva dejando a la izquierda una bella perspectiva de las Cuatro Torres, en una hora en que la luz es limpia y deja sobre la ciudad los tonos cálidos y desleídos de los fondos de Rafael. Minutos después volamos sobre la Pedriza y las cumbres del Guadarrama, un espectáculo matinal que me recuerda mis vivacs de la pasada semana junto al Yelmo, ahora unos miles de metros por encima de los prados y las laderas cuajadas de jara en flor, más arriba de los señoriales llantenes erguidos sobre el enorme rebaño fantasmal de los granitos de mi querida Pedriza.
La nieve cubre el espinazo de Cabeza de Hierro y Peñalara; la laguna de Los Pájaros asoma por el dintel ovalado de la ventanilla del avión. También por ahí, veo allá abajo el Reventón al norte de la laguna, anduve hace días, siempre un Guadarrama solitario y acogedor; un día de viento en que era agradable toma el sol tras una gran roca mientras oía un concierto para piano de Brahms.
Y un poco más tarde son los molinos de viento que jalonaron durante tantos días mi caminar por Galicia el pasado año. El placer de la evocación mientras el avión, dispuesto a aterrizar, hunde sus morros en un mar de niebla. Seis grados centígrados en Santiago Compostela, un poco fresco para esta mitad de mayo.

3 comentarios:

slechuga dijo...

Me encanta que hables de la Pedriza en el comienzo de tu viaje.
Santiago Pino

la granota dijo...

... viajar en avión...
el google earth de toda la vida...

Alberto de la Madrid dijo...

La verdad es que últimamente estoy enamorado de la Pedriza, hasta por aquí junto al mar veo la Pedriza en esos grandes pedruscos que como las legumbres de Gabarcinto llenan esta costa.