El Cubo de Tierra del Vino, 13/02/13
Empecé a tomar contacto con los primeros capítulos del
libro de Clarice Lispector, Cerca del corazón salvaje mientras
la línea del camino se perdía en el horizonte apuntando hacia el
norte. La carretera corría cercana a un centenar de metros; la
senda, rojiza y recién estrenada era mórbida y agradable de pisar.
Lispector es un descubrimiento reciente en mis lecturas que ya tiene
adjudicado un espacio permanete en mí. Una prosa original,
espontánea, exploradora del mundo femenino. Caminar esta mañana
tiene el placer añadido de un texto que me entusiasma. A lo lejos
alcanzo a ver a Jesús y Esther con sus abultados macutos. Salieron
una hora antes que yo pero su ritmo es diferente, caminan más
deprisa pero hacen descanso regulares, mientras que yo acostumbro
hacer los veinte, treinta kilómetros sin parar una monotonía que
sólo es rota por la historia de la infancia de Juana, la
protagonista de Cerca del corazón salvaje.
Entrando en El Cubo de Tierra del Vino, Filiberto,
apostado junto a un jardín a la espera de que pase algún peregrino,
me aborda. Es el dueño del albergue privado. Su tarifa es algo
superior que la del municipal, pero aquello tiene buena pinta. Llamo
a Ramón que me precede en el camino, él no madruga tanto, y
quedamos de acuerdo; cuando lleguen, también Jesús y Esther, la
comida estará preparada. Lavado de ropa, ducha, zurcido de
calcetines, todo el equipo de nuevo como recién salido de casa.
Filiberto es un aficionado a los caballos, tiene dos de
raza árabes que elogia hasta el punto de que se hace imprescindible
ir a verlos correr al final de la tarde. Es un hermoso espectáculo,
elegantes, señoriales, ágiles, parecen moverse como si fueran
conscientes de percibir la admiración que levantan con sus
movimientos y se esforzaran como señoritas atildadas en hacer de sus
movimientos un espectáculo. Se echó la noche encima mientras los
veíamos correr. Apenas se salvarán dos tomas de toda una ristra de
fotografías que hice.
Después hubo una prolongada tertulia, estamos en Tierra
del Vino, y El Cubo de Tierra del Vino, el pueblo en donde estamos es
un nombre que nos llama la atención a todos. Parece, explica
Filiberto que el término cubo viene del tiempo de los romanos y
debía de denominar a una especie de fortaleza; así el nombre del
pueblo remitiría a una fortaleza de estas tierras, aunque no ha
llegado a encontrarse nada que se le parezca en los alrededores.
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