Un poco de filosofía montana



Valle de Freons di Sopra, Italia, 17 de julio 

Repantigado en el collado de Giramondopass me tomaba un respiro al sol frente al magnífico espectáculo de las montañas que me rodeaban, cuando me dio por filosofar,  se me ocurrió que las montañas de enfrente eran hermosas, pero que en realidad eran ajenas a eso que yo invoco a veces cuando hablo del amor a la montaña. ¿Qué queremos expresar cuando decimos que amamos la montaña?  Todas las que tenía delante de mí, atractivas, acaso deseables de subir... me preguntaba cuál es realmente mi relación con esa parte del mundo que tenía enfrente. ¿Qué es eso que tanto he invocado en este blog de los caminos? En ese momento no sabía realmente qué era eso que tanto nombro, afecto, cariño, amor? Y tumbado alli, desfallecido despues del segundo collado subido esta mañana, dos mil y pico metros acumulados con un importante peso a mi espalda, se me ocurría que acaso el objeto realmente de mi amor sea yo mismo y que la montaña, el esfuerzo por alcanzarlas, el peligro de subirlas, sean solo los medios que mi cuerpo y mi mente usan para probarme a mí mismo, para ejercitar mi voluntad o la puesta a punto de mi organismo. Pero acaso no sea ni lo uno ni lo otro y el meollo del asunto quizá tenga que ver con la interacción, la síntesis que se produce en el encuentro con la montaña, todo esto que se manifiesta en mí cuando me muevo en ella. De parecida manera a como de la interacción del aire y del águila nace algo nuevo que es el vuelo, de la interacción del hombre con la montaña podríamos inferir que surgen esos sentimientos de sintonía con la naturaleza, que hacen que identifiquemos a éstas con algo que amamos, cuando acaso lo que realmente amamos es a nosotros mismos, siendo la montaña el medio, de parecida manera a como lo es el aire para el águila, mediante el cual  nuestro yo se experimenta a sí mismo, muestra su arrojo, se vive con intensidad. Lo cual produce un no desdeñable grado de felicidad y satisfacción. 


Miro las montañas y creo poder asegurar que sus formas en sí mismas no me producen ninguna emoción en especial, me pueden gustar más o menos, pero ahí termina la cosa, por lo menos en este instante. Otro cantar sería si me propusiera subir alguna de ellas y ello implicara poner en juego por mi parte un coraje y una preparación algo especial, en cuyo caso esa montaña dejaría de ser la cosa objetiva que tengo delante como objeto bello e impersonal para convertirse en objeto de mi reto. Será en el hecho de escalarla cuando surja una especial relación entre la montaña y el que la escala. Eso nuevo, el reto, la dificultad, lo que sucede entre las montañas y nosotros durante la ascensión, y también lo que quedará engastado en la memoria en consecuencia, es quizás eso que llamamos amor a la montaña. En realidad puede que se trate de un amor a las vivencias que se han tenido en ellas, a esa parte de uno mismo que pusimos en juego cuando las escalamos. Amamos lo que hacemos, nuestra capacidad de sufrimiento, la plenitud que nos proporciona nuestra actividad en ella.


Tenía que ponerme en movimiento. Una larguísima y empinada pedrera me estaba esperando. Mientras la atravesaba tendría a mi izquierda, a trescientos o cuatrocientos metros de desnivel más abajo, las aguas verdeazuladas de un lago donde se miraban las picudas montañas de los alrededores. Tras aquella pedrera vendría un nuevo valle, un paisaje nuevo. La ladera se hundiría en las profundidades, mi camino la acompañaría y yo miraba un poco perplejo pensando que después tendría que volver a remontar lo que había bajado pero en la parte opuesta.


Eran las cuatro de la tarde, me quedaban unas dos horas para llegar al siguiente refugio y había empezado a caminar a las seis de la mañana. No, esto no es lo mío, el único inconveniente para parar era que en el refugio anterior tendría que haberme aprovisionado y sólo me conformé con tomarme un strudell y un vaso de leche. De todas maneras decidí finalizar la jornada, había junto al camino unos prados muy propicios y el río bajaba ruidoso y despreocupado. Me merecía una tarde de holganza, aunque tuviera que ayunar, que sólo me quedaba un poco chocolate, un mendrugo de pan y unas pocas almendras. Últimamente me olvido de estos pequeños placeres de pasar la tarde tumbado leyendo, escribiendo u oyendo algo de música. De hecho, cuando tuve todo colocado y la tienda puesta, a lo que me dediqué fue a mirar detenidamente los mapas. Vías Alpina hay cuatro o cinco, cada una recorre los Alpes por lugares diferentes. Yo en principio había elegido la que llaman Roja, que es la que describe un arco más amplio llegando incluso hasta Alemania. Ésta se encuentra dividida en ciento sesenta y tantas etapas. Pero, ya lo dije el otro día, cuando puse el pie en Italia y empecé a ver la posibilidad de atravesar de nuevo las Dolomitas comencé a cambiar de opinión; me entraron unas ganas enormes de encontrarme entre el cantarín sonido del italiano, también me apetecía practicarlo. Una de las vías Alpinas hace aproximadamente este recorrido, la amarilla, que es la que está recorriendo Fabián, el entusiasta andarín con quien tropecé hace días. Por cierto, que echo de menos a Carmen y Thomas, me parece que ya les he sacado demasiada distancia como para que nos volvamos a encontrar. Según mis nuevos planes dentro de una jornada y media abandono el itinerario que hasta ahora compartíamos para dirigirme al sur hacia la zona del Lavaredo, el lago Misurina y Cortina d'Ampezzo. 


No podía faltar, ya tengo la tormenta encima otra vez. Zarandeará la tienda por un rato, pero será discreta. Queda de recuerdo una lluvia muy ligera que hace dúo con el sonido del río cercano. Esta noche ya tengo sonajero con que dormirme.




2 comentarios:

slechuga dijo...

Alberto, creo que la única manera de definir lo que se siente por las montañas, es estar ahí y sentirlas, pues por mucha filosofía que empleemos para explicarlo, nunca se acercará a lo que realmente se siente.
A seguir disfrutándolo, y los que te seguimos, a disfrutarlo también con tus crónicas.

Alberto de la Madrid dijo...

Gracias, Santiago, cuando pueda te mando otros tracks, estoy tratando de encontrar el camino que más me apetece. Un abrazo