Hospital
Viamed Santiago, Huesca, 12/05/2013
Me acaba de llegar un
guasap desde la cumbre del Yelmo en la Pedriza. Es del amigo Santiago
Pino. La imagen de la Pedriza es para mí hoy aquella otra de los
monolitos de Montserrat que esperaba alcanzar en semana y media. Los
entrañables recuerdos de la Pedriza cuando estoy lejos de ella
tienen la pasta y el perfume de las mejores cosas que han pasado por
uno. Los años de intensa escalada en el rubio y cálido granito, los
primeros vivacs bajo las estrellas, el profundo olor de las jaras en
primavera, los narcisos al final de invierno, las perfumadas matas de
lavanda. El mundo está lleno de rincones de belleza. Hace unos
minutos me llegaba un bonito comentario de Montse Roqué a propósito
de una fotografía del pasado mes de abril cuando mi camino
atravesaba los hayedos vascos envueltos en una sedosa niebla donde el
chirimiri ponía también sus lágrimas de nostalgia en el ambiente.
Ella decía: ¡Qué hermosura, por Dios! Y yo le contestaba: Es que
el mundo es realmente hermoso, sólo hay que abrir los ojos y caminar
un poco por él para hacerse cargo de ello. Uno podría añadir
recuerdos e imágenes recogidas ininterrumpidamente a lo largo de una
vida, imágenes como gotas de rocío posándose cada día sobre la
faz de la tierra y que nosotros, mendigos de retazos de belleza,
afortunados tantas veces, tenemos la suerte de ir recogiendo con el
cacillo de nuestra emoción palpitante.
A mí, recuerdo que
me producía cierto rubor hace décadas leer a Bécquer, que me
parecía sensiblón y lejano de una viril percepción de la realidad,
sin embargo hoy aprecio mucho mejor alguno de sus versos, ese alma
dormida que duerme en cada rincón de la naturaleza esperando la mano
de nieve que sepa arrancarlas. Esa mano nuestra, nuestros ojos,
nuestros oídos, todos los sentidos como sedientos recogiendo aquí y
allá lo que la tierra produce con tanta prodigalidad. Estos días
atrás esos campos de amapolas o la alfombra floral de la colza, o la
blanca flor de la jara que me llega desde la Pedriza por Santiago
hace un momento.
A esta mañana de
hospital soleada y primaveral llega el rumor de la Pedriza y de
Montserrat, e inesperadamente también el de la niebla de los
hayedos. Y pensándolo bien es bueno de vez en cuando sentarse a la
vera del camino, aunque esa vera sea un hospital, para tomar aliento
y retornar al recuerdo y a los campos, al invierno, a la nieve, a
ciertos días de ventisca que me sorprendieron en el Pirineo Vasco.
Volver a tocar con las yemas de los dedos las cuerdas dormidas de
tantos rincones que quedaron atrás esperando ese momento de
tranquila contemplación en que uno no está enteramente ocupado por
el camino de mañana, por las dificultades o expectativas de la
jornada siguiente. Encontrar un remanso junto a la orilla para volver
a deleitarse con el sabor de la magdalena.
Y surge sin embargo
una duda al expresar todo esto, lo decía Lilí, uno de los
personajes de Al faro, hace un momento: ¿No se echan a
perder las cosas cuando las expresamos? Uno podría guardarse las
emociones y dejarlas encerradas en el prístino mundo de nuestra
interioridad, saborearlas, gustarlas en privado, porque algo de
cierto hay en esa cita, amén de que sólo raramente somos capaces de
expresar con aproximación lo que sentimos, pero como no hay
absolutos y no sólo de pan vive el hombre, que también gusta
expresarse desde que bajó de los árboles, y la pinturas de Altamira
y Lascaux son prueba de ello, ahí queda en palabras lo mucho o poco
que caminar por estas tierras de España va inspirando.
Noticias domésticas:
hablo con Ramón por teléfono. A Vermell, su caballo para los recién
llegados, le han despegado las botas de las manos, un invento que
sustituye a las herraduras, y le han encontrado un acceso infectado,
causa de su penoso caminar los últimos días por la Sierra de la
Peña entre Sangüesa y Sos del Rey Católico. El veterinario ha
propuesto un par de semanas de descanso, después de lo cual don
Ramón, mi estimado caballero andante con el que ya he recorrido
media España a pie, volverá a tomar el camino allí donde lo dejó
para terminar su periplo peninsular. Esperemos que todo vaya bien y
para la última quincena puedan ponerse en marcha. Vaya usted a saber
si la cuadrilla y un servidor no vuelven a encontrarse para entonces
por las sendas de la tierra de Aragón, que todo es posible en la
viña del Señor. Por mi parte esta tarde salgo del hospital y tomo
el AVE para desplazarme a Madrid. Allí iré directamente a otro
hospital para ver qué dicen de la evolución de las piedras de mi
riñón.
(Las fotografías son cortesía de
Santiago Pino via guasap)
3 comentarios:
Amigo Alberto, buen viaje en el ferrocarril,
La primera estrofa es parte de un verso antiguo y la segunda es a "vuelapluma" inspirado por la finalizacion, o aplazamiento, de este ultimo periplo.
Que te mejores.
Que te repongas rápido , compañero.
Gracias. Estamos en ello.
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