Bajo las Torres de
Pensaba llegar a lo alto bajo las
Torres para ver atardecer y me encontré en medio de la noche a oscuras con la
nieve por encima de la rodilla siguiendo a ratos unas viejas huellas que iban
erráticas de un lado a otro del bosque. La señal del GPS no iba demasiado lejos
de la línea del sendero, pero la ausencia de cualquier señal, los brezos y la
biblia en verso me habían dejado al arbitrio de la noche. Me negué a mí mismo a
sacar la linterna, puesto que el atardecer se había marchado ya hacia rato, no
había prisa y caminar a oscuras por aquel laberinto nevado era una experiencia
digna. Hacía años que no experimentaba este tipo de circunstancias, así que era
cosa de recordar viejos tiempos en que perderse era asunto bastante frecuente. Me
habría servido cualquier lugar para pasar la noche. Apartar un poco de nieve,
construir un pequeño nicho y punto. Había metido la pala en el coche con
intención de subirla, pero al final olvidé cogerla, así que si hubiera sido
necesario, manos y pies para qué os quiero. Hoy no iba a necesitar la tienda y
me hacía gracia construirme un nicho en el único día que probablemente iba a
tener oportunidad de dormir entre la nieve.
Caminar a trompicones en la
oscuridad en una nieve que parecía que iba a tener y que de repente se venía
abajo, no es que sea muy divertido. Con nieve recién caída sobre brezos o piornos
siempre tienes la fiesta servida. Bueno, todo esto cuando se hizo de noche,
porque antes lo cierto que este tramo de
Tengo la sensación de que alguien se
enfada cuando digo que Machado hacía poesía de oído hablando de nuestro
Guadarrama (por cierto, que pediría de favor que dejáramos de llamarla Parque Nacional
del Guadarrama; no me suena, sabe a impostado, una guinda molesta sobre un
pastel de nuestras querencias montanas.
Tras esa visión de los riscos que
fueron y son un paisaje tan familiar y cercano para todos nosotros, y pasado el
cruce de los Cuatro Caminos, el sendero se enrisca, se hace barroco, pasa bajo
grandes bloques, gigantones de granito que algún dios inspirado esculpió en
tiempos remotos haciendo de esta parte de
Y así, poquito a poco empezó a
languidecer la tarde, los riscos se pusieron su traje de caramelo, el bosque se
cubrió de nieve y misterio, yo me hundí en la penumbra del pinar, se hizo de
noche y entonces el caminante vagó en la oscuridad abriéndose trabajosamente
paso entre la nieve y los brezos.
Arriba ya, entre la nieve encontré
una rocas despejadas. Sopesé la posibilidad de que desde allí se viera
amanecer, y como pensé que sí, descargué y antes de que me enfriara decidí
hacer una sesión de fotos.
Tan sólo uno bajo cero a medianoche,
pero ello no evita el relente. Mi saco ya está completamente mojado por fuera.
Sobre mi cabeza,
Hora de dormir. Buenas noches.
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