Pablo Iglesias, el Nanos y el gps que no chuta



Predjama, 2 de julio 

Magia de las nuevas tecnologías, perdido en las anfractuosidades de un laberinto cárstico antes de dormirme pruebo suerte a ver si tengo cobertura y milagrosamente me encuentro en pocos segundos oyendo vía YouTube a Pablo Iglesias en la presentación de su candidatura al parlamento europeo. Victoria me envió el link. Me emocionan estas cosas. Contra los irónicos, los decepcionados, los que parecen saber de todo y apenas saben de nada, la esperanza, un nuevo discurso político, la fuerza de un hombre joven que es capaz de expresar claramente frente a los poderes de siempre lo que millones de españoles concienciados venimos diciendo en la calle, en las mareas, en las manifestaciones del 15-M desde hace muchos años.





(En los teléfonos no se ve el vídeo, os dejo aquí el vínculo 
https://www.youtube.com/watch?v=pOEIWZRZGNM)

Ahora les toca ladrar a los perros: es su trabajo, el trabajo bastardo de quienes  alimentan el sistema actual, de quienes lamen el culo constantemente a los extorsionadores, a los que se aprovechan del trabajo ajeno para incrementar constantemente su patrimonio, a los chorizos de siempre, a esta gentecilla que nos gobierna con el hisopo y la bendición de la Iglesia, a la gente del Opus. Amén. 

Como hienas andarán ahora buscando en la espiral del ADN de Pablo Iglesias y sus compañeros motivos de excomunión; como hienas echarán mano de cualquier cosa, creíble o no, para intentar manchar las manos de este nuevo Prometeo que puede hacer temblar la santa paz en la que la casta y sus adeptos han vivido hasta ahora. 



He acampado en un bosquecillo de abedules bajo unas grandes paredes de caliza. La noche se echa encima. Esta desacostumbrada irrupción de la política en el panorama de mis caminatas solitarias me proporciona una especie de compañía moral que aprecio con mucho gusto. Mi mundo se ha cerrado estos días un tanto por problemas de comunicación. El primer día y parte del segundo encontraba hombres o mujeres que hablaban italiano, pero después se acabó, he tenido que recurrir al lenguaje de las manos y los gestos, lo que me reduce a un mayor aislamiento; hoy fue la excepción, la chica de la tienda hablaba un poco de inglés. Por otra parte el esloveno me parece un idioma tan extraño que no soy capaz de descifrar una sola palabra. 

La lectura de La vida excesiva de Martín Romaña termina, ya a mitad del libro, pareciéndome excesiva en naderías y en lugares comunes como la referencias al París de Hemingway, o el ir y venir de un puñado de peruanos viviendo su progresía lejos de Lima  al calor de la bohemia parisina. Quise aguantar más pero ya se ha escrito demasiado de esa aventura francesa como para que uno vuelva a más de lo mismo. Aprovecho la ocasión del final de mi lectura de Bryce Echenique para hacer un breve descanso. Después de la ascensión del Nanos, el pico más alto de mi recorrido hasta ahora, algo más de mil doscientos metros, ya tengo mi primer problema, pierdo una leve senda apena señalada, y cuando quiero servirme del gps del teléfono, éste dice que nanais. No era la primera vez. Echo mano de otro recurso, un navegador garmin que trabaja a través del bluetooh pero al que cuesta trabajo mantenerse conectado a través de una app de Android. Marca el camino monte arriba pero no me fío, me da una posición que me parece inverosímil. En fin, cosas así, y el hecho  es que en terreno cárstico uno no puede decir a la brava voy a probar suerte por aquí o por allí porque a la primera de cambio terminas encontrándote un precipicio bajo tus pies. Después de merodear un cuarto de hora por el bosque al final doy con el camino. 

