Mediodía bajo un olivo, el bosque permanente sobre el paisaje andaluz que atravieso. Hoy paisaje desteñido, reiterativo, con una cruda luz cenital sobre las laderas que desluce la posibilidad de mostrarse sugeridoras, llenas del claroscuro, la ondulada gracia de otras jornadas. Acaso, como todas las cosas, la reiteración un día y otro de determinados perfiles y dibujos termina por alterar la calidad de la percepción. Algo no del todo improbable, ley de vida más bien contra la cual se levanta tarde o temprano nuestro deseo de cambiar de panorama, de hábito para dar así variedad a la monotonía de la concatenación de los hechos. En el bar donde desayuné no se habla de otra cosa que de este repentino fresco que asola la región. Se cuenta historias memorables de otros años, lejanos, cuando la nieve cayó primaveralmente sobre esta tierra de olivos y tierras como mecidas en olas por el viento.
Veamos, demos un repaso a mis anotaciones antes de que éstas se pierdan en los requiebros de los caminos. Ésta, de una máxima tibetana: El viaje es un regreso hacia lo esencia. No está mal, algo de eso tienen los viajes y los caminos. Dejémoslo registrado, acaso ello calme en algo el dolor de las ampollas o la reiteración que tarde o temprano se produce en los caminos.
Otra: esta imagen sobre estas líneas que me encontré en el camino a la salida de Priego de Córdoba: ¿aleatoria coincidencia?, ¿realidad plausible, la evidencia por más que los eufemismos pretendan tantas veces desfigurarnos el aspecto de una realidad monda y lironda, esa en que de una manera u otra nos va convirtiendo en deshecho por mor del tiempo, de la conclusión lógica y natural de la vida? Así en los cuerpos hermosos y en los que no lo son, admirables o admirados, siempre el seco retortijón del final de una vida como un accidente más en el ser de la naturaleza, tan prolija, tan dada a sustituir un ser por otro, tan dada a renovar la materia viviente por otra.
Sólo los caminos y los viajes, pues, parecen tener un principio y un final. El viento trae el inconfundible olor de las retamas en flor. Las flores me piden desde la proximidad del camino que saque la cámara y les dedique una mirada amable.
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