Tamarite de Litera,
01/06/2013
Primero me
despertó un ruido cercano, algo brusco y pesado, pensé someramente que era
Vermell merodeando por los alrededores de la tienda; recordé que ningún tiro de
la tienda se interponía en su paso y, amodorrado como estaba, me volví a
dormir. Era completamente de noche, también podía ser algún otro animal,
cualquiera sabe… con lo dormido que yo estaba… Ya con las primeras luces del
alba me había despertado sucesivas veces pendiente de la hora, me parecía
tarde, terminé por sacar los brazos del saco para mirar la hora: las seis y
media; me di media vuelta, todo estaba silencioso y calmo; seguí durmiendo.
Tuve un par de sueños pero no llegaba a dormirme del todo; sin embargo sentía
que media hora era imposible que pasara tan despacio; volví a mirar la hora:
¡hostia, las siete y media! Habíamos quedado en levantarnos a las siete, pero a
esta hora nuestro prado al cobijo del viento en las cercanías de Monzón yacía
completamente solitario y silencioso.
Llamé:
-¡Eh,
dormilón! ¡Ramón!
No hubo
respuesta. Acaso estaría por ahí dando una vuelta matinal y estirando las
piernas. Me puse a recoger y, cuando empezaba a salir del saco me encontré de
golpe con Dop que venía a darme unos lametazos junto a los buenos días. Salí de
la tienda. Ramón venía del otro lado con el rostro un tanto descompuesto. Tuvo
que repetirme tres veces lo que me decía porque no lo entendía. Sí, Vermell se
había escapado, en el prado alto, más arriba del nuestro, donde Ramón le había
atado para que pastara durante la noche, la cuerda, que lo tenía sujeto con el
cabezal había recibido un tirón y permanecía en el suelo lacia y sin función
alguna.
Ducha en el camino |
Ramón ya
había recorrido los alrededores y las últimas huellas las había encontrado más
abajo junto a camino que llevaba a Monzón. Explicó que el caballo lo más
probable es que hubiera tomado el camino de vuelta. Me quedé a cargo de Dop y
nuestro campamento y el marchó con la idea de tomar un taxi y recorrer los
caminos circundantes. Después de unos minutos de desaparecer con las bridas en
la mano tras los arbustos al final de nuestro prado, mientras empezaba a
recoger mi tienda, pensé que era más práctico comunicar con la policía
municipal de Monzón; cualquier paseante que se encontrara con un caballo suelto
por la carretera o por las calles del pueblos se habría remitido a ella. Busqué
el teléfono y se lo mandé por un guasap. Acaba de enviarlo cuando sonó el
teléfono, era Ramón; había llamado al 112 y allí le había proporcionado el
mismo teléfono que yo le acaba de mandar. El caballo hacía unos minutos que lo
había localizado la misma policía municipal.
Al rato
volvíamos a estar juntos el caballero andante con la cuadrilla al completo y el
caminante que se aprestaba a preparar el desayuno mientras Ramón narraba el
encuentro con la policía y con un gitano que el día anterior había ofrecido
venderme un burro por trescientos euros. Todo el cuerpo de policía y de la
guardia civil se había congregado a tan pronta hora de la mañana en torno a ese
caballo que misteriosamente había aparecido pacífico y sin prisas caminando por
las calles de Monzón como si se tratara de un vecino que sale a tomar el aire y
a comprar el periódico de paso. Ya estaban llamando a todos los propietarios de
caballos de la zona.
