Demasiado asfalto


Puig d'en Rei, Cala Mastella, 17/05/11

El sol entraba por entre las ramas de los pinos cuando me desperté. Siempre que me levanto tarde me resulta más difícil ponerme en movimiento, tengo que violentarme para comenzar el día. Este tramo del norte discurre plenamente por colinas cubiertas de pinos; largas subidas y bajadas que van sorteando los caprichos de la orografía hasta desembocar en el mar. Los pajarillos y su canto son los únicos acompañantes de la mañana; ellos y la lectura de Mishima que sigue los imperativos ideológicos de adolescentes vigorizados por las soflamas del patriotismo y la muerte.

Ahora el camino es ir de una cala a la otra. El terreno, mucho más llano que el de la costa occidental, es excesivamente propicio para los tinglados turísticos, pero de momento siempre hay pinares y calas no visitadas por las que se puede discurrir. En una de ellas paré una gran parte del día a tomar el sol como un lagarto. A partir de mañana ya no madrugaré, caminaré mucho más despacio que hasta ahora. Mi avión sale dentro de dos días y medio, un tiempo más que de sobra para llegar hasta el aeropuerto. Pacientemente voy dejando atrás kilómetros de asfalto y urbanizaciones. Curiosa esa expresión de tener que hacer tiempo, como quien amasando la harina y otros ingredientes, se dedicara a hacer buñuelos de viento.

Me encuentro raro sin el ordenador, como si la falta de contacto con él, con el tacto de sus teclas, aumentara mi sensación de soledad. Podría decir que tengo una libreta para el caso, pero no es lo mismo, no sé en qué consiste pero no es igual. He perdido la fluidez que tenía con la escritura en papel. Esto es otra cosa, el turismo invadió la costa hasta el punto de dejar escasos espacios al camino. La verdad es que en este punto, si hubiera dispuesto de un autobús, hace horas que habría terminado mi periplo por Ibiza.







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