El más absoluto desprecio por la democracia

Gran Canaria – Santa Cruz de la Palma, 02/06/11

Embarqué en un ferry que venía de Cadiz, toda la borda para mí solo. A estribor encontré una tumbona similar a la que uso en casa; bonito lugar para echarme la siesta nada más comer. Me descalzo, me echo y de inmediato, acariciado por la brisa que viene del mar me siento como en un lejano viaje por Oriente. Las montañas desérticas de Gran Canaria se alzan enfrente envueltas en una perezosa neblina. El barco ronronea imperativamente, el paisaje de los veranos por el mar Egeo, de cuando toda la familia pasábamos el verano ganduleando allá por donde nuestro ánimo del momento tiraba, Creta, Rodas, Atenas, Israel, Turquía, rodando con una furgoneta que se caía a pedazos, pero que en caso de apuros siempre encontraba un mecánico turco que la ponía en orden. Olor a mar, a viajes a través del mundo, toda una vida. Y ¿por qué no seguir así, recogiendo el poso ése de nostalgia y liviana inquietud que deja la tierra lejana, el paisaje de viejas novelas leídas en la infancia o en la juventud? En mi anterior entrada abundaba en estas cosas, apoltronarse en la rueda de los hábitos diarios o hacer todavía el esfuerzo de buscarse una mina de oro, como Maqroll el Gaviero, en la que a base de paciencia descubrir alguna que otra pepita tardiamente escondida en algún repliegue del yo?

Al atravesar Las Palmas de Gran Canaria en el autobús del aeropuerto, tuve la grata oportunidad de pasar junto a los acampados del 15-M. ¡Qué hermoso poder encontrar a estos indignados en tantas plazas de España! Todavía tengo encima el gusto amargo que me dejó Inside Job, el documental sobre la crisis, esa impresión de que vivimos sometidos a los caprichos y desmanes de unos cuantos psicópatas empeñados en hacer dinero aunque sea a costa de hundir medio planeta; uno de esos personajes que muestra el documental: siete aviones privados, un helicóptero, un ascensor particular para subir al piso 39 de uno de los rascacielos de la empresa, para no verse con nadie, para vivir enterita la paranoia de la desmedida; negocios en quiebra pero con sus promotores escandalosamente millonarios. La visión días atrás en un video indiscreto en el que aparecía el director de la Telefónica matando marcianitos en su tablet mientras la reunión de accionistas, o lo que fuera, iba adelante. O lo mismo da, ese otro video, nosotros, la república de los ratones gobernados por gatos blanco y gatos negros que fabrican leyes para beneficio naturalmente de los gatos, pero donde los ratones seguimos votando religiosamente cada cuatro años a los mismos gatos, que mientras tanto han arreglado una ley electoral y un sistema de distribución del poder, incluido el judicial, que perpetúa su acaparamiento permanente. Y es que aunque uno se vaya a otras tierras a recrear su ánimo en las aguas bautismales de la soledad y la naturaleza, es inevitable tropezarse con los indignados acampados de las plazas de España... Y mientras tanto el señor Rubalcaba y sus amigos ni se enteran, ni quieren enterarse, van a su bola entretenidos con Bildu (esa es otra, estos demócratas nuestros que en cuanto no están de acuerdo con los resultados de las urnas empiezan a cuestionar sin más a sus oponentes), entretenidos en sus propias luchas internas para hacerse con el mayor trozo de tarta posible. Leemos al señor González dedicar en un largo artículo en El País, una línea y media diciendo que hay que acercarse más a los ciudadanos (sí, hombre, tenerlos un poquito en cuenta, pobrecillos ellos... ¡Gracias, señor González!); el señor González, consejero de Gas Madrid con un sueldo suplementario de más de un cuarto de millón de euros, que viene a sumarse a esas pensiones que los políticos se han asignado a sí mismos de por vida. ¿Acabaremos alguna vez con este juego en donde no hay más cáscaras que votar a la Chacón, al Rubalcaba, al otro señor que no me acuerdo como se llama del PP, ese de la barbita que siguió al del bigotito de tan mala memoria? Sí, el más absoluto desprecio por la democracia, el de todos estos señores. De ahí el acierto y la esperanza de ese grito que se oye en la calle desde mediados del pasado mes de mayo.

Cuando me despierto de la siesta estamos ya a unos pocos kilómetros de Tenerife, la silueta del Teide aparece entre la bruma azul de la tarde; el cielo nuboso con que me dormí es ahora intensamente azul.

3 comentarios:

Marga Fuentes dijo...

Un excelente post, sin duda.
Beso,

Marga

la granota dijo...

Hola Alberto. He estado una semana fuera y ya he regresado. ¿Por dónde estás ahora? ¿Cómo te localizo?
Mi correo es mariabenmen@hotmail.com. Saludos y buen camino!

Alberto de la Madrid dijo...

Hola,
Ahora en Los Llanos de Aridane, después de atravesar el empeñitivo sendero de la Cumbrecita hasta el Barranco de las Angustias. Una de las cosas más bellas y salvajes que conozco. Estoy por aquí hasta el díez y luego tomo un barco hasta Gran Canaria, donde caminaré tres o cuatro días todavía.
Seguro que terminaré por aterrizar en Tenerife.
Un afectuoso saludo