Cumbre
de Montón de Trigo, 21 de octubre de 2024
Los
Alpes de mar a mar. Hace 21 años me diagnosticaron una condromalacia en la
rodilla izquierda. El traumatólogo:
– A
partir de ahora tendrá que olvidarse del macuto y de subir montañas.
Hace 21
años, unas semanas después de la visita al traumatólogo, armado con una brújula y algún mapa de papel
más un macuto cuyo peso oscilaba entre los catorce y los 16 kilos a lo largo de
setenta días, volé a Niza con la somera idea de regresar a casa si realmente
mis piernas no llegaban a estar a la altura de las circunstancias. Dos meses y
diez días después descendía las laderas de los Alpes Eslovenos y acariciaba con
las yemas de mis dedos las aguas del mar Adriático.
Esto
escribí esta mañana pensando que ya estuviéramos en mayo de 2025 y me
dispusiera a partir para un nuevo vagabundeo. Creo que se trataba de un
ejercicio de exorcismo, un intento de alejar de mí esa cosa que me persigue
diciéndome que sí, que ya tengo muchos años para cargar tantos kilos en la
espalda durante dos meses. Quizás también sea un modo de invocar la clemencia
de los dioses a las puertas de un cáncer (a la espera de biopsia) que amenaza
con poner entre estos proyectos y mi presente una barrera infranqueable.
Si este
año celebré mi 76 cumpleaños vivaqueando en la cumbre del Aneto bien podría ser
que pudiera celebrar el 77 vivaqueando qué sé yo, en la cumbre del Monviso o en
cualquier otra cima de los Alpes. El verano pasado la chingué en los Alpes
Austriacos después de una penosa semana en que mi pierna izquierda y una
infección de orina me hicieron volver a casa. Después he pensado largamente en
que si sería señal de que mi periodo veraniego por Alpes había llegado a su fin
o algo peor, que se acabaron estas veleidades de las grandes caminatas, de los
vivacs, esas cosas. El amigo Luís Bernardo Durán, más experto que él pocos hay,
me urgió después del verano a que dejara de cargar con semejante macuto si
quería conservar mi salud en buen estado, pero… Me dije entonces que siendo el
consejo el más lógico del mundo, cómo podría renunciar así por las buenas a
algo que es connatural con mi ser sin perder por el camino etcétera… Fue quizás
por ello que quise forzar el tiempo para grabarme en la cabeza un
convencimiento que de dejarlo a su aire podía zozobrar al punto de ceder
excesivamente a la presión de los años y de los hándicaps.
Hoy,
después del diagnóstico sobre mí próstata, mi ánimo no estaba muy allá para
salir al monte, que aunque la cosa no sea para caer en melodramas sí es verdad
que algo me estaba afectando; sin embargo logré poner a raya a mi estado de ánimo; una vez terminadas algunas tareas de
jardinería que tenía pendientes, hice el macuto y tomé la carretera rumbo al
Guadarrama.
Subiría
a Montón de Trigo por Marichiva. Allá en lo alto recordé dos cosas, una, mi
lucha con dos zorros que me robaron un par de inviernos atrás la comida
mientras yo instalaba la tienda sobre la nieve, el salir inútilmente corriendo
detrás del que llevaba mi bolsa de comida agarrada con la boca y el litigar
después con otro que no huía y que quería jugar conmigo al ratón que te pilla
el gato dando vueltas alrededor de la tienda y que posteriormente, cuando ya le
había dejado por imposible y yo me encontraba instalado dentro, royó un par de
tiros hasta romperlos. Lo otro fue el fenomenal macuto que llevaba entonces en
donde además del material de abrigo propio de la época y abundante agua y
comida, había añadido estacas largas para la tienda, las raquetas, los
crampones y un piolet. El tema del peso es un mal sueño que me persigue.
En Marichiva el día de mi aventura con los zorros |
Ayer en Montón de Trigo. Peñalara al fondo |
Después
de Marichiva cargué en el teléfono Ensayo sobre el cansancio, de Peter
Hanke y subí leyendo hacia peña Bercial abriéndome paso entre los piornos. Me
gusta Peter Hanke, su manera tan personal de hablar sobre asuntos desde la
experiencia de su propia persona me acerca mucho más a los temas que, por
ejemplo, Byung-Chul Han que me parece que se pierde muchas veces por oscuros
caminos sólo propios para especialistas. Han está de moda y con frecuencia tengo
la sensación de que también él se sube al carro del marketing con largas
disertaciones marginales al tema central. Sin más ese último título que leí, La
agonía del Eros, que más
parece apuntar a un asunto en su título a algo que puede atraer al lector para
luego mostrarle otra cosa. No trata el libro de lo que cualquier persona de la
calle entiende por erotismo, y si lo hace es muy tangencialmente. Vamos, como
esas imágenes que te muestran una hamburguesa enorme de tres pisos y que cuando
ya has pagado y abres el envoltorio te encuentras con un escuálido pedazo de
carne. Peter Hanke es otra cosa, éste escribe desde sus tripas, desde lo que
siente y experimenta y además, y ello creo que es sumamente importante, lo hace
con una calidad literaria a veces deslumbrante.
—¿No te parece a ti así?
—Sí, por cierto, pero ojo que estás tratando de escribir
un post relacionado con la ascensión de Montón de Trigo y me da que, como
tantas veces, estas empezando a irte por los cerros de Úbeda.
—Bueno,
es que es un día muy corrientito, en el cielo
bailando algunas nubes, pequeños crocus junto al camino, alguna merenderas,
Siete Picos y Majalasna allá a mi espalda recordando otras ascensiones y otros
vivacs. Peñalara al fondo y, cuando he sobrepasado el último repecho allí
estaban
Y no sé
por qué, acaso porque en algún momento Hanke habla de algún tipo de idiota, me
acuerdo de ese otro idiota sin remedio que es el novio de
Escribe
Hanke que el cansancio te rejuvenece. Algo de eso he notado yo en ocasiones,
esa clase de cansancio que es como un placentero regazo en que acurrucarte. Sin
embargo el cansancio que producen los idiotas es otra cosa.
He dejado la cámara montada en el trípode por si el cielo y las siluetas de las montañas se prestaban, pero no, el atardecer ha sido corrientito, sólo he podido hacer la foto de siempre contra el fondo turbio e incandescente de las últimas luces, y poco más. La contaminación lumínica que tiene nuestra sierra y unas nubes ligeras que cubren el cielo, me ahorran salir del saco y andar de aquí para allá probando una toma imposible. Se acabó. Hoy es pronto. Voy a ver si echo una partida de ajedrez.