Coitus interruptus



Gite d'Etapa de Saint-Martin Vésubi, 15 de septiembre 

Hace días había pensado en bajar desde las montañas hasta el mismo mar, e incluso, a última hora cuando bajaba por el valle de Saint-Martín Vésubie, porque había empezado a llover y todas las montañas estaban cubiertas, se me ocurrió como alternativa la idea de seguir el río, y como dado que todos, casi todos, los ríos desembocan en el mar, por aquella ruta fluvial llegaría tarde o temprano al Mediterráneo. Pero el agua, este mal tiempo a última hora, cuando ya estaba más con los pies en el mar que en las montañas, jodía mis planes. Mi ánimo se negaba a abandonar este valle que se dirigía directamente al mar para volver a alcanzar un oscuro collado que con sus vueltas y revueltas, y pasando por Sospel, me dejaría entre la niebla sobre las laderas que caía directamente sobre Niza. 


Al final, tan como boca de lobo se me parecieron las montañas mientras me refugiaba de la lluvia en un bar, que hasta deseché la idea de cubrir mi última etapa bajando junto a la orilla del río. Terminé refugiándome en el Gite d'Etapa de Saint-Martin Vésubi y, apenas sin darme cuenta, después de pensar durante un rato en qué coño hacer, llegué a la conclusión de que había terminado mi aventura en los Alpes. Una hora después ya tenía mi pasaje de avión para el día siguiente. 

Primero fue el col de le Lombarde, después el de Merciere y por último el de Salèse. Entre estos tres collados dos refugios, los dos cerrados. Ya me habían avisado que indagara este aspecto, pero no llegué a preocuparme demasiado, confiaba que en cualquier caso podría alargar mi mendrugo de pan y mi trozo de chocolate hasta el primer pueblo. En realidad fue una muy larga jornada sin demasiado atractivo. Había amanecido con el paisaje desteñido y las nubes rondando perezosamente entre las montañas. No me tropecé con un alma en todo el camino, era como si el quince de septiembre hubiera producido una desbandada general, refugios cerrados, caminos vacíos... vamos, que ni siquiera uno de esos pensionistas andarines que días atrás uno se encontraba por todos lo sitios. Los únicos seres vivientes con lo que me tropecé fueron un ciervo descarado que no me quitaba ojo de encima parado a un centenar de metros de mí mientras desmontaba la tienda, y una ardilla que cruzó volando el camino y de un brinco trepó por el tronco de un pino desapareciendo en las alturas.


Día larguísimo de lectura, en fin, de la mano de Elsa Morante. Día largo pero como de quien pasea a lo largo y ancho del Retiro en un inesperado día de ocio con un libro en las manos. Caminos no abruptos, caminos sin grandes desniveles que parecían otra cosa, como pasear muchos caminos Smiths uno detrás de otro. 

Mañana, si me queda tiempo voy a tener que bajar hasta el mar para sellar mi hoja de ruta con el agua de mediterráneo. Ayer mismo, más de dos meses y medio atrás, mojé mis manos en las aguas del Adriático en señal de despedida deseándome la dicha de poder cumplir los completa travesía del arco alpino entre los dos mares, de parecida manera a como he hecho otras veces despidiéndome del Cantábrico o del Mediterráneo con el ánimo de llegar a través de las montañas al otro mar, el final y el principio de toda vida. Principio y final, los extremos se tocan. 


Tengo este final demasiado reciente para que todavía vengan a agolparse sobre mí la precipitación de los recuerdos y las emociones vividas. Ahora, como un cometido más en la andariega expectativa diaria, lo que siento es que mañana, antes de la salida de mi vuelo desde Niza, no voy a poder ver las tan anheladas pinturas de Chagall, los martes cierran, una de mis visitas más demoradas de nuestros viajes por Europa. 

En la gite d'etape donde pernocto se hace el silencio a las diez, así que: buenas noches. 


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bienvenido a casa, viajero.:)

Alberto de la Madrid dijo...

Gracias, señor anónimo, o anónima, que también pudiera ser.

Unknown dijo...

Bueno Alberto, !dos mes y medio fue una buena andaina y supongo que esforzada por momentos, sobre todo por la lluvia.

Enhorabuena, te he seguido y en momentos me has inspirado para no caer en la rutina y seguir sintiendo la magia y belleza de las cosas. Gracias.

Yo también he vuelto a casa, llevo dos días. El viaje de Oviedo a Santiago, con calma, 22 días, me ha encantado y a mi yegua seguro que también.
Pienso pasar el invierno en casa- si no surge algún plan que me atraiga, y en la primavera hacer la vía de la Plata.

Gracias de nuevo y enhorabuena de nuevo

Sergio

Alberto de la Madrid dijo...

Felicidades a ti por ese otro recorrido. A poco te veo siguiendo todos los rastros de los muchos Caminos de Santiago. Yo seguramente seguiré siguiendo esos rastros santiaguiles, en mi caso muy propios además por la posibilidad de los albergues y porque me ahorra peso. Ya tengo alguno en mente acaso para el invierno. La ruta de Oviedo Santiago por el interior quizás me tiente algún día.

Me alegro por esa inspiración que yo he sentido tantas otras veces a partir de mis lecturas o de alguien que me sugirió un proyecto.

Si te apetece me podías comentar algo sobre la lectura de La edad madura, qué te pareció.

Te deseo que de vez en cuando sientas ese hormigueo interior que hace que uno empiece a pensar en algún camino.

Un cordial saludo