Durante toda mi caminata, Proust se extiende prolijamente en describir ese extraño, enigmático, fuera de toda cordura, fenómeno, que contemporiza, poscede, ilustra, la desazón del enamorado que ve frustrada toda su pasión frente a la fortaleza de una amada, ay, de la cual más hubiera valido haberse visto apartado antes de haber cometido la fatalidad de haberle abierto en hueco en su corazón. Cuánto dolor inútil, cuánta obsesión inmerecida, cuánta energía marchita, cuánto dispendio, cuánto dolor, acaso por alguien que no hubiera merecido acaso siquiera la atención distraída del amante. Seres alados en la imaginación del amante cabizbajo y apesadumbrado, en los que la mujer, el alma femenina, toma la forma concreta de un rostro, un cuerpo que se le promete con candor y dulzura como esa mitad de uno mismo que buscamos ya mismo apenas traspasamos la adolescencia. Un lenguaje y un sentimiento el de Proust pasado de moda para nuestro tiempo, tan pragmático, pero a la vez sabedor de las mismas realidades por más que a estas se las quiera hacer pasar por trasnochadas. Nadie que haya sido mordido por el aguijón de estas realidades podrá pasar por alto la relevancia que ese periodo de su vida tuvo para él, por más que la figura del enamorado contrariado constituya motivo de compasiva sonrisa para aquellos que observan con lo que llamamos pragmática objetividad.
La vida va dejando en nosotros profundos y enigmáticos interrogantes que parecen imposibles de resolver, tan contradictorios, tan dolorosos, tan misteriosos, añadiría. Misterioso porque a veces lo que se me parece es que el esfuerzo de Proust no es otro que el desvelar el misterio de su propia vida y la de las gentes con las que vivió. Así veo su trabajo, reunir ramilletes y ramilletes de hechos, describirlos minuciosamente hasta la exasperación, para de ellos ver aparecer al cabo de tantas páginas, como si de una fuente de naranjas se hubiera extraído la esencia, el néctar de su contenido, el dulce sabor de un conocimiento que da la percepción de hechos con los que uno ha pasado largo tiempo familiarizándose. Misterios que ven abiertos aquí y allá sus pétalos en el boscaje de los hechos indiferenciados para convertirse poco a poco en conocimiento inmanente, parte de nosotros mismos, acaso en un amor ahondado y transcendido que a falta de la presencia de la amada busca realizarse entre las manos del olvido y la poesía que destila la memoria.
Y ya apenas sin darme cuenta los hábitos van tomando parte en mi jornada y mi cuerpo se cierne obediente a algunas de sus características. Esta parada técnica, por ejemplo, al mediodía, a la hora de comer que antes no existía y si estaba presente era por la simple razón del restaurante de turno que se cruzaba en mi camino. Pero es que hace días que no coincido, que llego a ellos o muy pronto o muy tarde, y entonces ando despistado. Pero desde hace dos jornadas, sobre esta hora, las dos de la tarde, busco la sombra y de inmediato, sin quitarme los auriculares me tumbo y leo hasta caer dormido; después de lo cual, ya como como Dios manda, comienzo mi tiempo de asueto, que puede prolongarse hasta las seis de la tarde, es decir la hora en que el sol deja de ser de justicia y los caminos vuelve a ser gratos de caminarse. Al fin de la tarde será otro rato de tranquila holganza en la que leer, escuchar música, escribir o mirar simplemente el paisaje. Por la mañana todavía no soy capaz de vencer la pereza, remoloneo todo lo que puedo, desde luego no son las horas de levantarse que usaba, por ejemplo, hace dos veranos en que era posible que me levantara a las cuatro de la mañana con el fin de evitar la solanera del mediodía. Aquí la primavera es dulce y rabiosamente florida, amén de ser acariciada por una brisa que hace con frecuencia extremadamente agradable el caminar.
Me salí del canon del camino. Desde Antequera la variante sur pasa por las Alpujarras, que conozco bastante bien, razón por la cual me decidí por la variante norte de GR-7 andaluz, que sin embargo daba un gran rodeo que no me apetecía hacer, así que opté por otro camino que en los carteles de la Junta llaman GR-7.9, pero cuya descripción no me molesté en buscar. Diseñé ayer noche mi propio itinerario con la cartografía de que dispongo. Mañana estaré de nuevo sobre el itinerario canónico, camino ya de la sierra de Cazorla.
No quiero terminar hoy estas líneas sin agradecer a la persona que me proporcionó los tracks del recorrido andaluz su generosa aportación. Gracias. La página web de la que provienen es la siguiente: www.rutasyviajes.net.
No hay comentarios:
Publicar un comentario