Cercanías
del refugio Bolnar, 13 de septiembre de 2018.
Laugavegur
trail, Islandia: Altos del lago
Álftavatn - Refugio Bolnar.
No
he oído el despertador, pienso despertándome con el sol cayendo ya sobre la
tienda. No, todavía tardará media en hora en sonar, me digo después de mirar la
hora, las siete un poco pasadas. Me asomo por la ventana, amanece un día
espléndido, fuera la escarcha lo cubre todo, los matojos verdes que visten todas las laderas aparecen como salidos de una nevada reciente. Hace frío. Alcanzo
el bol de muesli que puse a remojar ayer noche y sin salir del saco enciendo el
hornillo, esa novedad que no usaba desde hace cuarenta años porque enseguida me
acostumbré a comer frío, pero que ahora ha vuelto a mi macuto con especiales
ganas. De resultas del repaso que estuve dando a los temas de alimentación, más
orientado por el afán de reducir peso que por otra cosa, pero que terminó
enganchándome, estos días más que guiarme por el apetito me atento a las
kilocalorías. Cuando salgo de la tienda ya llevo en el cuerpo 600 kcals. No
está mal ser un poco ordenado con la alimentación, y en mi caso con razón
porque a veces ni desayuno o lo hago tres horas después de empezar a caminar.
El
barro, lleno de pequeños cristales de hielo, cruje bajo el peso de mis botas.
Es un placer comenzar la jornada con este frío vivificador. El olor a azufre
llena el ambiente mientras me alejo de las fumarolas junto a las que transcurre
el camino. El mundo ha despertado con un luz tan bonita como la de ayer. El
sendero, la oscura ceniza que lo cubre todo en estos parajes, zigzaguea por una
inclinada pendiente por algunos de cientos de metros. Consulté antes de venir
un mapa de cobertura telefónica y a todo el recorrido no llegaba ninguna señal.
No obstante desactivé el modo avión y sí, la había, y buena. Me dio gusto dar
los buenos días a Victoria y mandar a casa unas bellas imágenes de ese miradero
por el que estaba descendiendo. Victoria, animada, empezó a contarme una larga
historia propia de la tertulia de después de comer. Le tuve que decir que
estábamos a algún grado bajo cero, que me lo contara en otro momento.
Estoy
contento esta mañana. Además de que esto es muy bello traía la idea del viento,
la lluvia y la niebla, lo que me había hecho proyectar en mi mente unos días
penosos con ríos crecidos, y lo que me encuentro es un bonito día, ríos amables
y la perspectiva de una agradable jornada de caminar por un paisaje encantador.
A mitad de la cuesta me cruzo ya con una pareja de americanos. Paramos a
charlar un poco. Mi incógnita inmediata eran los ríos y ello queda enseguida
aclarado, cruzarlos es una mera diversión, me dice ella, una rubia de ojos
vivarachos. También ellos están de buen humor. La mañana temprana propicia
encuentros espontáneos en estos parajes tan solitarios. Nos despedimos. Have a good day!
El
agua del primer río, que en una fotografía que encontré en Internet parecía una
fiera desbocada tras las lluvias, hoy es un dócil riachuelo cuyas aguas a esta
primera hora de la mañana ni siquiera están muy frías. Llévate unas
cangrejeras, me había advertido Francisco Sánchez. Ya estaban en mi macuto
cuando me lo dijo; unas cangrejeras, palabra que yo no conocía, no podía ser
más que un calzado para coger cangrejos, ¡ah, aquellos tiempos!, deduje.
Precisamente los chanclos de goma de los chinos que lleva todo el mundo en este
planeta. El glaciar Myldalsjokull, cuyos hielos hasta hacía un momento ocupaban
todo el horizonte de levante ha desaparecido tras unas colinas verdes y ahora
el sendero llanea hasta las cercanías del lago Alftavatn.
Paso
de largo y me dirijo hacia levante. Una pareja me precede. Cuando me acerco al
río, esta vez río con puente, me dan lo buenos días y él me pregunta si he
dormido bien. Me sorprende tanta espontaneidad. Resulta ser una pareja de
israelitas con los que había coincidido en el hostel de Reikiavik. Esta mañana
todo el mundo parece estar contento. Después de una breve subida el camino
discurre por un ancho valle entre dos montañas cubiertas por el verde
característico de una pequeña planta que puebla toda la zona y que da a estas
montañas un aspecto curiosamente exótico. En un altillo paro a charlar con una
pareja de italianos, él un tipo alto de largas melenas y cola de caballo y ella
menudita y pequeña pero con una sonrisa en lo labios encantadora. Nos
cruzaremos varias veces durante el día. Ellos van a Skogar, como yo, la ruta
larga para la que la guía da seis días. El itinerario más usual es de cuatro
días y termina en Þórsmörk.
