Benditos los tiempos que corren. Whangaiterenga

Whangaiterenga campsite, Nueva Zelanda, 5 de marzo de 2016
Desde que llegamos a Nueva Zelanda, donde no hay wifi que valga porque apenas paramos en hoteles y donde la cobertura en montañas y bosques es escasa, no nos queda más remedio que aprovechar, cuando pasamos por algún pueblo, que parar a la sombra de un árbol para ponernos al día. Seguimos así a salto de mata lo que sucede en España, y en estos últimos días especialmente lo que se cuece en el Parlamento; tanto es así, cosa extraña en mí, que cuando detecto suficiente cobertura ya estoy metiendo las narices en el teléfono a ver qué ha pasado desde la última vez que abrí un periódico.
Hoy saboreaba gratamente algunas cosas, por ejemplo el clima que se respira en el parlamento, la irrupción de nuevos modos, nuevas formas de vestir, nuevas maneras de vertebrar los discursos, la presencia del sentido del humor y el sentido común, la expresión de las emociones, el lenguaje formal junto a los guiños de aquellos que sabiendo que tienen si no la sartén por el mango sí la capacidad de poner en serios aprietos a aquellos otros que diciendo querer cambiar las cosas desean sobre todas ellas que todo continúe igual, guiños a esos socialistas que usurpando un adjetivo porque dejaron de ser socialistas desde muchos años atrás tendrían ahora la oportunidad de oro de volver a sus raíces. Ahí tenemos al pobre Sánchez, casi da lástima el hombre, atrapado por los tirones de los mandones de su propio partido acaudillados por Felipe González y la Susana y haciendo inevitablemente el ridículo con una segunda votación; ahí tenemos a ese otro pobre esperpento llamado Rajoy con el subconsciente bulléndole en la cabeza jugándole malas pasadas; pero sobre todo ahí están los besos y el milagro de ver a gente en mangas de camisa levantando el puño y sintiéndose como en su casa cargados de una razón imparable y con un sentido del humor y unas ideas tan claras que hacen que uno mire asombrado lo que pasa en el hemiciclo.
Leía esta mañana un tuit de alguien que se echaba las manos a la cabeza porque, decía, estaban convirtiendo el parlamento en un circo. Bendito circo, diría yo,  para un país que ha hecho que tantos se refieran a él como un país de mierda donde la justicia y el poder político se han convertido dede hace muchos años en un estercolero amañado por caraduras y rufianes; bendito circo que con su amor, sus besos, su desenfado, sus rastras, sus melenas y con su mano dura también están empezando a mostrar al país que hay otros modos de hacer política, que muchos de los que están allá sí, ya nos representan.
Pasaron los tiempos del aburrimiento parlamentario, los tiempos del rodillo, los tiempos de la alternancia del más de lo mismo. Todavía nos faltan votos, pero todo llegará. Los de siempre van a seguir teniendo mayoritariamente los medios de comunicación a su servicio, pero ya no podrá ser tan obscena la actuación de la televisión pública ni tan ridículo y fácil el discurso de los que con su hisopo han bendecido durante décadas los desmanes de la derecha. Hasta medios como el amarillismo de El País, y no sólo él, se van a ver obligados a bajar ya el tono de su soez campaña antiPodemos.
Benditos los nuevos tiempos que corren que hacen que podamos contemplar todavía con esperanza el futuro. Desde esta inmensa distancia que me separa de España en este momento siento una enorme lástima por mi país, por la vejación a que nos ha sometido durante tantos años la actuación del PP y el PSOE, vergüenza por cómo han sido capaces de convertir las instituciones en un nido de ladrones y aprovechados, desazón por hasta dónde han pervertido la justicia, haciendo de ella, como decía hace poco un alto magistrado, una justicia para robagallinas en donde se encierran en la cárcel a pobres diablos mientras la impunidad de la mafia y los corruptos está garantizada. Benditos los tiempos que corren porque ya vemos una pequeña luz al final del túnel de esa barbarie que nos sobrevino con la mayoría absoluta del PP.
Benditos los tiempos que corren porque acaso veamos normalizada la situación política de Euskadi y Cataluña, porque acaso decir que esta boca es mía no sea objeto de multas ni visitas a la comisaría, porque acaso los antidisturbios no pongan en estado de sitio los alrededores del Congreso y hacer huelga y manifestarse sea un derecho efectivo; porque acaso el sistema judicial no sea la férrea mano de los que siempre han medrado a costa del ciudadano de a pie.
Un infinito reguero de estrellas cruza el firmamento, el rumor del río cercano invita con su susurro a meterse en el saco, quizás también a dormirse con la leve sonrisa de quien piensa que está vez sí, que está vez vamos por el buen camino. Sí, benditos los tiempos que corren.

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