Esperando el gran milagro



Parque Natural de las Salinas – Madrid, 19/05/11

Cerca del amanecer comienza a llover y tengo que mudarme desde el liviano toldo de rafia bajo el que me protejo, a una cueva cercana entre los acantilados. La cueva es un poco baja pero con un lecho de algas confortable. Me despierto tarde, sigue lloviendo. Protegido bajo la capa de agua rodeo el Parque Natural de las Salinas y me voy despacio despacio hacia el aeropuerto. Llevo una gran paz conmigo, pero me miro un tanto circunspecto, parezco tener cierto aspecto de proscrito. La timidez hace rebrotar mi habitual distancia con el mundo, se acrecienta con la lluvia en este demorado retorno a casa.

Esta noche tuve un largo sueño erótico que continuaba imperturbable después de que me despertara alertado por el agua que me caía en la cara. Ahora, sentado en una cafetería del aeropuerto, pienso en la maravillosa constitución de que estamos hechos, no sólo que tengamos un organismo perfectamente preparado para desempeñar múltiples funciones, preparado para perseguir el placer, para hacer nuestra la belleza que nos rodea, que crean otros, que impulsamos nosotros, para encontrar momentos de plenitud y hermandad con nuestro entorno; no sólo eso, sino también preparado, con su sofisticado sistema de percepción, su sensibilidad, para empatizar con los hechos, con la lluvia, con el mar, hasta el punto de hacernos uno con la realidad que nos rodea, hacernos uno con nuestros sueños dispuestos a servirnos en bandeja de plata nuestras escondidas añoranzas.


A veces se me ocurre que estamos rodeados de milagros que apenas vislumbramos rodeados como estamos de tantos quehaceres externos a nuestro real interés. Por ejemplo, hoy mi camino pasaba bajo el área de despegue del aeropuerto. Yo miraba para arriba las tripas de ese enorme cacharro sobre mi cabeza elevándose hacia las nubes y casi me entraban ganas de caer de hinojos como un devoto visitante a Fátima para exclamar: ¡milagro!

Otro milagro: el milagro del amor. ¿Quién sabe como se produce esa aparición arrobadora, como se extiende como un chapote por toda la superficie del alma, así, como marea salida de la nada? La pasión arrobadora de Isao, el protagonista de mi novela de ayer; qué le lleva a inmolar su vida. La otra pasión, la de los grandes pioneros del alpinismo, ese milagro bajo cuyos auspicios se cabalga con tanta frecuencia al filo de lo imposible. Pero igualmente el anhelo de la maternidad, o la infinita caricia del mar o los bosques en nuestro ánimo.

La vida es un milagro esta mañana para el tímido que escribe estas líneas; el tímido mira desde su apartado rincón parapetado tras la taza de café con leche; sintiendo que nadie le ve, observa al papá que lee un libro de imágenes con su hijo pequeño, al camarero que cumple escrupulosamente con su cometido, a la mujer mayor de facciones apacibles que viene del aseo y pasa suavemente las yemas de sus dedos por el hombro de su marido, a la esposa del papá que lee con su hijo, seria, ausente, con la mirada perdida en el perfil de su uñas. Todo transcurre con tan admirable normalidad que parece eso, un milagro.

El milagro de trascender la propia mirada, de despojarla del hábito encorsetador que todo lo unifica y convierte en anodino telón de fondo, hace que cada rincón de la realidad se convierta en un preciado regalo para el desocupado voyeur de la cafetería del aeropuerto. Como tantas veces, también ésta es una contribución de la soledad, viajar solo, caminar solo, agudiza por fuerza la sensibilidad, pone las condiciones para que la percepción pueda recoger en sus redes motivos y situaciones que la distracción del grupo habría hecho imposible recoger.

De todas maneras el milagro mayor de esta mañana estaba todavía por producirse. Terminé mi café con leche y me fui a comprar el periódico. Ahí estaba el milagro en primera página, de pronto sentí otra vez, después de muchos años, la emoción de que inesperadamente, al final de mi caminata me esperaba un verdadero acontecimiento que mi aislamiento había impedido seguir: en Sol se estaba fraguando una alternativa real a esta democracia secuestrada por los dos partidos mayoritarios. Larga vida al movimiento. Al poco rato de aterrizar en Barajas ya me encontraba en Sol comprobando con mis propios ojos el milagro.






No hay comentarios: