Refugio Campo Base, 44,49743897°N, 06,91898704°E, 30 de junio de 2025
Después de dos semanas el tiempo terminó por cerrarse. No he tenido otra opción, me estaban preparando cena y desayuno para llevar, miré fuera y llovía. Estaba anunciado, pero creí que me daría tiempo a encontrar cerca un lugar para mi tienda. Así que tarde y noche de refugio.
Si en la actualidad siento vergüenza de ser europeo, y con más razón español, se lo debo sin lugar a dudas a la inmoralidad, al tufo que desprende la historia de Europa y de España. Las galopantes injusticias del mundo, la hipocresía que ha investido siempre la acción social y política en nuestro continente, repugna especialmente por la mentira con que se ha fabricado la falsía de una historia escrita a conveniencia de la élite dominante. Cosas sabidas todas, pero que en ocasiones brotan en las lecturas al contacto con las realidades de otros tiempos . Últimamente la de Aurora Roja, y hoy concretamente con Tirano Banderas, de Valle Inclán. Un ejemplo de cómo se despacha uno de los personajes de Tirano Banderas: “Los Estados Europeos, nacidos de guerras y dolos, no sienten la vergüenza de su historia, no silencian sus crímenes, no repugnan sus rapiñas sangrientas. Los Estados Europeos llevan la deshonestidad hasta el alarde orgulloso de sus felonías, hasta la jactancia de su cínica inmoralidad a través de los siglos. Y esta degradación se la muestran como timbre de gloria a los coros juveniles de sus escuelas”.
Llueve intensamente. El refugio se ha llenado hasta la bandera. Tiempo hosco, las montañas han desaparecido parcialmente, largos hilachos de niebla suben y bajan por las laderas como almas en pena.
Esta mañana mientras leía a Valle Inclán camino del refugio Campo Base, me acordaba de nuestro muy excelente el rey de España, ese hombre que en la universidad no fue capaz de sacar más que un cinco raspado, y me preguntaba qué coño sabrá este hombre de nuestra Historia, este hombre de mirada impostada, como de quien mira desde las alturas, mirada fabricada por palafraneros y mamporreros para dar lustre a la insignificancia de su persona. Cuando uno echa un vistazo a la Historia es imposible dejar de substraerse a la insignificancia de los personajes que han regido el destino del país, y con ello a la falsía de una historia tejida en beneficio de la clase dominante.
Pero, oye, qué maravilla la prosa de Valle Inclán, la riqueza de su vocabulario, la elaborada precisión de su narrativa, la aguda ironía con que retrata a sus personajes.
Mientras me ducho y hago la colada, fuera la tormenta se ha desatado con fuerza. No me gustan los refugios, pero sí, sí me gustan con este tiempo, con su ducha de agua caliente, su confort, su dulce far niente tras la comida viendo desde la cama de mi habitación caer la lluvia.
Un camino bien trazado fue el objeto de la primera parte de la mañana. Amplias praderas que en tiempo alimentaban numerosos ganados de vacas o cabras hoy yacen a su aire, una hierba alta por encima de la rodilla en donde cencerros y esquilas pasaron a mejor vida para siempre. En las casi dos semanas que llevo apenas he visto vacas, y cuando ha sido así pastaban en zonas bajas junto a las granjas. El monte parece que se despuebla de estos animales. La rentabilidad manda y el ganado estabulado parece que tiene ganada la partida.
Tras el collado el sendero desciende por un variopinto bosque de pináceas. Era el momento de la lectura. Con estos madrugones el día da para mucho. A las diez y media de la mañana ya se avistaba allá abajo la aldea de Saretto y poco más tarde Chiappera. Pasé por su refugio situado dentro del pueblo, pero un aldeano me convenció para que siguiera hasta el refugio Campo Base. Éste es muy snob, me dijo, y te van a clavar el doble que en el de más arriba. Agradecida tanta gentileza.
Pegaba el sol fuerte, pero se mascaba en el aire un cambio. El pronóstico daba lluvia para las tres de la tarde, aún así mantuve la esperanza de subir un buen pedazo. Nada de nada. Estaba comenzando con la comida en el refugio cuando empezó a llover.
Una chica con la que comparto la habitación, cuando le digo que no está mal que llueva después de dos semanas de sol, me contesta que bueno, que ella esos quince días los ha pasado currando en Milano y que maldita la gracia llegar aquí lloviendo en su primer día de vacaciones. Es verdad, no hay manera de que llueva a gusto de todos. Yo por mi parte tengo la esperanza de que al menos un paraguas de nubes mantenga el sol alejado de mi camino durante unos días. El sol merma mis fuerzas.
Las cuatro de la tarde. La hora de la siesta.
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