Cercanías del río Borosa, 04/07/10
Es bonito el camino que lleva desde la población de Cazorla al Guadalquivir, un sendero que asciende la montaña y luego va recorriendo las laderas y admirando el paisaje lejano de los olivos, siempre como ejércitos en formación apostados sobre lomas simétricamente romas, la línea del horizonte recogiendo la última luz del día. Desde mi vivac, sobre una prominencia que se asomaba como proa de barco sobre el valle, contemplo un crepúsculo intranscendente, luces que van apagando el día mientras por debajo, sobre las superficie de las lomas, se encienden pequeños candeleros que son la luminaria de los cortijos disperos a los pies de la sierra.
Hace algo de viento y no es muy recomendable para vivaquear un lugar tan poco protegido, pero el sitio es bonito y, prima en este caso la estética sobre la posibilidad de que el tiempo empeore.
El día transcurre entre La fugitiva y la Misa en re de Bach. Largas y culebrinas pistas que, después de haber dejado discurrir amablemente al Guadalquivir, cristalino y de un verde transparente que se remansa profundo entre los canchales, se eleva entre quejigos, encinas y pinos sobre la ladera y se pierde, igual, reiterativo entre las lomas. Idas y venidas, revueltas que yo apenas veo embebido en la lectura, funcionando mis piernas con una envidiable regularidad mecánica. Albertina ha muerto y Proust se empeña en investigar sobre esa parte de la vida de ella a la que nunca tuvo acceso, bien por ella mintiera, bien porque sus celos no le dan tregua y necesitara confirmar a toda costa el gusto de ésta por las mujeres. Viaje a Venecia con su madre, mientras me acerco despacio al puerto, que me llevará describiendo grandes bucles hacia el cauce del río Borosa.
Después de una larga siesta bajo el umbraje de un quejigo, el tiempo no me llegará para aprovisionarme en Coto Ríos. A la caída de la tarde elijo un recodo del camino donde suena monótono un riachuelo para instalar mi vivac. La música de Bach suena serena y emotiva sobre el fondo rumoroso del río.
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