46,04858630°N, 10,23061574°E, 10 de agosto de 2025
Son las cuatro de la mañana y estoy algo inquieto. Todo el tiempo que he dedicado antes de dormirme a buscar la continuación de mi recorrido se ha colado por alguna rendija de mi sueño. Debe de ser luna llena. Los montes parecen dóciles habitantes de la noche a la luz de la luna. A las consideraciones de la noche anterior se añade ahora una más, la carencia de refugios, uno hay, parece, entre Ponte di Legno y Bolzano. Veremos. Me duermo con las luces del alba.
Hoy supongo un itinerario tranquilo, el último de los Alpes Orobicos, que me dejará a las puertas de la Valcamónica. Sólo un paso que alcanzar, el del Gatto.
Me siento ligero, mi cuerpo funciona a buen ritmo. Esto soy yo. Lo siento así. Esto, lo que me rodea, este medio centenar de días de constante caminar, esta distancia del mundo y sus asuntos de posible actualidad, esta rutina diaria de devorar senderos y senderos, este estado de ánimo tan cierto de que estoy en el lugar y circunstancias precisas. En este soy yo no existe la masificación, ni las guerras, ni el consumismo, ni los problemas ambientales, ni las redes sociales. Yo soy otra cosa, alguien que ha encontrado en medio del ruido del mundo su yo, mi estar constantemente conmigo.
No existe esa dualidad orteguiana del yo y las circunstancias, de la misma manera que no existe un alma y un cuerpo. La sensación de unidad, densa unidad de la carne, el pensamiento, el mundo que vivo, es muy fuerte esta mañana. Ortega decía que él había nacido Ortega, aludiendo a la carga genética con que todos nacemos, pero ni siquiera eso, porque siendo verdad que arrastramos genéticamente parte de un carácter y un temperamento, lo cual no tendría ningún mérito por nuestra parte, cuando pensamos esto soy yo esencialmente aludimos a lo que cada uno ha forjado con la materia prima recibida, el cuerpo, la mente, la forma de ver la vida, la integración conseguida con la soledad, el medio en que te mueves, los sentimientos que generan tus acciones.
El paso del Gatto visto de lejos te hace pensar algo así como ya las tenemos otra vez. Pero no, unos resaltes rocosos que al final esconden un pequeño pasadizo que recuerda a la Brecha de Roland del Pirineo. Una vez allí, enfrente las abruptas montañas que te encontrabas al otro lado de cada collado, desaparecen. Desaparecen de inmediato, porque detrás de ellas despuntan montañas más altas que las atravesadas estos días, nieve y algún pequeño glaciar. Es el macizo del Adamello.
A mis pies un valle de laderas verdes con aspecto de desierto. Ni un solo árbol en un descenso de seiscientos metros de desnivel. Algún paso delicado, no obstante, alguna cadena, pero en conjunto un par de horas de monótona solanera para llegar al “refugio” Passo Vivione que se levanta junto a la carretera que comunica con la Valcamónica. Todo menos refugio. Es domingo así que todo está tutti plen. Decenas de motos en el lugar. Se trata de una pequeña carretera de dos metros y medio de ancho con muchas revueltas que deben de hacer las delicias de los moteros. Me atienden, no obstante. Entre esa pequeña multitud tengo la impresión de que sólo hay un puñado de gente que ha venido a caminar. Un lugar típico para gastar un poco de gasolina y dar un paseito más allá de la carretera. En Dolomitas y en los Alpes en general, cuando los refugios están nada más aparcar el coche, es fácil que tengas dificultades para que puedas comer.
Después del café intento, poco convencido, hacer auto-stop, pero desisto media hora más tarde. Cargo el macuto y tiro carretera adelante. Esa carretera no tiene medios públicos de transporte. Me queda una larguísima caminata hasta no sé dónde porque aquí ni cobertura ni wifi para saber cuando y cómo podré alcanzar un lugar con transporte que me lleve a Ponte di Legno, el punto, una vez dejado el Adamello a un lado, donde retomaré el Sendero Italia. A Ponte di Legno fui a parar hace un par de años después de atravesar el Adamello. Entonces venía del este, había recorrido el grupo dolomítico de Brenta y pasé por el Adamello camino de la vertiente norte del Bernina y el piz Badile. Lugares conocidos.
No es desagradable esta caminata por el asfalto. En principio hubiera preferido llegar hoy a Ponte di Legno, pero luego pensé que iba a ser mucho ajetreo y me iba a privar de este rato de tarde que tanto aprecio, así que cuando llegó la hora, hoy las cinco, me salí de la carretera y busqué un lugar en el bosque para terminar el día.
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