Las seis y media de la mañana. Por el ventanuco de la buhardilla entra una mañana gris que no deja lugar a dudas después de haber estado toda la noche lloviendo. Me incorporo, se ve una ladera sobre la que se arrastran bucles de niebla. No hace mucho frío pero sí una gran sensación de humedad. Estoy preocupado. Al fin había descifrado unas extrañas y complicadas líneas que aparecían en el mapa.
Cuando salgo al exterior la niebla ha vuelto a ocupar todo y, ¡novedad!, el OruxMap primero no detecta la posición y el track ha desaparecido. Las complicadas líneas del mapa resultan ser calles, calles hundidas en el terreno que ponen en comunicación un complejo reducto de fortificaciones militares que se extienden como una red por todos los alrededores. Y mientras, el GPS que poco a poco se va estabilizando. Debo probar varias veces distintas calles arriba y abajo hasta encontrar la correcta. Mientras tanto paso por los restos socavados de La Gran Guerra, así la llaman los italianos a la Primera Guerra Mundial. Imagino la construcción de esta pequeña ciudad troglodita en la cumbre del Pal Piccolo y me dan escalofríos. A la noche, con tiempo para averiguar ya la historia del lugar, que a todas luces era un lugar de importancia histórica de primer orden, indagué sobre él. Al final del post incluyo un resumen de la investigación que hice. Dormir allí, me dirá por la tarde el ChatGPT, entre las antiguas construcciones militares, es casi como haber estado en un libro abierto de historia: es fácil imaginar la vida de aquellos soldados entre las mismas rocas por las que hoy transitaste y que entonces se usaban para resguardarse del viento y del frío y que hoy se usan para resguardarse del viento.
Bajo este párrafo incluyo una captura de pantalla del complejo militar, las líneas de conexión que se excavaron en la roca.
Estaba en un importantísimo lugar histórico, lo sabría después, pero mi inquietud estaba en otra parte, para mí todo aquello era un jeroglífico y que una situación de niebla cerrada constituía un serio problema. Doy varias vueltas arriba y abajo hasta que al fin entre varias indicaciones que guiaban a los visitantes en el lugar, encuentro las señales blanquirrojas que me sacarán del embrollo.
De todos modos más adelante, ya en la ruta correcta, empiezo a dudar de la viabilidad de este itinerario donde no puedo garantizar que vaya a encontrar refugios o establecimientos donde abastecerme. El terreno es complicado, en algunos momentos llueve intensamente, sigue la niebla, y la sensación de indefensión y soledad es muy grande. Un problema adicional es la batería del teléfono que está bastante baja.
Manejar el teléfono bajo la lluvia se hace en ocasiones imposible debido a la humedad de la pantalla. Pero no todos son inconvenientes. Es extraordinaria la belleza del entorno, un terreno kárstico en el que el sendero constantemente cambia de dirección o sube y baja de manera que no es posible tener una conciencia del curso de mi caminar. A veces se abre la niebla y aparece un paisaje de montañas salpicadas por nubes que dan al paisaje un atractivo toque de exótica belleza. Las dificultades con la humedad de la pantalla del teléfono me obligan constantemente a un trabajo de limpieza cada poco. No estoy seguro en ningún momento de qué debo hacer. Continuar en medio de la lluvia y con esta niebla errática adelante en tan precaria situación me pone algo nervioso, más con las previsiones del tiempo que siguen dando lluvia por unos días. Empiezo a pensar que en estas condiciones debo abandonar la ruta, perder altura y buscar otras alternativas para retomar el Sendero Italia más adelante. Me paro por un momento, vuelvo a echar una mirada al mapa. No muy lejos de allí, donde el camino da un giro de ciento ochenta grados, sale un sendero que seiscientos metros de desnivel más abajo me deja en una carretera, y a diez kilómetros de allí hay un pueblo, Timau. Al fin me he decidido. Creo que será la mejor solución.
Cuando llegue a ese punto sucederá curiosamente algo inesperado. En el cruce un cartel pone al caminante en conocimiento de que se ha producido un desprendimiento más adelante en el Sendero Italia y es inviable el tránsito por él. Curiosa coincidencia precisamente en un momento en que ya había decidido abandonarlo.
Un descenso rompepiernas, algunos kilómetros de asfalto y a la una y media estoy sentado en un restaurante/pensión.
El final de la jornada tuvo un bonito encuentro. Una videoconferencia nos reunió a toda la familia durante un buen rato (en la foto faltan Mario y Manuel que también estuvieron).
* * *
RESEÑA SOBRE LA HISTORIA DEL MONTE PAL PICCOLO
El Monte Pal Piccolo (1866 m), en la frontera actual entre Italia y Austria (Friuli Venezia Giulia y Carintia), fue uno de los escenarios más intensos de la Primera Guerra Mundial en el frente alpino, conocido también como el “frente carnico”.
Contexto histórico:
Tras la entrada de Italia en guerra en 1915, el Valle del Gail (Austria) y el Valle del But / Carnia (Italia) quedaron frente a frente en una línea de trincheras de alta montaña.
El Pal Piccolo y su “gemelo” el Pal Grande eran montañas estratégicas: dominaban el paso de Monte Croce Carnico (Plöckenpass en alemán), uno de los pocos pasos naturales entre Austria y Friuli.
Desde 1915 hasta 1917 fue una posición fortificada clave: allí se instalaron nidos de ametralladora, observatorios, barracones semienterrados y galerías excavadas en la roca.
Vida en el frente del Pal Piccolo:
Soldados alpini italianos y tropas k.u.k. (imperiales austrohúngaras) pasaron dos inviernos completos luchando y resistiendo en condiciones extremas: nieve, frío glacial, avalanchas.
Las posiciones estaban tan cercanas que en algunos puntos se oían las conversaciones del enemigo.
Hubo asaltos, bombardeos y también periodos largos de guerra de trincheras estáticas.
El clima era a menudo más letal que las balas: avalanchas y congelaciones causaron miles de bajas.
Lo que se conserva hoy:
En el Pal Piccolo puedes ver aún los restos de barracones, muros de piedra, puestos de tiro, cuevas y galerías excavadas.
La zona forma parte de un “museo a cielo abierto de la Primera Guerra Mundial”, con senderos señalizados que permiten recorrer las posiciones de ambos bandos.
Es uno de los lugares donde mejor se conservan las huellas de la llamada “guerra blanca”, la guerra en alta montaña.
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