Bajo
la Civetta, 23 de julio de 2018
Alta
Vía Dolomitas 1: Bajo el Monte Pelmo – Refugio Staulanza – Refugio Sonido al
Coldai – Refugio Atilio Tissi – Bajo la Civetta.
No
sé si existirá en el mundo un farallón ininterrumpido, un reino de la escalada
más denso que éste de las paredes de la Civetta. Su grandiosidad, las gestas
que aquí se cumplieron desde el principio de los años gloriosos de la escalada,
hacen de este reino, que lo es por el número, la magnitud y dificultad de sus
ascensiones, una de las mecas de la historia del alpinismo. Hoy, mientras
atravesaba bajo su base estas descomunales paredes, volvían a arracimarse en mi
memoria viejas lecturas de los tiempos de Casin, Comici, Atilio Tissi… la
historia de las ascensiones de los grandes pioneros que escalaron estas
paredes por primera vez, es una hermosa remembranza de las propias inquietudes,
tan modestas las nuestras en comparación, que corrían por nuestro cuerpo cuando
recién descubierta la montaña, los primeros pasos en Pedriza o Galayos, ya
empezábamos a soñar con estas doradas paredes de las Dolomitas. Y lo pronto que
nombres como Cimas de Lavaredo, Civetta, Torres de Vaiolet, Marmolada o Brenta
empezaron a sonar en nuestros oídos como música celestial que ocuparía nuestros
pensamientos durante meses hasta que por fin, un día, unos pocos amigos
apretados en un Seiscientos entre macutos, cuerdas, material de escalada y un
montón de botes de conserva de comida, tomábamos la carretera de Barcelona
camino de Madonna de Campillo, Cortina d' Ampezzo o el Passo Sella dispuestos a
enfrentarnos a esa maravillosa verticalidad con la que habíamos soñado durante
meses.
Atilio Tissi con su mujer en la cumbre de la Civetta |
El
otro día, cuando miraba la fotografía de MaríaLópez Carmona encaramada al
espolón de la Torre de Lagazuoi, que aparecía en uno de mis posts, la rigurosa
verticalidad, el valle allá al fondo por debajo del gran vacío que se abría
entre nosotros dos y el mundo de la gente corriente, hubo un momento en que me
recorrió un estremecimiento por la piel. Me cuesta creer a veces que fuera yo,
tan simple y desvalido como me veo a veces, el que estuvo allí y escaló los
trescientos o cuatrocientos metros de aquella hermosa pared vertical. Cuando un
“abuelo” colmo José Manuel Vinches bromea, ofreciendo una alternativa a aquella
iniciativa de “pon un abuelo en tu cordada” estando dispuesto a poner él a su
vez un jovencito o jovencita en la suya, a mi cuerpo, imaginándome en su piel,
le entra cierta temblaera, me pongo nervioso sólo de pensarlo. Me hice viejo
enseguida para esas cosas. Quizás la razón de ello fuera la muerte de mi amante
y amiga Nena Bazzana mientras escalábamos en las cercanías de monte Zebrú, en
el macizo del Ortles. Hacíamos la integral entre el Passo Tonale y la cumbre
del Ortles, un recorrido bastante empeñativo de varios días y después del monte
Vioz, haciendo una travesía sobre rocas inestables, se desprendió una de enorme
tamaño que arrastró a Nena. Verla caer por cientos de metros hasta el glaciar
en medio de un alud de rocas provocado por el desprendimiento, me marcó para
siempre. Yo tenía veintiún años y después de aquello todo se hizo muy
diferente. Fue con ella, con su amiga Graziella y principalmente con Moisés
Castaño y con Fernando Vázquez y Enrique del Pozo con quienes di mis primeros
pasos por las Dolomitas. Sus recuerdos me acompañan cada vez que vuelvo a
atravesar una zona en donde estuvimos escalando aquellos primeros veranos.
