No sé qué pensar, todavía el jefe no me lo ha dicho



Bajo el refugio Porezen, Eslovenia, 5 de julio 

La noche de viento en pleno collado, un pradito que parecía hecho a propósito para mi gusto, agitó 
hasta cerca de la madrugada mi tienda , ésta se encontraba muy bien anclada con lo que mi despreocupación hizo que pudiera dormir como un bendito. Cuando había cumplido el primer tercio del trayecto, con la sensación de que estaba haciendo una de las etapas montañosas del Camino de Santiago, encontré inesperadamente un chiringuito en el que fue obligado tomarme una tónica mientras echaba una ojeada a los periódicos y miraba el correo. Una cotidianidad que también se aprecia. Por allí me encontré con los ladridos incontenibles de la señora Aguirre, ladridos como salidos del alma y no por razones especiales, sólo porque la pobre no puede aguantar que un melenas como Pablo Iglesias ande tan en candelero. Esta señora equivocó su vida a tal extremo que la pobre, como tantos hacen, en vez de argumentar sobre las razones del otro, lo cual le debe de resultar muy difícil, más teniendo las manos llenas de mierda con el caso Gürtel, lanza puros ladridos para seguir apareciendo en los periódicos. Triste vida la de esta gente que nunca aprenderá que en el mundo puede haber muchas formas de pensar, que nunca se les pasará por la cabeza la posibilidad de entender que el tiempo de las castas ha de acabar en algún momento.


Después ya no fue Camino de Santiago, fue camino a pico con más de mil metros de desnivel por delante. Mi cuerpo tolera hasta ahora bastante bien la andadura, pero cuando llegan subidas como éstas debe reconocer que aún no ha llegado a su forma física ideal, eso o que tendrá que asumir que con sesenta y seis años uno no puede subir como cuando tenía veinte. Vamos, que aquello me costó, un camino desordenado con muchos tramos interceptados por árboles caídos y cortando encarnizadamente la ladera sin concesiones ni bucles que aminoraran la ascensión. Tuve que parar un par de veces para tomarme un respiro. La segunda vez quedé tan profundamente dormido que incluso soñé. 


En mis anotaciones solo había un nombre, Porezen, sabía que allí podría comer, pensaba en una hostería o algo así, pero el condenado camino subía y subía. Yo esperaba que cualquiera de los caminos evitaría aquella montaña que tenia delante, pero no, el camino seguía rigurosamente la línea hacia la cima. Resultó hermoso, no obstante, una bonita cumbre que se asomaba, señora del lugar, a las montañas nevadas del norte. Y más sorprendente todavía fue descubrir que el lugar a donde me dirigía era un vetusto refugio con más de cien años de vida, apenas a trescientos o cuatrocientos metros de la cumbre. Por cordialidad que no quede. Tuve una acogida encantadora. Dos mujeres y un hombre estaban encargados del refugio, los tres chapurreaban el inglés, como un servidor, así que todo listo. Las mujeres me introdujeron en su territorio, la cocina, y me hicieron probar de cinco grandes pucheros para que eligiera lo que más me gustara, el más rico resultó ser el gulash. Me pusieron tal cantidad que con lo que sobró tuve para la cena de la noche. Después me eché la siesta al sol tumbado sobre un banco de madera. La vista desde el refugio era espléndida. Cuando me interesé por mi próximo destino las dos mujeres me miraron cordiales y se fueron sin más a por unos prismáticos. Me mostraron divertidas la cumbre de un pico prominente al otro lado del valle y me dijeron que mirara a través de los binoculares. Allí, en plena cumbre estaba el fin de etapa de mi jornada de mañana: Wonderful. 