La cumbre del Nanos, que sobresale de las lomas vecinas cómo un gran señor a quien nadie en los alrededores puede hacer sombra, la había empezado a ver dos días antes como una referencia inconfundible en la lejanía. Las faldas del Nanos están cubiertas de apretados y sombríos hayedos. Una vez de vuelta al camino el descenso se hace sumamente agradable. Me cruzo con una pareja mayor, intercambiamos un amable buenos días cada cual en su idioma, más adelante el camino corre por el borde superior de un precipicio, después vuelve al hayedo y yo me sumerjo en mi lectura. 



Entraría algo más tarde del mediodía en las calles de Predjama, unas poca casas y al fondo, al cobijo de los acantilados, el notable castillo de Predjama, una exótica joya perdida entre las revueltas de esta tierra levantisca que tan pronto se hace mansa y se cubre de bosques de abedules y hayas cómo se encrespa y se convierte en un abismo o en una pared infranqueable. Bajo una de estas paredes construyó algún caprichoso esta joya del pasado. Agradables sorpresas para el caminante despistado que, sumido en sus pensamientos o en su libro, de golpe se tropieza con esta reliquia o con el complejo cárstico de Matavun de ayer. Regalos que depara el camino sin buscarlos. Ahora correspondería tomarse el café y marcharse de visita al castillo, pero quien conozca al caminante habrá adivinado que entre la siesta a la sombra de un abeto y el castillo este se decidirá por lo primero, y es que hacer de turista y de aventurero alpino a la vez no va conmigo. Mi camino y yo somos una misma cosa indivisible y no cabe más que estar donde hay que estar, es decir junto al sendero de las señales rojiblancas, que aquí en vez de ser dos franjas se convirtieron en un círculo blanco con uno rojo más pequeño en su centro. 

Agradezco a Pepe y a Ignacio que se detengan con sus comentarios en los detalles que el caminante pueda recordar del pasado o de la lejana infancia cuando, haciendo uso del cazo de los recuerdos, a éste le da por alejarse del camino para rememorar viejos tiempos relacionados con algo que está sucediendo en el día a día de su andar. Hay días que esto de dejar testimonio de mi jornada andariega me cansa montón, pero reconozco que en otras ocasiones es un aliciente para descargar mis ganas de "rajar", que, solo como voy por el mundo, no hay otra manera de hacerlo que tomando como disculpa este diario. Sólo pasa que en ocasiones uno no sabe si lo que cuenta interesa a alguien que no sea el caminante mismo; de ahí que cuando éste encuentra lectores que comparten sus aficiones se sienta agradecido. 



7 comentarios:

slechuga dijo...

Alberto, que te pasa que no te funciona nada, refugios cerrados, restaurante cerrado, GPS que no van, en donde coño estas?

slechuga dijo...

Con respeto a Pablo Iglesias, ya es la hora que haya alguien que saque los colores a estos dinosaurios de toda la vida.

Alberto de la Madrid dijo...

Sí, señor

Unknown dijo...

Claro que hay gente que le interesa lo que vas comentando, por lo menos yo disfruto con tus notas y fotografías y me imagino perfectamente las situaciones que vas viviendo.
Coincido con tus comentarios sobre P IGLESIAS. Ahora le toca trasladar el sentir popular al parlamento europeo, aunque este mismo sea un poder?? mas bien testimonialtestimonial dentro de la maquinaria económico-administrativa de la UE.

Me acuerdo cuando había leído a Martin Romaña que me había reido bastante, pero se me fue totalmente la historia.

Bueno y como vas con el tema de la pitanza? Te cuesta mucho resolverlo?. Tienes que andar muy cargado con víveres?.
Hasta la próxima.
!Saúde e forza!

Montserrat de la Madrid dijo...

No te pierdas, que tu eres capaz de quedarte por esos montes

Unknown dijo...

Te seguimos y disfrutamos con tus comentarios, eso si cuidate, pues por lo que leo eres gafe para los aparatos. Me das mucha envidia, adelante caballero andante.

Alberto de la Madrid dijo...

Todo bien, Sergio, si todo fuera un camino de rosas la cosa perdería algo de su encanto. Saludos

Laure, ¿ya andas por el mar?