Día 30. Día de ayuno

     


45,43985895°N, 07,46829987°E, 17 de julio de 2025


En el colegio, en los Salesianos, se decía día de ayuno y abstinencia. Ayuno, para aquellas criaturas que éramos, se entiende. Lo de abstinencia no tanto, al menos en el mismo contexto. No tengo cobertura pero en cuanto la tenga intento averiguarlo. 

Hoy he vuelto a las andadas de los primeros días, ese cansancio de no poder más. Tenía que atravesar dos collados y del primero descender un buen trozo hasta llegar al lago d'Eugio. Llegando al lago estaba exhausto. Dudaba de que fuera capaz de subir los trescientos metros de desnivel que me separaban del segundo collado. Verdad es que hacía un calor de padre y señor mío, pegaba un sol inclemente sobre un paisaje totalmente desarbolado. La etapa, al decir de la ventera en donde había comido el día anterior, era de ocho horas. Ocho horas yendo ligerillo de peso y a buen paso, que no es mi caso. 

Junto a la orilla del lago hice examen de conciencia a la sombra de un abedul. Era pasado medio día, hora en que en este país se come, así que saqué la bolsa de la comida e hice balance. Poca cosa me quedaba, un poco de jamón, un trozo de zanahoria y algunos trozos de nueces. Considerando que una de las causas de mi cansancio es que estaba bajo de combustible y que la cuesta que tenía enfrente lo requería, di cuenta de casi todo. No, no quise pensar que probablemente no llegaría a destino hoy, así que lo que quedó en la bolsa como comida de porsiacaso fueron tres rebanadas de pan y medio puñado de nueces. 



Hoy hace treinta días que  camino ininterrumpidamente. Hay quien en largas caminatas establece un ritmo de 1/7 o 1/10, un día de descanso cada cierto tiempo, pero yo, que soy bastante terco, me he inventado siempre alguna explicación para no descansar ningún día. He llegado a caminar tres meses seguidos sin una pausa. Incluso un año que había terminado una de las travesías Alpinas me sentí todavía fuerte para recorrer durante medio mes la línea de montañas de Córcega. Quizás sería tiempo de dejar a un lado mi cabezonería. No sé. Luego sí noto también que debo de caminar más despacio que otros años. Este año, visto lo que he recorrido durante un mes, no sé si en tres meses me va a dar tiempo a llegar al mar Adriático. Me sonaba bien eso de los Alpes de mar a mar. A ojo de buen cubero, me parece difícil. En fin, se verá. Se verá porque entre otras cosas lo mismo mi chica me echa de casa si me demoro más de ese tiempo. 

De vez en cuando paro para echar un vistazo a ver si despeja el núcleo central del Gran Paradiso, que lo mismo ya no vuelvo a ver en los días siguientes. Es un conjunto de montañas bastante espectacular, que no se ha dejado ver enteramente en todo el día. Las nubes tienen esa clase de aficiones, les gusta pasearse y restregar sus lomos por las montañas más prominentes. 



Esta mañana salí de mi escondrijo como un fugitivo. No me apetecía nada encontrarme con un uniformado de esos que dicen, que dicen, sí, cuidar el medio ambiente. Ya recordaréis que hace dos inviernos multaron, o quisieron multar, a uno que había vivaqueado en la cima del Mont-Blanc. A ver de qué van a vivir los hoteles si a la gente le da por aficionarse a vivaquear en el monte. Además si vivaqueas o haces pipí en la montaña la degradas, no es como las estaciones de esquí y los complejos turísticos que tan monos quedan en el monte. Así que como un fugitivo me comporté, no hice ruido, desayuné, recogí y salí pitando de mi escondite para incorporarme al sendero como un ciudadano normal, que eso es lo que quiere el sistema, ciudadanos normales y no esa gente que hace cosas tan raras como dormir en el monte como las alimañas. 

Va coña eso de decir todos los días que has subido por aquí o has bajado por allá, ¿no? De mañana, a la sombra bastante rato, la verdad es que se iba bien. Has dormido bien, tienes el cuerpo descansado y subir subes casi sin enterarte. Despacito, despacito vas ganando altura, pero, ah, cuando se acaba el bosque y el sol es de esos días que calienta hasta las ideas, estás perdido. Bajando del primer collado me encontré con una chica alemana. Me sorprendió lo fresca que subía aquella fenomenal cuesta. Se lo comenté y emitió una sonrisa encantadora. La conversación con la gente que te encuentras casi siempre sigue el mismo guión. Había pernoctado un poco más arriba de lo que en principio era mi destino, un refugio vivac encantador, decía. Yo había rastreado el día anterior mi mapa y no había encontrado ningún refugio en la ruta, así que ella descargó su mochila y sacó un mapa de papel. Efectivamente, no lo había visto porque estaba ligeramente fuera de la ruta, Bivacco Blessent. No, agua no había en los alrededores, pero estaba limpio y además situado en un promontorio desde el que se veían todos los alrededores. La idea de refugio me gustaba, el único inconveniente es que no tenía ni cena, ni desayuno, y agua no más de medio litro. 

Cuando llegó el momento y vi el refugio a lo lejos, no lo pensé dos veces pese a las tres rodajas de pan y las pocas nueces que me quedaban. Es un fantástico miradero sobre todos los alrededores. A veces merece la pena hacer ayuno. Lo de la abstinencia no lo tengo tan claro. De todos modos si tengo mucha hambre me puedo comer las suelas de las cangrejeras. Si Werner Herzog se comió una vez la suela de sus zapatos en una apuesta, no sé por qué no me voy a comer yo mis cangrejeras. 









No hay comentarios: