Si no tienes papeles no eres nadie

Nájera, 04/04/11
No lo que eres o lo que sabes o lo que eres capaz de hacer. “Perdona, si no tienes credencial no eres peregrino”, me dice circunspecto y muy serio el encargado del albergue de Nájera. Así que ya lo sabéis, si no tienes un papel no eres peregrino, no eres caminante, no eres nada, nadie. Pero sin embargo la cerveza está riquíma, oscura, rubia, fresca, deliciosa, vamos. Un poco más allá del albergue. Y, además, para tomármela no me han pedido ningún papel. Me encontraba cansad0 después de treinta y cinco kilómetros y aunque no estaba dispuesto a meterme en un albergue, dada la experiencia de ayer, que fue grata, me decidí a repetir. Buen fiasco. El albergue era un local como un campo de baloncesto cubierto y lleno de literas, la recepción y los servicios, nada más; no mucha cosa, pero para acceder a semejante lugar necesito una credencial e ir pidiendo que me estampen un sello por todos los lugares que paso. No son cosas para mí, la verdad, uno bebió desde pequeño una dosis lo suficientemente grande de anarquía, como para que le parezcan excersivamente infantiles todas estas cosas. Si no tienes un papel no eres peregrino, ¡vamos hombre! Como decía Azúa, una parte importante de la población se comporta como si no fuera a sobrepasar una edad mental más allá de los once o doce años. A uno le da un poco corte decir estas cosas, pero debe decirlas, aunque sea muy humildemente, para no olvidar donde estamos, hermoso mundo, pero mundo un tanto chiflado. A veces, de tanto estar inmersos en nuestro mundo se nos olvidan sencillas verdades de cajón. La novela que leía esta mañana entre Grañón y Cirueña, no más allá porque el barro se hizo espeso y profundo y caminar se convirtió en un ejercio masoca, El mundo se acaba todos los días, de Fernando Marías, recreaba el panorama de la televisión basura, insidiosamente detallada, como diciendo al lector, ves, imbécil con qué clase de cosa creamos los mayores índices de audiencia. Tantas cosas que asumimos como verdades sin que tengan asomo de verdad, consistencia, programas hechos para... etc. y que sin embargo son el entretenimiento de una enorme parte de la población adulta.




El local donde repongo fuerzas después del fiasco del albergue, un bar amplio con no particulares características, una mesa de billar, tres o cuatro máquinas de juego, una barra que cruza el local, un artesonado de artificio, seis o siete mesas con sus respectivas sillas, viste ostensiblemente sus paredes con grandes retratos en blanco y negro de personajes dispares, Abraham Lincoln, la Madre Teresa. Chaplin, Walt Disney, Buda, Lao Tse, Gandhi, Beethoven y, el más grande, un retrato de más de un metro, el rostro de Emerson. Extrañado por la selección, le pregunto al dueño, un hombre de aspecto corriente con una melena que le llega a los hombros. No sé, me dice, cuando le pregunto por la razón del retrato de Emerson en las paredes de su local, los encontré en Internet. Los compró, le atrajeron las citas que aparecían bajo el rastro de alguno de ellos: La máxima victoria es la que se gana sobre uno mismo (Buda); Qúien no es feliz con poco, no lo será con mucho (Lao Tse); No temas al fracaso, que no te hará más débil, sino más fuerte (Lincoln); Vive como si fueras a morir mañana, aprende como si fueras a vivir siempre (Ghandi). No conozco otro signo de superioridad que la bondad (Beethoven). Un saco de sabiduría luciendo las paredes de un bar, haciéndome recordar la enorme heterogeneidad del mundo, la disparidad que hay entre los hombres y mujeres que lo habitamos.
Y para disparidad, este Camino de Santiago poblado por representantes de todos los países del mundo. Un vejete romano que sudaba tinta de mañana temprano, que me para y se interesa, chapurreando el castellano, por el estado del camino, por la distancia a Santo Domingo de la Calzada; y como me encanta hablar italiano pegamos la hebra, allá a las primeras luces del alba; tendrá unos setenta años, va solo; me encanta esta gente así de animosa. Más allá me para un eslovaco, hombre robusto de unos cuarenta años, que lleva ya ten temprano cara de muy cansado. Sus botas llenas de barro me hacen intuir la razón. El que más o el que menos va algo preocupado por encontrar sitio en el albergue siguiente, especialmente cuando estos escasean. Un par de maños me preguntan por los kilómetros que hay a Grañón. Saco mi gps y miro la cifra, diecisiete kilómetros (es el lugar de donde he partido) y entonces va y me lo discute, intenta convencer a su compañero de que no son diecisiete sino nueve o diez, lo dice la guía Michelín, le dice a su amigo, que lleva pinta de volverse ya mismo a Zaragoza, que no está dispuesto a caminar más allá de una hora y media. Y llega el barro, kilómetros de camino arcilloso de los que a duras penas es posible librarse recurriendo a caminar por los sembrados; los pegotes se pegan a la suela de las botas y el andar se hace penoso, un tanto grotesco cada vez que hay que levantar los pies para desplazar unos cuantos kilos adicionales de barro. Los responsables son los empleados de una empresa de gas que enterraron recientemente unos conductos y que simplemente nivelaron el terreno sin molestarse en añadir graba o algo que diere solidez al terreno. Después de tres kilómetros en esas condiciones, llego a un cruce y enfrente veo a un hombre mayor quitándose con paciencia el barro de las botas. Tiene aspecto de profesor universitario. Where are you from, le pregunto. Los Angeles, me contesta. Le pregunto por el estado del camino, me enseña sus botas. No muy lejos corre la carretera nacional, ambos nos dirigimos a ella, él camino de Santiago, yo en sentido contrario. Algunos kilómetros más allá veo arrastrar sus bicis en el barrizar a dos peregrinos desde la carretera les informo sobre el estado del camino más adelante. Se paran, me dan las gracias, les veo alejarse penosamente del camino buscando el asfalto. Lo demás fue seguir la nacional, desagradable, pero de firme sólido. Entré en Nájera con ganas de comer y echar una siesta en alguna litera, pero... qué le vamos a hacer.  





2 comentarios:

JotaPC dijo...

Me resulta interesante seguir tus andanzas: tienes buenos pies y buena cabeza. Ya sabes, no caminas solo. Salud

Alberto de la Madrid dijo...

Gracias por el piropo, JotaPC.
Un saludo