Noche en el cráter del Nemrut Dagi


Nemrut Dagi, junto al lago Van, Turquía, 2 de agosto de 2015

El final del día nos dejó en un lugar inesperado y muy especial, la orilla de un lago que ocupa las profundidades del volcán Nemrut. A veces intento hacerme una composición de los lugares que voy a visitar pero
casi siempre me equivoco, y hoy más que nunca. Nuestro destino era Van, en la orilla oriental del lago del mismo nombre, el más grande de nuestro continente, pero cuando fuimos a preguntar por el horario del autobús nos hacían esperar cuatro horas, así que elegimos el primero con destino hacia el este (Bitlis y Tatvan). Ya de camino consultamos la guía y Victoria descubrió que por allí había un volcán de tres mil metros que podía resultar interesante. Yo ya hacía días que estaba echando de menos una larga caminata, así que perfecto. Ahora sólo necesitábamos una zona wifi para localizar alguna ruta por la zona. Mientras tanto el autobús se había pegado a la orilla de un río que bajaba por las quebradas de la montañas con alguna fuerza. Resultó ser el legendario Tigris, aquel en cuyas riberas, junto con el Eúfrates, se desarrollaron las primeras civilizaciones. Mientras el autobús da vueltas y revueltas entre lomas peladas de color pajizo mis pensamientos se me van a las clases de doña Micaela, una profe que tuve en la universidad que fue capaz de entusiasmarnos con la historia de la antigua Mesopotamia. El Creciente Fértil aparecía ante nosotros con tal fuerza de la mano de aquella profesora que era imposible no entusiasmarse con los hechos de Hammurabi, el dolorido Gilgamesh y sus aventuras diluviales o la tierra en que nació la escritura. Ahora que el viajero había descubierto que el río que corría junto a la carretera era el Tigris sentía el gozo de poder recuperar parte de unos viejos apuntes, amén del recuerdo por uno de esos profesores a los que siempre agradeceremos el habernos motivado para acercarnos a una materia en concreto.

Atando cabos se nos ocurrió que si esta tarde nos aproximabamos al volcán podríamos dormir en la montaña y aprovechar la hora del crepúsculo para caminar. Como ya somos dos vejetes ;-) (en otro lugar diríamos veteranos para
camuflar la cosa) teníamos el problema de que no se nos hacía caminar con toda la impedimenta del viaje (el menisco de ella, la espalda, mi rodilla, el calor, la biblia en verso eran algunas de las disculpas), por lo que decidimos buscar un taxi que nos hiciera parte de la pista que llevaba al volcán. Ya encontraríamos un lugar para esconder nuestros macutos al día siguiente mientras caminábamos algunas horas en torno al cráter.

El track que habíamos localizado en Wikiloc, conseguimos que nos dejaran usar el WiFi en una tienda de telefonía, recorría el borde del cráter, casi treinta kilómetros. Un poco largo pero esa era nuestra intención hasta que nos asomamos al borde del cráter y descubrimos que el fondo estaba ocupado por un paisaje alpino en cuyas profundidades lucían dos grandes lagos. Luego nos enteraríamos de que uno de los lagos era de agua fría y el otro de agua caliente. En este último la temperatura del agua podía llegar hasta los sesenta grados... y recuerdo que hablamos de una altitud de tres mil metros. Entre recorrer el borde del cráter y bajar a explorar el mundo de su interior con sus dos grandes lagos y sus bosques de abedules nos decidimos por esto último. Un rato después estábamos compartiendo un té con un grupo de amigos turcos que charlaban animadamente junto a uno de los lagos; así pueden ser las cosas en esta hospitalaria tierra; llegas y el recibimiento es tan cordial que en pocos minutos te sientes parte del grupo y sus bromas. Aprendimos algunas palabras en kurdo, la principal se pronuncia "sepás", "gracias" en nuestra lengua. Si mi memoria diera para más podría coleccionar un buen número de palabras de cada país que atravesamos, pero mis neuronas no dan para más, así que paciencia.

Después haber cenado junto al lago, el de agua caliente, hemos montado nuestro vivac. Estamos en medio del cráter y, si tumbado miras para lo alto, lo que ves sobre ti es una inmensa circunferencia cuyo diámetro lo ocupa la forma irregular y oscura del cráter. El resto es un inmenso negro lago de estrellas  la más brillante de las cuales está encima de nosotros, se trata de Vega ocupando uno de los vértices del Triángulo del Verano.

Y en este mismo instante, después de anunciar su venida durante un buen rato con un pequeño resplandor sobre el labio oriental del crater, asoma por fin la luna, algo menos que luna llena pero oronda y grande como una enorme sandía de nieve.

Ronda algún mosquito por los alrededores pero hoy no hay peligro, venimos preparados. La luna sube campechana y hermosa dejando su reguero de melancolía sobre las aguas del lago. Rompe el silencio la  suavidad una ligera brisa que agita las hojas de los abedules. El fresco que empieza a levantarse me obliga a meter los brazos dentro del saco, así que ¡buenas noches!

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