Del otoño de la casta



Puerto de San Glorio, 02 de noviembre de 2014


El otoño de la casta, o la irresistible ascensión de Podemos. Tan absorto estaba estos días en el otoño, esa apasionante afición a ir con el cazamariposas de aquí para allá buscando los registros más hermosos que la estación destila por las venas de sus ríos y barranco, por sus bosques de ensueño, que casi había olvidado esa otra pasión que ha empezado a subirme por dentro desde que toda aquella fuerza humana aparentemente adormecida en sus cuevas desde décadas ha empezado a germinar por doquier desde aquel digno 15M, ahora sí, aglutinando a la gente de la calle, en torno a una formación política capaz de hacer frente a toda esa morralla que nos gobierna o nos gobernó en las últimas décadas. La política de la decencia y de la gente corriente, al fin, contra la política de la casta, de la pasta, de los aprovechados de todos los colores.



Sí, Victoria me mandó hoy un mail con los resultados de la última encuesta de Metroscopia. En ella Podemos barre del tablero político a PPSOE de ominoso recuerdo (¿recordáis, verdad, aquello que gritábamos en las manifestaciones del 15M, “PSOE PP, la misma mierda es”), esos que nada tenían que ver con la gente de la calle y sus problemas, que arreglaron todo para perpetuarse en el poder, que eran de hecho la mano de hierro de los bancos y las grandes empresas, instrumento al servicio de los que siendo ricos cada vez son más ricos. Podemos, como salido de la nada, en unos pocos meses se coloca en la encuesta última de Metroscopia a la cabeza del sistema político de nuestro país con un 27,7% de los votos, a siete puntos por encima del PP y a punto y medio del PSOE. Magnífico panorama para esta España que dormitaba, que algún día habrá de dejar de ser aquella de charanga y pandereta que cantaba Machado para convertirse en un país serio, en un país de personas decentes donde los ladrones, no los que roban gallinas, encuentren todos su sitio en la cárcel, donde los aprovechados de todo signo desaparezcan al fin de nuestra urdimbre social.

Hagamos votos para que esa esperanza que hoy ponemos millones de españoles en esta nueva formación política vaya consolidándose en la calle, deseemos con fuerza que la vitalidad que veíamos en las calles y plazas de cientos de pueblos durante los movimientos del 15M renazca, asumamos la conciencia de que la política es asunto de todos y una parte importante de nuestras vidas: la sanidad, la educación, el bienestar general es asunto político que no podemos dejar en manos de una casta de privilegiados que utilizan el poder para asuntos foráneos a la generalidad de la gente.

Ahora toca barrer el escepticismo de todos los rincones del alma y prepararnos para participar de alguna manera en el proceso de fortalecimiento de Podemos para convertirlo en un instrumento contundente con el que hacer una política más justa, más  solidaria, más distributiva.



En el norte el otoño parece estar empezando a encabritarse. Las predicciones dicen que ya está bien de este tiempo primaveral y que corresponde hacer justicia a la estación, así que a la expectativa estoy. Hubiera querido subir al collado Hermoso y dar alguna vuelta más por Picos, pero parece que mi ánimo no está en disposición de enfrentarse a temperaturas demasiado bajas ni a lluvia o nieve desproporcionada. Hoy enfilé hacia el desfiladero de la Hermidapara alcanzar el pueblecito de Bejés donde un largo sendero trepa por la montaña para dar la vuelta a varios barrancos en un circuito circular. Era muy tarde cuando comencé a caminar; llevo dos semanas que no paro, cada día con un otoño diferente en alguna dispar parte del norte de España y mi cuerpo está cansado y falto de sueño. Uno quiere hacer más cosas de las que puede y eso se paga: caminar, leer, hacer fotos,  procesarlas, escribir… Días hubo que me dieron las doce de la noche metido en el trabajo de hacer mi crónica o en procesar las fotografías. No, no es fácil encontrar el equilibrio.



Hoy cuando estuve por encima de los barrancos, desnudos, profundos y agresivos, me pareció que aquello era algo para tomárselo con más calma. Decidí caminar por el borde de este magnífico mirador hasta una hora prudencial, la una de la tarde. Después me senté a la vera del camino y tomé con calma un largo piscolabis. Tuve visitas, primero una pareja de escoceses, él un ancestro de los vikingos con una larga coleta y barba de veinte días, ella menudita tocada con un sombrero de ala ancha y una sonrisa en la boca de esas que le saben a uno a miel. Habían salido de Sotres y debían de llevar caminando desde el amanecer. No entendía yo a donde iban si tenían el coche en Sotres, quizás tenía la culpa mi inglés y no les entendí bien. El caso es que nos despedimos con cierta efusión y un have a nice trip. Una hora después, cuando yo bajaba hacia Bejés, me los encontré de nuevo de frente. Me explicaron que se habían equivocado de bifurcación; realmente tenían un sentido de la orientación muy malo, habían caminado durante media mañana en sentido contrario. Me dio pena de ellos, que tuvieran que subir aquel enorme cuestón otra vez cuando ya se creían cerca de casa. Después paró otra pareja, estos eran asturianos, unos recién casados con una pinta de novatos los pobres que hizo que llegaran a conmoverme. Me pareció que estaban en viaje de novios. No tenían ni idea de donde estaban ni a donde iban con el camino que seguían. Habían cogido una oferta en el balneario más próximo, para probar, decían, y tiraron monte arriba sin más información. La inocencia e ingenuidad con que hablaban de lo bonito de aquí y lo bonito de allá me hacía sonreír. Pensé en cuánto lleva aprender la vida.



Conduciendo por el desfiladero de la Hermida, creo que es con h, me entró sueño y paré, no tuve fuerzas para comer, me eché sin más en la cama y me quedé frito. Una hora más tarde me costó tiempo despabilarme. Después de la comida tuve que dedicarme a ver por dónde seguía mi itinerario, Santiago me mandaba un parte meteorológico nada halagüeño. Decidí que marchaba a Oseja de Sajambre pasando por el puerto San Glorio y que después me dirigiría hacia el sur para visitar el hayedo de Faedo de Ciñera, ya en León. Subiendo el puerto de San Glorio el cielo y las montañas se vistieron de gala y hube de parar para hacer algunas tomas. Me tocaría hacer noche a pocos kilómetros del puerto.


Fuera la luna lunera cascabelera alumbra los montes y el solitario paraje donde pasaré la noche. 






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