Con el gitano
ya nos habíamos tropezado el día anterior. Yo había dejado a Ramón en una
esquina mientras me acercaba a un cajero automático y cuando volví me lo
encontré charlando animadamente con un gitano de pura cepa, de esos de melena
larga y oscura y de rostro atezado con barba de varios días y que compran y
venden lo que se preste; y como se había enterado enseguida de que yo viajaba a
pie y mi amigo a caballo, no se lo pensó dos veces y empezó a jugar todas sus
cartas para venderme un burro. No llegamos a regatear, pero el tío parecía
convencido de que yo iba a salir de Monzón con un burro de las riendas; tirado
de precio decía. Quizás se lo podría haber comprado por la mitad de esos
trescientos euros que me pedía; no es mal precio si el bicho era capaz de
llevarme al menos el macuto hasta el cabo de Creus, pero un servidor está visto
que no ha nacido para arriero; aunque tenga algo de poeta al modo de Juan Ramón
Jiménez que tuvo un burrico simpático y con los ojos de azabache, el caminante
no se las veía en absoluto con una bestia a su cargo. Recordaba sin más la
aventura de un viajero canario que había recorrido América del Sur a pie y
llegado a los salares de Bolivia, viendo que era imposible atravesar aquel
desierto de sal por sus propios medios, decidió comprar dos llamas para que le
ayudaran a transportar su equipaje en mitad de aquel desierto. Las llamas
acarrearon sus pertenencias y las provisiones para muchos días al principio sin
chistar, pero en cierta mañana éstas parecieron volverse locas y, ni cortas ni
perezosas se encabritaron y empezaron a trotar por el inmenso llano blanco sin
que hubiera alma que las pudiera detener. Joder, todo el equipaje, todas las
provisiones huían del caminante y se perdían sin remedio en la lejanía. No
recuerdo en qué terminó aquella aventura, pero ya me imaginaba yo algo por el
estilo, que un día el burro se volviera loco y, cargado con mi macuto, con mi
portátil, la tienda de campaña, el saco, mi cepillo de dientes, las tarjetas de
crédito, la documentación, todo, echara a correr campo a través y yo detrás de
él como perro que te pilla el gato… puaf, menuda aventura; deja, deja… prefiero
seguir cargando con mi macuto por mí mismo hasta el Cabo de Creus o hasta donde
se tercie antes de pasar por un susto semejante. Y eso contando con que el
pasado año, cuando volví a releer Platero
y yo, llegué a encontrar un simpática sintonía con aquel burrito de Juan
Ramón Jiménez del que guardaba un lejano recuerdo desde los tiempos de la
infancia. ¿Quién no recuerda las primeras líneas de aquel librito: Platero es pequeño, peludo, suave; tan
blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los
espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal
negro?
Así que no, no hice el trato con
el gitano, pese a que el hombre me caía más bien que todas las cosas.
Bueno, pues no pararon ahí las
aventuras que nos estaban preparadas para hoy. Hay que decir antes que toda
esta región está atravesada por un complejo hidráulico importante que reparte
las aguas del Cinca por toda la geografía agraria de la zona. Los canales
suelen llevar bastante agua y tienen forma de U. Por demás el día era caluroso
y desde el día anterior andábamos escasos de agua. Tampoco caímos en la cuenta
de aprovisionarnos de ella en Monzón la tarde anterior. Así las cosas, no era
difícil explicar por qué Vermell se había escapado, se hartó de hierba durante
toda la noche, pero se ve que llegó un momento en que necesitó beber y no se lo
pensó dos veces, tiró de la cuerda hasta deshacerse del cabezal y sin más se
largó a buscar agua. Ramón me asegura de que Vermell era perfectamente capaz de
recorrer un montón de kilómetros por el camino que habíamos traído el día
anterior hasta dar con el último lugar en el que había bebido. Cuestión de
supervivencia, amigo, si no me das el agua que necesito me largo yo a por ella,
ni amigos ni leches, beber y comer está por encima de todo. Eso debió de
decirse Vermell cerca de la madrugada cuando sintió que su cuerpo le estaba
pidiendo agua de manera inminente. A Dop por la mañana le sucedía algo
parecido, más cuando el sol, hoy ya un día lógico y normal de primavera,
caluroso y algo sofocante según el sol se alzaba sobre el horizonte; tenía sed
y calor, y así, cuando se encontró con el primer canal no se lo pensó dos
veces, dio un salto y zas, cayó como alguien que se tira de un trampolín, sobre
las verdosas y profundas aguas del canal y que en aquel lugar llevaban una
respetable velocidad. A Ramón casi le volvió a dar otro síncope, el segundo del
día. A su perro se lo llevaba el agua y de subir por las paredes del canal
nanais, nada de nada, por allí no se subía, y más, a un centenar de metros toda
el agua del canal desaparecía por un inmenso tubo negro que se la tragaba
enterita como desaparecida en el Averno, un pozo sin fondo. Yo oía la voz de Ramón a lo lejos, doscientos metros
más arriba en el camino: ¡vine aquí Dop,
vine aquí; bajé dando trancos, temiendo que hubiera sucedido algo
incomprensible para mí, joder en un llano llano ¿qué puede pasar de malo?, me
decía. Pero, uf… alivio, antes de llegar al cruce del camino con el canal, ya
veía reaparecer a Ramón, héroe por segunda vez en el día, que había salido
airoso del recate de su perro. Casi pierde el gps y el ipod en el rescate, amén
de un par de uñas, pero al final el instinto de supervivencia de Dop y la mano
que le echó su dueño hicieron posible que aquél, usando sus pezuñas para
agarrarse a la capa de musgo pudiera salir del agua indemne.