Media
hora más tarde el camino lo corta un río caudaloso. A cien o doscientos metros
río arriba hay un numeroso grupo vadeándolo, pero el track que llevo grabado
atraviesa aquí en donde el río es más ancho, así que me atengo a los consejos
de Dersú Uzalá. No sé la profundidad pero intuyo que no subirá más allá de los
muslos. Me desnudo de cintura para abajo, echo mis botas a la espalda, me calzo
las cangrejeras y con los bastones en las manos me meto en el río. Lleva alguna
corriente pero se pasa bien. Tanteo la profundidad y efectivamente sólo llega un
poco más arriba de la rodilla. Mientras me seco y me calzo veo aparecer a los
italianos. Aprovecho para hacerles una foto. Bromeamos: te vas a quedar con las
ganas de fotografiar un resbalón, dice ella. Hace dos o tres años, en las montañas
de Kirguistán, Victoria y yo nos vimos obligados a vadear varias veces un río
caudaloso. Aquello, no llevábamos chanclas entonces, sí fue una aventura. A
Victoria le gusta enseñar a sus hijos aquella foto que la deja frente a ellos
como una heroína de película.
Hasta
el refugio Bolnar el itinerario discurre por una interminable llanura cubierta
totalmente por una lava fina que contrasta con el verde intenso de las montañas
que la limitan. Aprovecho la monotonía del sendero para continuar la lectura de
Dersú Uzalá que no volví a abrir
desde los días de mi estancia en el Pirineo. Los ríos de la región de Ussuri,
en el extremo oriente de Rusia, cortan el paso continuamente a la expedición de
Arseniev. En uno de aquellos ríos caudalosos que es imposible vadear deben
fabricar una balsa a base troncos para atravesarlo. Cuando toda la impedimenta
y el personal ya ha cruzado, un golpe de agua arranca la balsa de la orilla con
Dersú en ella. La balsa empieza a coger velocidad y se aproxima cada vez con
más rapidez hacia la cascada. Dersú está perdido, no hay manera de prestarle
ayuda. En un determinado momento la balsa atraviesa bajo las ramas de un árbol
que cae rozando el agua y Dersú logra asirse a una rama quedando en una
precaria situación en la que su vida depende de lo que puedan resistir sus
brazos. Tras varias horas de probar tácticas diferentes sus compañeros cortan
un abeto y lo que echan al río sujetándolo previamente con cuerdas para dirigirlos
hacia la rama de que está colgado Dersú. Arseniev es un gran narrador. Me tuvo
pendiente de su relato del salvamento mientras atravesaba aquel llano de lava
oscura.
Descendiendo
del llano me encuentro con el refugio Bolnar. Si no vas a pernoctar en los refugios no está
permitido más que usar los servicios. Mientras me preparo un par de sopas
chinas a la intemperie (novecientas y pico calorías en ciento setenta gramos de
producto en seco: ¡una maravilla de relación peso-calorías!), sale el sol y
llueve, ambas cosas a la vez. Son cerca de las cuatro. Media hora más tarde,
mientras empieza de nuevo a llover, encuentro en una hondonada un lugar
protegido del viento para mi tienda. Ahora llueve, tranquila, apaciblemente.
Espero que la méteo mantenga su palabra de hace días, es decir, una tregua de
cuatro días de sol y nubes para el domingo entrar definitivamente en fase
lluviosa. Es una de las razones por la que estos días intento apurar caminando
más de lo que me apetece. Si por lo menos el tiempo se mantuviera aceptable
hasta alcanzar las alturas del glaciar Myldalsjokull, luego sería una cuesta
abajo camino de la costa. Si el tiempo se engolfa antes lo mismo tengo que dar
por terminado mi trail en Þórsmörk. Por cierto, el sistema de transporte que
finciona en esta zona del trail hace su último servicio el próximo sábado. No
hay más hasta la primavera.
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