* * *
Atravesando
del macizo del Monte Pelmo hacia la Civetta la pista de macadán invita a la
lectura. En Homo Deus, Harari
desmonta pieza a pieza una parte considerable del “mundo de ficción” en que
vivimos. Hace un largo recorrido por la historia y llega a la conclusión de que
organizaciones humanas realmente poderosas, como el Egipto faraónico, la China
comunista, los imperios europeos y el sistema escolar moderno, no son
necesariamente perspicaces. “Gran parte de su poder, afirma, estriba en su
capacidad de imponer sus creencias ficticias a una población sumisa”. El faraón
egipcio, Mao, el dinero, la Iglesia Católica, Dios, tantas creencias sobre la
que se sustenta la sociedad, no dejan de ser puras ficciones que se han
consolidado en corpus social que existen porque una generalidad las acepta. La
idea es sustanciosa porque llevada una parte importante de la realidad al campo
de la relatividad en que los fenómenos de poder o las creencias son, existen
porque alguien lo ha decidido, de parecida manera a como hoy quien tuviera
millones de pesetas podría ser pobre porque “alguien” en un momento lo decidió
así al sustituir la peseta por euro, es obvio que un individuo, sea éste Stalin
o Alejandro Magno, tienen un poder que se deriva de la aceptación de las masas
de tal poder. Sustentar la ficción de Dios, la infalibilidad papal o el poder
incuestionable de esos personajes que jalonan la historia de la humanidad, ha
sido siempre el trabajo de una organización empeñada en hacernos comulgar con
la ficción de turno encaminada, por ejemplo, en Egipto antiguo a hacer creer
que un hombre corriente es un ser superior, un dios. ¿No es el sistema
educativo otra ficción encaminada a servir intereses concretos más que a
atender al desarrollo de las personas? ¿Son las notas, las calificaciones una
buena manera de determinar, por ejemplo, quién será un buen maestro o no? Pues
no, pero el sistema sin embargo lo que nos dice es que el mejor maestro será
aquel que memorice mejor la guía telefónica, el que sepa responder mejor a determinado cuestionario. ¿Tiene algo que ver eso con la calidad que debería
exigirse para el desempeño de la función de un maestro? A lo largo de la
historia las ficciones se cambian unas por otras, una cosa que parece lógica,
sí; pero ¿quiénes son las que las cambian, qué personas, qué grupos de presión?
Y especialmente ¿en beneficio de quienes unas ficciones son sustituidas por
otras?
Los
escenarios que atraviesan estos itinerarios son tan cambiantes… Esta mañana el
único que persistía constantemente después de de muchas subidas y alguna bajada
era la mole del monte Pelmo que el camino rodeaba en gran parte. Apenas un poco
bosque y el resto era asomarse continuamente a diferentes forcellas frente a las
cuales se abría un escenario diferente de crestas y masas de pináculos que
cubrían el horizonte. Tras el refugio Coldai, el sendero que había jugueteado
con pequeñas subidas y bajadas en el bosque, se deja de tontunas y emprende la
subida del mayor desnivel de la jornada, mucho, hasta el refugio Sonino desde
donde en correspondencia al esfuerzo se abre un magnífico panorama que llega
por el sur hasta el macizo de la Schiara. Mucha gente en el refugio, pese al
respetable desnivel, incluida una numerosa comunidad de rumanos en la cual los
niños, que subían como gatos tomando atajos improvisados por todos lo lados,
eran mayoría. ¿Qué lengua habláis, le pregunté en inglés a una chica que iba
parloteando con un grupo de niños pese al cuestón que teníamos delante?
Enseguida me presento a un compañero rumano que hablaba español. Hablamos un
rato de Asturias hasta que la senda se estrechó y se convirtió casi en una
escalada.
Estábamos
en el reino de la Civetta pero todavía habría que subir hasta el lago di Coldai
y alcanzar una nueva forcella para avistar la kilométrica pared reino de los
escaladores de élite de hace algunas décadas. Inmensa y surcada por espolones y
paredes desmesuradas el conjunto se extendía hasta un amplio collado encima del
cual se veía como una casa de juguete el Refugio Atilio Tissi.
Tras
comer en el refugio y charlar un rato con dos parejas de murcianos y dos chicas
italianas que están haciendo la Alta Vía de Dolomitas como yo, volví a bajar
hacia el collado. Encontré un lugar ideal protegido del viento frente a las
paredes de la Civetta.
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