Para los amantes de los caballos, Montse y Ramón

Antes de seguir adelante tendría que comentar una idea que me surgió mientras conjugaba el esfuerzo de la rigurosa cuesta del camino con la lectura de José Antonio Marina. Margaret Mead cuenta que durante su estancia en un poblado de la Melanesia una muchacha fue raptada por individuos de una tribu vecina. Cuando preguntó a los hermanos de la víctima qué sentían, qué pensaban del asunto, estos contestaron que no lo sabían, que todavía el jefe no les había dicho lo que debían sentir o pensar. Me recordó una situación que se da en el primer capitulo de Guerra y paz, de Tolstoy, en el que, por circunstancias que no recuerdo, la ciudad se queda sin periódicos durante una semana. Narra allí Tolstoy cómo en esa semana en las reuniones de sociedad, en la calle la gente ante la falta de periódicos había perdido su capacidad de opinar sobre la realidad que lo rodeaba. Es una idea sugestiva a la que fui dando vueltas mientras me peleaba con la cuesta que tenía delante. ¿Qué sucedería, me preguntaba, si durante una temporada estuviéramos ayunos de la palabra de los creadores de opinión, no tuviéramos a mano esa interpretación que los medios ofrecen y tuviéramos que valernos exclusivamente de nuestra inteligencia para saber objetivamente de la realidad? ¿Cuantas vece se repiten aquí, allá y en todos lados lo que creemos son nuestras opiniones y sólo son la voz del amo, la voz de fulano o mengano. Y volvía a acordarme de mi suegra que siempre dice estar muy bien informada de esto o lo otro cuando sus canales de información son el ABC y la televisión y radio afines al sistema. Toda su vida bajo el palio del franquismo no le dejan resquicio alguno para entender otra realidad que no sea la de la derecha de siempre, la que provocó la guerra, la que medra a costa del pueblo llano. De todos modos la experiencia de Margaret Mead se refiere a algo que está profundamente arraigado, creo, en el subconsciente de mucha gente. Naturalmente no lo van a reconocer, pero es fácil comprender que tener opiniones fundadas no mediatizadas por los mass media o por las presiones de grupo exige un trabajo de razonamiento y un esfuerzo de recopilación de datos e información que raramente una parte importante de la población llega a hacer nunca. De ahí que esta misma parte de la población pueda ser fácil pasto del puñado de voceros del momento. Sería inconcebible en una sociedad culta y reflexiva que aparecieran en las portadas de los periódicos manifestaciones cómo las de Aguirre o tantos trasnochados cantamañanas que todavía son escuchados con la credibilidad de quien asiste al sermón de la misa del domingo. Distinguir a un canalla, un Gallardón, una Cospedal, una Cifuentes, de una persona honesta, de una persona decente parece una tarea ardua para mucha gente.



Terminar el día en lo profundo de un bosque, en este ocasión alerces y hayas, rodeado por el trino solitario de los pájaros me relaja enormemente. Eso, además, después de haber hablado largo rato con la hortelana mientras descendía apaciblemente por un camino de cuento. Nuestras habituales conversaciones de la tarde, siempre mientras camino, el teléfono en el bolsillo superior del chaleco, son un amable modo de convivencia y de compartir nuestras cosas que ambos apreciamos. Ella me cuenta su día, hablamos de nuestros hijos, de la huerta o cómo ayer reparó el sistema de filtrado del estanque de los peces y yo le di el parte de mi jornada. Todo ello como si estuviéramos sentados juntos uno frente a otro a la sombra del arce que enseñorea con sus ramas el prado junto al huerto. Precioso momento de cotidianidad que hoy continuó hasta el mismo momento en que estuvo instalada mi tienda.



5 comentarios:

luisBas dijo...

Muy bonito sitio. Aunque no te ponga comentarios , quiero que sepas que todos los dias leo lo que escribes, con sana envidia, de esos maravillosos lugares y aprecio tus comentarios

luisBas dijo...

No nos hiere el lapicero
ni la pluma ni el tintero
tampoco hiere la espada
que maneja el caballero
solo hieren las palabras
escritas en blanco pliego
y que renuevan conciencias
de señores y labriegos
de damas y jornaleros
denunciando la injusticia
la desigualdad y el miedo
que quieren administrar
los del traje y el sombrero
los de la casta y el clero
los banqueros y usureros
los de la espada y el trueno
que vienen amenazando
con someternos al fuero
que un dia impusieron
a nuestros padres y abuelos.
LuisBas.
Sombras de la mente

slechuga dijo...

Desde aquí yo también te sigo todos los días, Para que ya, que no te acompaño, mi espíritu si haga.
Este martes me voy con unos amigos a realizar una ruta de 4 días por el Pirineo, para que no me des tanta envidia.

Alberto de la Madrid dijo...

Gracias a los dos. Buen camino, Santiago. Esto se parece mucho la Pirineo. Se está poniendo francamente interesante.

Ignatius dijo...

Aterrizo en el blog y aprovecho para saludar a todos: Alberto, Luis, Pino, Montse, La Gordi, Victoria, Pepe, y a todos los amigos anónimos que cada día disfrutan como nosotros de los paseos de nuestro amigo...
¡¡¡¡ Felices paseos y feliz verano!!!!