Caminando bajo la luna

Portinatx, Puig d'en Rei, 16/05/11


En Portinatx tuvo lugar el accidente; hacía sitio en la mesa para mi plato de sepia a la plancha, cuando, cataplás, la jarra de cerveza cayó sobre mi portátil. Fue inútil ponerlo bajo el secador de manos del servicio, soplarlo, sacudirlo, agitarlo; la borrachera que había cogido le ha dejado con los cables cruzados para el resto de su vida. El teclado responde aleatoriamente, pero de vez en cuando le da la neura y se lía a escribir, por ejemplo, el 5 un millar de veces, o veo que el mapa de Ibiza empieza a desplazarse hacia la base de la pantalla a una endiablada velocidad, con lo cual al cabo de unos segundos, lo que aparece en la pantalla son los fiordos noruegos y el Cabo Norte. Doy un capirotazo a las teclas, haciendo escalas, como si de un piano se tratara, de izquierdas a derechas y de derechas a izquierdas; pero nada. Luego, echando mano del teclado virtual del windows 7, logro hacerme una idea del conjunto de mi camino durante el día de hoy y trato de valorar lo que me queda para alcanzar la costa oriental.

El sol estaba a un palmo del horizonte cuando salí del restaurante. Después de Portinatx el sendero se sube a los acantilados, donde cien metros más abajo brama el agua, y pasa tan cerca de su borde que siento un cierto mareo ante lo aparatoso de aquel vacío.

Se fue el sol, salió la luna y así, bajo la claridad lechosa estuve caminando por pequeñas sendas hasta medianoche. Sólo mi gps en una ocasión no encontró salida en un caminillo convertido de golpe en un fondo de saco intransitable. Tuve que darme la vuelta y hacer un largo rodeo. Hacía tiempo que no caminaba bajo la luna por terreno desconocido. Volvía a experimentar esa sensación de misterio, poesía, soledad que proporciona esta clase de excursiones. A medianoche paré y me hice un vivac con lo único que tenía, las dos capas de agua y lo puesto. Más tarde terminaría poniéndome sobre las capas el saco todavía mojado. Hubo relente, pero dormí como un lirón.






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