Alagna de Valsesia, 25 de julio de 2025
Había colocado la tienda de un modo un tanto forzado que podía dar lugar a que el agua penetrara por los bajos, pero se portó. Toda la noche la lluvia azotó la tienda y otra buena parte vino acompañada por truenos en un estrecho valle que actuaba de caja de resonancia. Me admiro de lo bien que puedo dormir en medio de esto que para alguien podía ser un infierno. Hoy la lluvia se prolongó más allá de la hora en que suele sonar el despertador. Mejor, imposible. Seguí durmiendo una hora más hasta que se hizo el silencio.
Hoy eché una ojeada a mi primer recorrido de Alpes, en el 2003, y me ha sorprendido que en unos pocos días más entonces me encontrara ya en Dolomitas, que hoy están enormemente lejos todavía. No es el mismo recorrido, pero sospecho que los veintidós años que separan aquello de esto tienen mucho que ver. Bueno, y que me lo tomo más tranquilo.
El tiempo sigue peleón. Hasta dentro de tres días no anuncia mejora. Hubo una pausa por la mañana, esa que yo necesité para llegar a Alagna de Valsesia, pero después ya fue la debacle. En Alegna estaba totalmente in albis. Saqué dinero en un cajero y allí me quedé bajo un pequeño porche viendo llover y llover. Estuve una hora dando paseos de arriba abajo sin saber qué hacer, hasta que vi todo tan negro que decidí meterme en un hotel. No hay mal que por bien no venga. Encontré una lavandería que me dejó todo limpio, cené opíparamente, me di una larguísima ducha y quedé como nuevo para continuar con mi vagar.
Hasta Alegna me acompañó Victoria en mi travesía en el 2003. Ella se había empeñado entonces en un viaje por México y aquí se dividieron nuestros caminos, ella marchó desde aquí a Milán y a Ginebra y desde allí voló a Ciudad de México, y yo seguí mi camino hacia el este.
Hoy no tengo ni tiempo ni disposición para escribir. Así que fin.
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