En España tenemos muchas fiestas



Sangüesa, 04/05/2013

El cielo estaba cubierto; yo, que caminaba solo me había detenido a charlar con un campesino que se entretenía en arrancar malas hierbas en las lindes de un campo de cebada. Se entretenía no más, dijo, porque el campo era inmenso, de un verde profundo bajo el cielo encapotado, y su labor nada podía aportar allí. Más allá el tapiz amarillo de la colza seguía a la cebada. Paró junto a nosotros un todoterreno que tiraba de un remolque para caballos; era el amigo que Ramón había hecho media hora antes. Ramón y Vermell venían a pocos metros. Lo conté hace días, la cofradía de los amantes de los caballos es una cofradía de confraternidad y solidaridad sin precedentes. El dueño del remolque había visto a alguien con un caballo y un perro caminando por el arcén de la carretera y había parado de inmediato para pegar la hebra con el jinete. Después, vistas las necesidades del caballero andante y su jinete, se había vuelto a casa, había llenado un par de cubos con pienso y se había subido a buscar a Ramón, que caminaba monte arriba, para alimentar a su rocín. Ahora estaba allí trasvasando pienso para Vermell sobre un cubo de goma; le traía además el complemento vitamínico que él usaba para sus propios caballos: orégano, perejil, pimentón dulce y tomillo, todo a partes iguales mezclado con el pienso. Mientras el caballo y Dop daban cuenta del pienso, la charla, yendo de un lado para otro, terminó en recaer en la confusión del día de la semana en que estábamos, alterado éste por el puente del uno de mayo, esos puentes que cuando terminan nos hacen suponer que al día siguiente es lunes. El amigo ocasional de Ramón, que era un empresario de la zona, desorientado por el día de la semana en que estábamos enseguida movió la cabeza escéptico asegurando que en España tenemos demasiadas fiestas. La espontánea generosidad de alguien que deja de inmediato lo que está haciendo, hace unos cuantos kilómetros para volver a casa y coger pienso, engancha un remolque por si lo necesita el caballo de Ramón y se sube una larga pista de tierra en busca de un desconocido caballero andante que está dando la vuelta a España con su caballo y su perro, impedían desde luego rebatir a saco esa afirmación, que él respaldaba aludiendo al quebranto que suponía para el sistema de producción estos días festivos; así que con un comedimiento algo exagerado terminé con algún circunloquio, por dejar caer mi punto de vista en ese conflicto que se presenta entre la productividad y la vida, en donde parecen invertirse los términos queriendo hacer de la productividad el objetivo de la vida, en vez de asumir que la vida, su gozo, su disfrute, deben constituir el objetivo esencial al cual deben subordinarse todo trabajo y todo sistema de producción. El hombre, de padre alemán y madre española, dejaba ver la tranquila cortesía de un status social y económico y, enseguida, cuando Ramón quiso bromear con el tópico de los maestros y sus sustanciosas vacaciones, evitó el escollo a que había dado lugar su afirmación de las muchas fiestas que tenemos, diciendo que en Alemania a los maestros se les llama de usted, tan grande es el respeto que se tiene por ellos. Antes de disculparse porque hacía rato que le estaban esperando en casa con una barbacoa a medio hacer y tenía que marcharse, a propósito de la terquedad de los navarros contó una simpática anécdota: ¿Cómo lograrías meter tú a ciento cincuenta navarros en un seiscientos?, pregunta un paisano a su amigo. El otro mueve la cabeza indicando que ni idea. Muy simple, dice el otro, diciéndoles que no, que en un seiscientos no cabe tanta gente.

Hoy volví al tiempo casi olvidado de mis madrugones. Era hora de volver a saborear los aires del alba, el silencioso caminar en los bordes de la madrugada. Me preocupaba despertar a los peregrinos que llenaban la sala, ocupando incluso el suelo con colchones, así que me dormí con la intención de despertarme un rato antes de que sonara la alarma del despertador. La cosa funcionó, mi cerebro recogió mis deseos y a las cinco y media en punto de la mañana algo dentro me dio un toque y me desperté completamente despejado. ¿Cómo pueden funcionar estas cosas? Ni idea, pero es así.

Había una luna diminuta en el cielo, esa luna que cuando salí de casa una semana atrás me prometía largas marchas nocturnas por el Pirineo vasco y que las lluvias y un tiempo que había confundido la primavera con el riguroso invierno me impidieron ver.

Los veinte kilómetros que separaban Izco de Sangüesa son un paseo entre colinas bajo un cielo definitivamente despejado. Cuando a mitad de camino me paro junto a una fuente para tomarme un tentempié, me despojo definitivamente de mi ropa de invierno, saco mis mallas cortas, mi gorro del sol y una camiseta de manga corta; me siento en otra época. A partir de ahora habrá que cambiar las rutinas diarias buscando después de comer una sombra para la siesta y caminando a primera y a última hora del día.

En Sangüesa dejamos definitivamente el camino de Santiago Aragonés y nos dirigimos hacia el sur en busca del GR-1, al que denominan histórico no sé por qué razón, que cruza la península desde Finisterre hasta Ampurias. Es un GR en construcción del que sólo existen tracks parciales que muchas veces no tienen continuidad uno con otro. En el Topopirineos 5.0 aparece también la marca dispersa de su recorrido. Hace años que me encapriché de este gr, un año que me encontré un folleto caminando por Galicia que mostraba el atrevido diseño de seguir el paralelo que pasa por Finisterre hasta el norte de Cataluña. Desde entonces fui recogiendo información de aquí y de allá; incluso llegué hace semanas a encontrar una web en la que participa gente que se dedica a su promoción y construcción. Se trata pues de un camino que me ofrece cierta intriga y que obligará a buscar pasos alternativos en esa discontinuidad que son ahora los tracks que he encontrado en Internet.

Me hace ilusión este nuevo periodo, sin albergues, sin peregrinos, con un tiempo más estable, espero, para vagabundear por esta geografía accidentada en donde continuamente habrá que prever los raros sitios habitados de aprovisionamiento a fin de evitar un excesivo peso sobre mis espaldas.

Ahora, a la sombra de una alameda, junto el río Aragón, el tiempo parece otro tiempo, un verdadero mes de mayo con las ramas de los árboles llenas de pájaros y el rumor de las hojas bailando en lo alto invitando a tomar una larga siesta.

1 comentario:

LuisBas dijo...

Pos si señor, pero muchas , aunque unos mas que otros.
Hay algunos que hacen fiesta todos los dias y ademas tienen vacaciones de verano, pero lo mejor es lo de tu amigo Manolo "el enamoradizo" que trabajaba media hora y con vino.