Cine de montaña: El dueto Fanck – Leni Riefenstahl


  
El Chorrillo, 02/01/2014






No es que sea la una de la madrugada la mejor hora para ponerse a escribir, pero es que acabo de terminar de ver la segunda película de Arnold Fanck y estoy tan encantado con ella que no resisto la tentación de dejar constancia de ello aquí. La pasada semana fue Tormenta en el Mont Blanc (Storm over Mont Blanc (1930) y hoy The Holy Mountain (1926); ambas dirigidas por Fanck y protagonizadas por Leni Riefenstahl. En espera queda Prisioneros de la montaña (Die weise Hölle von Piz Pallú, 1929). Y también en estos días, de características similares la visión de Luz azul (Das blauae Licht,  1932), en torno al macizo del Cristillo, en Las Dolomitas. En ésta el genio creado por Arnold Fanck, que canta la épica montañera y nos introduce en el mundo de las grandes empresas de los pioneros de los Alpes, culmina con una obra de increíble belleza plástica; se trata de la primera película de la controvertida cineasta Leni Riefenstahl: una joya para los ojos, una especie de cuento de hadas en donde la temprana afición a la montaña de esta mujer nos sirve en bandeja de plata un exquisito manjar fílmico, que los aficionados a las cumbres no dejarán de degustar con placer. Como el buen vino, muchos años de solera y una prodigiosa capacidad para hacernos vivir el salvaje y desafiante mundo de las grandes paredes de los Alpes.

Y estamos hablando de un periodo entre 1926 y 1932. Cuando apenas se hacía cine fuera de los estudios porque los medios técnicos de que se disponía no lo permitían, Arnold Fanck subía a los cuatro mil metros a filmar y allí permanecía durante días y días esperando que la gran cabalgata de las nubes, las tormentas, llegaran para poder ser filmadas como si éstas formaran parte de una inmensa sinfonía que en unión de los glaciares, las torres de granito, la soledad que se respira en el solitario refugio de las alturas en donde vive un guarda que sirve sistemáticamente datos metereológicos a Chamonix, producen en el espectador sensaciones parecidas a las grandes obras de Beethoven. La trama de la película, que en todo momento se desarrolla por encima de los cuatro mil metros, sirve para dar cuerpo al film, pero acaso sea lo menos importante. De hecho, las dificultades, el riesgo, los puentes de nieve sobre inmensa grietas y la evolución de los hombres en ellas tratando de encontrar un paso, así como la situación en que se encuentra el protagonista cuando pierde unos guantes y se ve obligado a descender al valle entre un inmenso caos de seracs, sin conseguirlo, son secuencias de una magnífica belleza de las que uno no acierta a comprender cómo fueron tomadas. La penosa vuelta al refugio, dado que el camino de retirada está totalmente cortado, evolucionando a través de grietas, seracs, ventiscas y continuas avalanchas, hacen revivir en cualquiera que se haya movido por las alturas del Mont Blanc una inmensa sensación de plenitud, el reconocimiento de la grandeza que el hombre o la mujer pueden encerrar en sí.

Cuenta Leni Riefenstahl, que por entonces ejercía de danzarina, que yendo en una ocasión en el metro camino de una cita con el médico, al apearse del tren se encontró con la publicidad de la película Mountain of Destiny (1924), de Fanck; quedó tan prendada de lo que ella entreveía en aquel film que se olvidó totalmente de la cita que tenía y se dirigió directamente al cine donde la proyectaban. Después de ver aquella película ya no tuvo otro vocación que no fuera dirigir películas, las montañas de Fanck la habían envenenado. Enseguida ofrecería a Fanck sus servicios como actriz.
De la película de hoy, The Holy Mountain, además de la penosa ascensión en que quedan bloqueados en el hielo de una pared vertical dos alpinistas y en donde se recrea el colofón de un drama amoroso sin solución, hay montones de secuencias que son de una gran belleza: el equipo de rescate operando en la noche con sus antorchas en medio del rigor de la montaña de invierno, los vertiginosos descensos en esquís por laderas vírgenes en donde los movimientos de los esquiadores parecen formar parte de una coreografía de ballet, las tomas propiamente de los momentos más difíciles de la escalada, el fragor de las olas, en fin, la protagonista danzando a contraluz junto a un mar embravecido que actúa como contrapunto de esa misma  naturaleza que de maneras tan diferentes puede expresarse y hacernos vibrar de emoción.
En este cine, y parece mentira que esto pudiera hacerse hace casi noventa años, por demás no hay truco que valga (entiéndase…), constantemente me recordaba la experiencia de Werneg Herzog en Fitzcarraldo o Aguirre, la cólera de Dios. La negación de Herzog a que le hicieran de la ascensión de una enorme barco de acero en las cercanías de Iquitos hasta un collado para bajarlo por la ladera opuesta a otro río un paripé de montaje en estudio, era la afirmación de que no hay mejor realismo que la realidad misma. Cuando hacer una película se convierte en una epopeya. Eso resulta de alguna de estas tempranas películas de Fanck y Leni Riefenstahl. Dos ejemplos ilustran esto que digo. Cuando se filman algunas secuencias en que los dos alpinistas quedan atrapados a gran altura en una pared, la temperatura era de veintisiete grados bajo cero. Los protagonistas están maniatados contra la pared y reciben continuas paladas de nieve y hielo en el rostro a fin de construir un realismo acorde con la situación; las tomas de un reportaje en donde aparecen las escenas del rodaje son casi más impresionantes que las secuencias mismas de la película. En otra ocasión, cuando la protagonista debe avisar del accidente y subir una empinada montaña en la semipenumbra del amanecer, se ve obligada a soportar el embate de una avalancha; Leni Riefenstahl queda enterrada totalmente bajo las sucesivas descargas de las avalanchas, naturalmente provocadas. A Fanck le costó Dios y ayuda convencer a la actriz para que pasara por esa circunstancia en unas condiciones climatológicas excepcionalmente difíciles.
Por cierto, una realidad que a veces se nos escapa. Hoy, cuando Leni, admirada de las ascensiones que realiza el alpinista que será poco después su amante, le pregunta: ¿Por qué te arriesgas tanto subiendo esas montañas?, su respuesta es inmediata: Subo para encontrarme conmigo mismo. Hermosa respuesta que acaso hemos llevado todos dentro sin saberlo cuando nos hemos enfrentado a una ascensión difícil. 
En fin, amantes de los montes y de los mares, daros una vuelta por estas películas. Seguro que me lo vais a agradecer. Más abajo doy algunas indicaciones de cómo acceder a ellas.  



Enlaces:
Tormenta en el Mont Blanc (Storm over Mont Blanc (1930). Se puede conseguir aquí: http://www.youtube.com/watch?v=_gDv9gDNHzg. Está cortada en nueve capítulos, creo. Alemana con subtítulos en inglés. Se sigue perfectamente sin conocer este idioma.

 Luz azul. Alemana con subtítulosen inglés. Se entiende igualmente bien. Una magnífica reconstrucción de la película original que estaba muy dañada. El link: http://thepiratebay.se/torrent/5353229/Das_Blaue_Licht_(1932)_Leni_Riefenstahl_Ger_(Eng_subs)



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