Ya, ya estaba toda esta familia
al completo. Estos tres esforzados amigos hoy tiene ya unas cuantas cosas más
que contarse en el futuro. Le decía yo después a Ramón que tengo una amiga con
un hijo de diecinueve años amante de los animales hasta tal punto de dormir
todos los días con su perro, un enorme mastín, en la misma cama. Así que ya te
veo yo a ti con toda tu familia, esta más cercana, durmiendo en la misma cama,
aunque en verdad encontrar una cama en donde cupiera Vermell, Dop y él mismo
iba a ser un poco complicado.
Bueno y seguimos caminante
adelante, una estepa llana y abrasada por el sol. En algún momento buscamos el
cobijo de una sombra junto a las aguas del canal. Y allí mientras refrigeraba
mi espalda, el caminante sacó la cámara y se propuso hacer una buena toma del
caballero andante y su caballo, dos diafragmas de subexposición, el rostro de
vaquero con su sombrero de cowboy de Ramón, su caballo. Creo que alguna buena
toma valdrá para colgarla junto a este post. De vuelta al camino volví a
enfrascarme en Los Diálogos, Gorgias, en esta ocasión, el ladino de
Sócrates asedia, rodea constantemente con sus preguntas al adversario hasta
dejarlo acorralado por sus propias contradicciones; pero no me duró mucho la
lectura, unos cientos de metros delante de mí Ramón se había parado en el
camino, había un grupo de gente, probablemente un grupo de peregrinos. Así era.
Gente animosa que hace el Camino de Santiago fin de semana en fin de semana;
llevan así años me decía Ramón después. ¡De esta manera tenían calculado
terminar todos los caminos de Santiago para el año 2021!: ¡Hele tu tía! ¡Bravo
por la constancia esa vocación de caminantes que no se arredran ante la
dificultad de encontrar tiempo para hacer lo que les gusta! Hablan con
entusiasmo de uno de los ramales que atraviesa el puerto de Pajares para unirse
cerca de Oviedo con el Camino Primitivo. Nosotros contamos también nuestra
aventura, es de rigor. Les pido permiso para hacerles una foto y colocarla en
mi blog. Ya somos todos amigos, los vemos en sus ojos y en los nuestros. El
Camino crea una especial confraternidad en los que se adentran en él; a los
lados están los sembrados, las montañas, los pueblos, todo lo ancho y lo largo
de España, pero… el Camino es un área muy especial en donde todos los
peregrinos nos sentimos un poco amigos, un poco hermanos. Yo no hubiera dicho
esto hace un par de años cuando hice el camino Francés y Aragonés, caminaba por
ellos, pero en cierta manera no pertenecía al Camino, no me sentía peregrino;
ahora sí, aunque ateo, sí me siento peregrino, peregrino de la tierra, del
mundo que atravieso, en cierta manera me encuentro como en mi propia casa
después de esta permanente caminata sobre el Camino de Santiago desde mitad del
mes de enero. El espíritu del Camino lo encuentras nada más arrancar de
Sevilla, y lo vas profundizando día a día según vas visitando albergues,
encontrándote con peregrinos, sintiendo bajo tus pies el barro, el polvo, la
lluvia, todo eso que junto forma la hermosa argamasa del peregrinaje. De los
amigos de hoy nos despedimos con efusivos adioses y calurosos buencamino.
En Tamarite de Litera nos atiende
Lourdes que nos previene de cierto barullo que podemos encontrar a nuestro
alrededor esta tarde y esta noche, que es el tiempo dedicado a realizar las
alfombras florales para la procesión del Corpus de mañana. A partir de las ocho
de la tarde empezarán a pintar las calles para colorear después los motivos con
serrín tintado, un acontecimiento importante para esta localidad. Así que esta
noche visitaremos el casco antiguo para asistir a la ceremonia del tejido
floral con serrín que mañana servirá de alfombra a la procesión del Corpus
Christi.
2 comentarios:
Vaya susto la aventura y recate de Dop, parecido al que yo me lleve en su dia en que vi el rescate de un caballero y su caballo, dentro de un crecido y alborotado rio Segre.
Ya ya conozco esa aventura. Cosas del camino
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